Natalia Vargas murió el jueves en un accidente. Había acudido a la excursión para cumplir el deseo de una amiga que ella había traído de visita desde Alemania. Juan José, su padre, reveló a Infobae los detalles de los últimos momentos previos al accidente y exige justicia inmediata.

En los más de siete días que Natalia Vargas llevaba de visita en su Tucumán natal, había cenado asado al menos unas cinco noches. Era una fanática perdida de la carne. Pero las muestras de destreza en la parrilla de su padre Juan José no solo se debían a su llegada sino también a la visita de Seda, una amiga alemana de la joven médica de 28 años que había viajado desde Colonia para conocer su vida anterior en la Argentina.

Natalia vivía hacía dos años en esa misma ciudad de Alemania, adonde viajó para especializarse en biología molecular y perfeccionar su carrera académica como médica. Seda era una compañera de estudio y estaba deslumbrada con la posibilidad de visitar Tucumán durante este verano.

El 28 por la noche, cerca de las 23 horas, permanecía el clima festivo en la casa de la familia Vargas de la ciudad de Concepción, a unos 75 km de la capital provincial. Como era de esperar, la familia y su invitada habían cenado asado, una vez más, y ya se preparaban para ir a dormir. Los “excesos” alimenticios dignos de las fiestas le provocaron a Seda malestar digestivo, por lo que decidió irse a acostar antes que su amiga. Mientras, Natalia se quedó charlando en el living con su papá.

“Me dijo que al otro día se iban a ir a hacer parapente a una de las lomas. Era algo que quería hacer Seda desde que llegó y Natalia le quería cumplir ese deseo. Yo le respondí que no lo hicieran, que a Seda se le iba a revolver todo el estómago, iba a vomitar y no lo iba a poder disfrutar. Me sacó cagando, como era de esperar”, le explicó Juan José Vargas a Infobae.

La actividad del parapente era, quizás, la más especial de la dupla de amigas. De hecho, iban a pagar el paseo con un dinero especial que le otorgó la madre de Seda a su hija: le brindó ese “regalo” para que hicieran algo único y lo disfrutasen en todo momento.

El jueves 29 a media mañana, Natalia y Seda partieron hacia el cerro San Javier para afrontar la excursión que más habían esperado…

La decisión de Natalia de viajar a especializarse a Alemania fue tomada hace unos tres años. Respondía a un asunto personal. Su padre, Juan José Vargas, debió ser trasplantado de un riñón cuando ella tenía 19 años y el hecho de ver el sufrimiento de su progenitor hasta la intervención representó el estímulo para especializarse en la biología molecular.

“Era una chica que siempre hacía todo lo que se proponía. Hace unos nueve años yo tuve una infección en la garganta que se terminó por depositar en el riñón. Tuve que ser trasplantado para salvarme. El nuevo riñón me lo dio mi hermano. Ella estuvo muy afectada en esos tiempos. Fueron dos años en los que vio todo el sufrimiento de la familia”, explicó Juan José Vargas.

Natalia se fue a Colonia con el fin de realizar una residencia universitaria allí. Mientras tanto, se rebuscó la vida para poder subsistir económicamente: “Casi de inmediato empezó a trabajar en bares. Me llamaba y me contaba sus ‘proezas’, me decía que había llevado ocho platos a la vez, que ganaba más dinero con la propina que con el sueldo… Hasta un día pudo viajar a Nürburgring para atender en uno de los restaurantes del circuito de automovilismo. Fue justo el día en el que “Pechito” López ganó una carrera. Estaba como loca, me mandaba videos… la felicidad se le salía del cuerpo”.

El jueves 29 de diciembre, Juan José se levantó temprano. Todos dormían en la casa. Se fue a Las Estancias, una villa veraniega de Catamarca, donde él trabaja unos terrenos en su condición de ingeniero agrónomo.

Fue un día normal hasta las siete de la tarde: “En el lugar donde yo estaba casi no tenía señal en el celular, por eso pasó el tiempo y yo ni me enteré de nada. En un momento, estaba cerca de la entrada y veo que viene la camioneta de un amigo. Se frena y viene rápido hacia mí. Veo que mi amigo se baja con cara de preocupado y me dice: “‘Juan, ¿tu hija se fue a hacer parapente hoy?’. Entre su cara y la pregunta, me di cuenta de que había pasado algo gravísimo. Se me vino el mundo abajo. Me dijo que creía que hubo un accidente”.

Debido a las dificultades del terreno, Juan José tardó casi dos horas en poder acudir al Cerro para anoticiarse sobre lo sucedido con su hija. Al llegar al lugar, el escenario ya era demoledor.

“Fue lo peor. Mi mujer había ido antes con el novio de mi otra hija. Estaba destrozada, le habían dado unas pastillas, así que se encontraba bajo esos efectos, medio como dormida. Después me abracé con Seda, que no paraba de llorar y de decir todo el tiempo que era culpa suya. Que Natalia se había muerto porque ella quería ir ahí”, relató a Infobae con angustia.

Algunas versiones de medios tucumanos indicaron que Natalia Vargas ya había practicado vuelos con parapente con anterioridad. Sin embargo, al propio padre no le consta una práctica previa de su hija de ese deporte.

La mira de la familia quedó puesta así en todo un sistema que ellos califican como “corrupto” detrás del ejercicio de ese tipo de vuelos.

“La verdad que el instructor con el que viajó es el último responsable de todo un eslabón de injusticias. Desde el Gobierno provincial, que no tiene regulado ni un poco este tipo de prácticas y obliga a que se realicen de forma clandestina hasta los propios empresarios del parapente, que no tienen las medidas de emergencia necesarias y no pagan a unos asistentes y comisarios de vuelo, que tendrían que revisar que todo esté en su lugar antes de lanzarse”, se quejó el padre de la víctima.

En las últimas horas, la propia familia difundió un video casero en el que se ve cómo Natalia inicia el vuelo junto al instructor, Ariel Salazar. De acuerdo a lo que se ve en el documento y a un comunicado hecho por la misma empresa de parapente Loma Bola Vuelo y Aventura, se puede percibir que la joven de 28 años no tenía puestos sus pies en las llamadas perneras. Ese factor es clave para poder mantenerse agarrado y corregir el rumbo del aparato.

“Se ve en el video que, apenas después de salir, el pie de Natalia queda colgando. Entonces, otro tipo de la organización le grita ‘¡Girá, girá!’. En general, cuando pasan esas cosas, se obliga a girar hacia la loma para que, en caso de una caída, no haya una gran altura. Pero bueno, no pasó nada de eso. No entiendo qué le pasó a ese hombre”, remarcó Vargas.

Hasta el momento, otro de los factores que despierta la indignación de la familia es la ausencia de la cámara GoPro con la que se lanzó Natalia junto al instructor. “Esa cámara seguramente registró todo, tanto si ella entró efectivamente en un ataque de pánico y apretó el botón o si se cayó porque estaba mal agarrada. Si mi hija la llevaba, tendría que haber caído cerca de donde ella cayó. Si no, la habrán escondido para ocultarla como prueba”, se lamentó Vargas.

Según el padre de la víctima, el instructor Salazar dispuso de tiempo para hablar con un abogado y “planificar una estrategia” antes de hacer su declaración ante la policía. Sus esperanzas de encontrar la justicia son escasas: “Yo fui concejal en un momento de mi vida y me fui de la política por el nivel de corrupción que había acá. Conozco a todos los políticos de renombre de esta provincia y sé que no se va a terminar haciendo nada. Igual, lucharé hasta las últimas consecuencias”.

La causa quedó en manos de la Fiscalía I, a cargo de Mariana Rivanedeira, que ordenó el secuestro de teléfonos celulares y cámaras grabadoras. De hecho, hasta el momento el instructor Ariel Salazar no fue imputado por ningún cargo.

“Nadie me va a quebrar. Desde que pasó esto, todos los días cierro los ojos y se me viene a la cabeza la imagen de Nati sonriendo y haciendo chistes. Eso me da fuerzas para seguir peleando por ella. A mí se me fue un pedazo de lo que más me importaba en el mundo pero tengo que seguir peleando. Ella se lo merece”, reflexionó el padre.

fuente: Infobae

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