Por Manuel Ernesto Rivas. ¡Cumpleaños feliz, que los cumplas feliz….! Alcanzar un año más de vida es una de las bendiciones más importantes. Es un regalo más del Creador, para aquellos en los que la fe ocupa un lugar de privilegio.
La mayoría de la gente busca compartir esa bendición con las personas que más quiere, con los afectos más cercanos. Se trata de un acontecimiento personal y se enmarca en un contexto más bien social. Sin embargo, cuando esas fechas son utilizadas políticamente, no se sabe en dónde va a quedar uno. Para ello tomaremos dos casos testigos de la realidad comarcana.
El primero que nos ocupa es el cumpleaños de José Alperovich. El ex gobernador y actual senador nacional quiso convertir su acontecimiento personal en un hecho de resonancia política. Para ello organizó una fiesta a la que convocó a referentes y militantes. Pero su error fue enfatizar en la no invitación y ausencia en su festejo del vicegobernador, Osvaldo Jaldo, de quien se convirtió oficialmente en adversario luego de la supuesta traición “alperovichista” en las últimas legislativas nacionales. Ni siquiera la presencia de Juan Manzur, con el que a menudo insiste en sacarse fotos y subirlas a las redes sociales, pudo atenuar el impacto de ese desaire.
Como es su costumbre, Alperovich quiso poner todo en su lugar –según su perspectiva-, en torno a quienes estaban o no con él. Sin embargo, esa movida lo que hizo en realidad es dejar en claro que los tiempos todopoderosos de su gestión de doce años al frente de la provincia, se encuentran en franco declive. Le faltó interpretación del olfato peronista, que reconoce a sus líderes y los sigue de manera sistemática con una tracción que otros partidos políticos envidian. Muchos de los dirigentes que prefirieron no concurrir, sienten que el poder pasa por otro lado. En este caso por la gestión. La dupla Manzur-Jaldo está gobernando con éxito la provincia. Sin despeinarse, el binomio que ganó en 2015, podría encaminarse tranquilamente a repetir la fórmula y extenderse cuatro años más en la misión de llevar adelante los destinos de la provincia.
Alperovich se resiste a eso. Y es por ello que las serpentinas de colores tomaron una coloración gris en su cumpleaños número 63. Su destino está atado al kirchnerismo y a sus propias palabras, aquellas en las que dijo que se trataba de un ciclo terminado.
Una envidiable capacidad
El segundo caso testigo que nos ocupa, justamente es el del vicegobernador de la provincia. Jaldo desarrolló una capacidad a la que todo político aspira: transforma cada ataque en un triunfo. Vale recordar el caso de los gastos sociales. Curiosamente la queja del legislador “ultra-alperovichista”, Reneé Ramírez, sobre que no le alcanzaban los recursos para ayuda social, encendieron la mecha de una discusión que el vicegobernador terminó solucionando con la lisa y llana eliminación, la bancarización de todos los movimientos legislativos y la transparencia en el manejo de los recursos de la Cámara. Transformó en triunfo ese ataque.
De la “traición alperovichista” también salió airoso, porque pese a los 60 mil votos desviados, demostró que contaba con 140 mil voluntades difíciles de descontar por la oposición. Rejuvenecido sin su tradicional bigote salió con fuerza a continuar la gestión. De esa traición hizo otro triunfo.
Cuando en los medios nacionales, el propio presidente Mauricio Macri y sus colaboradores ponían de relieve que la Legislatura tucumana tenía mucha gente designada, hizo un recorte ejemplar en el que bajó el gasto e incluso levantó como bandera un ahorro en las arcas legislativas. De ese ahorro construyeron un nuevo ataque. De ese ataque, Jaldo hizo nacer el Boleto Estudiantil Gratuito, para los alumnos del interior de la provincia. Un logro que se sigue celebrando tierra adentro. Otro triunfo a partir de la crítica artera de la política.
Por último, su cumpleaños. Cuando muchos esperaban que hiciera una pulseada virtual organizando un festejo más concurrido que el de Alperovich, Jaldo decidió pasarlo con los viejitos del “Cottolengo Don Orione”. Allí no sólo sopló las velas de su nuevo año de vida, sino que dejó una donación de un millón de pesos de esa ahorrativa Legislatura que preside. No sólo transformó ese ataque en triunfo, sino que mostró un costado humano alejado de las cámaras del spot publicitario “alperovichista” que ya cansa a los tucumanos y que marca el fin de un ciclo.