Letras de Fuego / Entrevista / Por Manuel Ernesto Rivas*. Entrevistamos al escritor Julio Enrique Molina, quien este viernes 20 de diciembre, a las 20, en el Centro Cultural Rougés, ubicado en Laprida 31 de San Miguel de Tucumán, presentará su libro debut “Palabras y tiempo”.
Muchas veces nos topamos en nuestro andar cotidiano con preguntas fundamentales, muchas de las cuales quedan sin una respuesta precisa que nos hace parecer tan frágiles como un sueño del que se despierta.
Siempre resulta complejo preguntarse y responderse, pero cuando ese diálogo interior trasciende en clave poética se transforma en algo sublime, como este maravilloso libro, “Palabras y tiempo”, que propone Julio Enrique Molina.
A continuación, compartimos un diálogo profundo que nos permite conocer a este autor tucumano y a su primera obra, que conjuga la poesía y el relato corto con un hilo conductor que los dejará fascinados y anhelantes de una segunda parte.
Manuel Ernesto Rivas (MER): —¿Qué te impulsó a escribir este libro “Palabras y tiempo”?
Julio Enrique Molina (JEM): —El hecho de escribir me acompañó siempre, un acto de intimidad con uno mismo, un diálogo silencioso que devela lo oculto. Sin embargo, la escritura, aun nacida hacia adentro, no encuentra su verdadero pulso hasta que toca al otro. Al compartir lo escrito, lo íntimo deja de ser solo nuestro y se convierte en un espejo: lo que nació en soledad resuena en quien lo recibe. La obra cobra vida en el encuentro, porque el sentido no es algo fijo, sino algo que se comparte y se renueva. En la creencia de que dar a conocer lo escrito no es perderlo, sino entregarlo al flujo de la existencia para que sea más vasto y más pleno, es que me decidí por publicar los escritos que se reúnen en “Palabras y Tiempo”.
MER: —¿Por qué elegiste poesía y relatos breves?
JEM: —Elegí la poesía y el relato corto porque ambas formas condensan la experiencia humana en su expresión más pura y esencial. La poesía permite capturar lo inefable, lo emocional y lo simbólico en un lenguaje preciso y evocador, mientras que el relato corto, con su brevedad, obliga a eliminar lo superfluo y revelar una verdad o un instante con intensidad. En ambos casos, yo persigo la belleza de lo fugaz y lo concreto, tratando de crear un impacto inmediato pero duradero en el lector. Son formas que, en su aparente limitación, contienen un universo completo.
MER: —¿Por qué el prologuista afirma que filosofas en clave poética?
JEM: La filosofía, en su esencia, es clave poética porque desentraña los misterios del ser y del mundo con un lenguaje que va más allá de lo meramente lógico. Como la poesía, la filosofía nos invita a mirar lo cotidiano con nuevos ojos, revelando lo oculto en lo evidente. Cada pregunta filosófica es un verso que abre puertas al asombro, y cada respuesta, una metáfora incompleta que nos impulsa a seguir explorando.
Así, la filosofía se convierte en una clave poética: no solo descifra realidades, sino que las embellece, las resignifica y las transforma en algo que, aunque incompleto, está lleno de sentido.
MER: —¿Cuáles son las preguntas fundamentales que se sintetizan en las palabras y el tiempo?
JEM: —En “Palabras y Tiempo”, intento expresar las preguntas kantianas que me atraviesan: ¿Qué puedo saber? Es la inquietud que me lleva a explorar los límites de lo que entiendo, de lo que toco con la mente. ¿Qué debo hacer? Es el peso de la ética, ese murmullo constante que me exige coherencia, compromiso y verdad. ¿Qué me está permitido esperar? Es la fe en que la escritura, aunque incierta, abre un horizonte de sentido. Y finalmente, ¿Qué es el hombre? Esa es la herida y la búsqueda: entender quién soy, quiénes somos, y por qué insistimos en narrarnos.
MER: —¿Hay un sueño de eternidad en el ser humano?
JEM: —Sí, hay un sueño de eternidad en el ser humano, porque somos conscientes de nuestra finitud y, a la vez, anhelamos trascenderla. La existencia, marcada por lo efímero, despierta en nosotros el deseo de perdurar: en la memoria, en las acciones, en nuestros anhelos o en algún plano espiritual. Ese sueño refleja tanto nuestra fragilidad como nuestra grandeza: buscamos sentido en algo que vaya más allá de nosotros mismos.
MER: —¿Diferencias al Julio Molina poeta del Julio Molina escritor?
JEM: —Es difícil separar al poeta del escritor porque, en esencia, ambos son artesanos del lenguaje, tejedores de sentidos y buscadores de lo inefable. La diferencia, si existe, es apenas una cuestión de forma: el poeta, con su economía de palabras, intenta capturar lo eterno en lo efímero, mientras que el escritor, con su narrativa más amplia, construye mundos y tiempos donde lo humano puede desplegarse con mayor amplitud.
Sin embargo, tanto el poeta como el escritor son seres que se enfrentan a la misma batalla: la de atrapar con palabras aquello que se escapa al silencio. Quizá la distinción entre ellos no es más que una ilusión, un artificio del lenguaje mismo. El escritor, en algún momento, necesita del lirismo del poeta para dar vida a sus frases, y el poeta, aunque minimalista, también narra historias en cada verso. Al final, ambos se encuentran en el mismo terreno: el de explorar la condición humana, la belleza y la verdad a través del arte de la palabra.
Separarlos sería como intentar dividir el alma en dos: cada parte lleva un poco de la otra. Quizás, más que distinguirlos, deberíamos entender que, en su búsqueda del sentido, son simplemente dos caras de la misma moneda.
MER: —¿Cuándo fue tu primer contacto con la literatura?
JEM: —Mi primer contacto significativo con la literatura ocurrió durante los primeros años del colegio secundario. Asistía a la Escuela de Comercio N° 2, donde tuve la suerte de contar con una profesora excepcional, la señora de Lizondo. Fue ella quien, con su pasión y conocimiento, me abrió las puertas al fascinante mundo de las letras y me enseñó a apreciar la belleza de las palabras.
Gracias a sus clases, descubrí a grandes escritores que marcaron profundamente mi forma de ver la literatura y, en muchos sentidos, la vida misma. Entre los autores que me presentó, recuerdo especialmente a Horacio Quiroga, cuyas historias de la selva me sumergieron en relatos vibrantes y estremecedores; a Juan Ramón Jiménez, cuya poesía me conmovió por su delicadeza y profundidad; y a Jorge Luis Borges, cuyas narrativas llenas de laberintos y enigmas despertaron mi curiosidad intelectual.
Fue en ese momento que comprendí que la literatura no es solo entretenimiento o aprendizaje, sino una forma de viajar, de cuestionar y de soñar. A partir de entonces, cada libro se convirtió en una puerta abierta hacia nuevos mundos, y el hábito de leer se transformó en una parte fundamental de mi vida.
MER: —¿Quiénes acompañaron este sueño del primer libro y de qué forma?
JEM: —Me acompañaron mi esposa y mis hijos, quienes han sido un pilar fundamental en mi vida, así como amigos escritores de gran valía. Quiero expresar también mi agradecimiento a mis compañeros de La Soñada, una comunidad comprometida con la promoción de valores agroecológicos, y, por supuesto, al maestro Julio Lazarte, cuya constante motivación, sabiduría y generosidad fueron determinantes para que tomara esta importante decisión.
MER: —En tu escritura aludes a la IA, ¿se puede insertar la tecnología como tema poético?
JEM: —La tecnología, aunque nacida de la lógica y la funcionalidad, contiene una dimensión poética innegable. Es la materialización del sueño humano de trascender límites: comunicarnos sin fronteras, volar sin alas, crear mundos sin necesidad de tierra. Como la poesía, la tecnología traduce lo abstracto —ideas, deseos, emociones— en realidades palpables. Así, un chip puede ser verso, un algoritmo puede ser ritmo y una pantalla, ventana a infinitos paisajes.
Lo poético no está solo en lo natural o en lo antiguo; está también en el artefacto moderno cuando lo miramos como una extensión del espíritu humano. La clave está en cómo lo contemplamos.
MER: —¿A dónde te gustaría que llegue este libro?
JEM: —A todos aquellos lectores dispuestos a adentrarse en estos escritos y acompañarme en la tarea de completarlos, con la esperanza de hallar juntos respuestas a las interrogantes que aquí se plantean. Siempre he creído que la obra literaria cumple su propósito cuando un lector la hace suya y así le da un cierre a través de su impronta.
MER: —¿Te sientes escritor?
JEM: —Escribo desde que era adolescente, y esa práctica constante me ha hecho sentir como un escritor, aunque no en el sentido de alguien que vive de publicar libros o que ha alcanzado el reconocimiento de un profesional. Escribir, para mí, ha sido siempre una forma de expresión, un refugio y una manera de entender el mundo y a mí mismo. No busco títulos ni etiquetas, pero sí reconozco en mí la pasión y la dedicación que caracterizan a quienes aman el oficio de escribir.
MER: —¿Cuáles son tus proyectos para 2025?
JEM: —Para el año 2025, mi objetivo es presentar un segundo libro, en el que ya me encuentro inmerso, que profundizará aún más en la exploración de las grandes preguntas existenciales. Este proyecto busca ser una extensión de mi crecimiento personal y artístico, un espacio en el que me propongo superar mis propios límites dentro del vasto universo de la poesía. Con cada palabra, cada verso, aspiro a seguir aprendiendo y expandiendo mi visión del mundo. Estoy convencido de que “ser es conocer”, y que, a través de la reflexión poética, puedo seguir en este aprendizaje permanente que me da un propósito.
*Fundador y director de Diario Cuarto Poder. Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor.
Datos biográficos del autor
Julio Enrique Molina nació en San Miguel de Tucumán en 1964. Es profesor de Literatura, Castellano e Historia. Actualmente es desarrollador y consultor de empresas en tecnología de la información.