El caso del valijero venezolano, que entró con 800.000 dólares a Aeroparque, prescribió: una maniobra de impunidad perfectamente tejida.

Pregunta: ¿es realmente noticia que la causa de la valija de Antonini Wilson haya prescripto? Sólo una parte lo es: que haya prescripto. La otra parte no es noticia sino una confirmación de cómo funciona o cómo suele funcionar la Justicia con los delitos detrás de los cuales se mueve la política.

Pasaron casi once años desde que el venezolano Antonini Wilson dijo que era suya la valija con US$800.000 descubierta en un control en la entrada VIP de Aeroparque. Wilson venía de Caracas en un charter contratado por el gobierno argentino con funcionarios kirchneristas y chavistas. Era de madrugada y ninguno esperaba que una funcionaria de la policía aeroportuaria les pidiera que abrieran el equipaje de mano. Nadie acostumbraba a controlar a nadie por allí.

Aunque se confiscó la prueba del delito, la investigación que duró siglos y pasó por varios jueces y fiscales terminó clavada en el mismo punto del primer día. Pocas veces como en este caso se ve el triunfo de la impunidad y de la impunidad del poder político.

Casi no hace falta decir que cualquiera al que se le encuentre más de US$ 10.000 en un aeropuerto termina preso. Los que llegaron esa madrugada al Aeroparque no sólo se fueron derecho a sus casas. Wilson, que asumió la propiedad de la valija, apareció al día siguiente en un acto con Cristina en la Rosada. El entonces ministro del Interior Aníbal Fernández lo negó hasta que fue desmentido por una filmación de Canal 7, el canal oficial.

El personaje clave de esta historia no es Wilson: es Claudio Uberti, del riñón de Julio De Vido y quien manejaba los negocios con Chávez. Había fletado el charter, obviamente conociendo lo que llevaba adentro.

Esa madrugada, Uberti hizo una nerviosa ronda de llamadas a su jefe De Vido, a la ex SIDE y al director de la Aduana Echegaray, que ordenó reducir todo a una simple infracción aduanera. Tres días después, Wilson y los otros venezolanos pudieron irse del país.

Estalló el escándalo y Wilson pasó de amigo a enemigo mortal: detenido en Miami, dijo que la plata era para Cristina. La Justicia pidió a Estados Unidos su extradición. Fue juzgado y condenado allá y obvio, no fue extraditado. Lo mismo se pidió a Caracas con los otros funcionarios venezolanos. Obvio, tampoco fueron extraditados. Mucho menos juzgados por la justicia chavista. ¿Alguien podía suponer que Chávez, que los había mandado, iba a entregarlos? Al contrario, los ascendió.

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Con Uberti y gracias a la complicidad judicial, el kirchnerismo tejió una maniobra de impunidad basada en una discusión increíble sobre el tipo de delito cometido: l Después de indagar a Uberti, el juez Petrone dispone su falta de mérito. Dice que el delito no es contrabando pero puede ser lavado.

-La Cámara confirma la falta de mérito.

-Cambian la ley de lavado. Favorece a Uberti. Piden su sobreseimiento.

-El juez Aguinsky lo sobresee por prescripción por lavado pero aclara: debe seguir abierta por contrabando.

-La Cámara no opina lo mismo: confirma sobreseimiento por lavado y contrabando.

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-La fiscal apela. Cae en la sala 2 de Casación de Slokar, David y Ledesma. Kirchnerismo puro. Duermen todo casi tres años.

-El caso llega a la Corte que dice que puede haber habido contrabando.

-Vuelve a primera instancia. Han pasado casi 11 años. El juez Yadarola cierra la causa.

Noticia en serio hubiera sido otra decisión judicial.

fuente. clarín

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