El mundo se conmovió con una de las tragedias aéreas más grandes de la historia del fútbol profesional: el avión que transportaba a los futbolistas del Chapecoense de Brasil, que debían disputar hoy la final de la Copa Sudamericana ante el Atlético Nacional, se estrelló cerca de Medellín, en el noroeste de Colombia, en un accidente que dejó 71 de muertos y seis sobrevivientes, la mayoría de ellos con heridas de gravedad.
Aunque no hay confirmación sobre los peritajes, la principal hipótesis que manejan las autoridades aeronáuticas colombianas es que hubo una falla en el cálculo de combustible de los pilotos de la aeronave.
Entre las víctimas fatales hay 19 futbolistas, 20 periodistas, siete tripulantes de la aeronave y otras 25 personas entre dirigentes del club y funcionarios de Chapecó que acompañaban a la delegación. La Aeronáutica Civil de Colombia reportó que seis personas fueron rescatadas con vida, entre ellas el arquero Jackson Follmann, a quien le fue amputada una pierna, y los defensores Alan Ruschel y Neto. Los restantes sobrevivientes son Rafael Valmorbida (periodista), Ximena Suárez (azafata) y Erwin Tumiri (técnico del avión).
En la nómina original de víctimas se reportaron 75 muertos, pero hubo cuatro miembros del pasaje que finalmente no subieron al avión: el alcalde de Chapecó, un diputado, un dirigente y un periodista.
Chapecoense, humilde club del estado de Santa Catarina, se aprestaba a jugar su primera final internacional, tras haber eliminado a dos equipos argentinos: Independiente en octavos de final, y San Lorenzo, la semana pasada, en la semifinal.
Las tareas de rescate comenzaron de madrugada y debieron interrumpirse por las inclemencias climáticas y topográficas, al estar en una zona montañosa. Una vez reanudadas, rescataron con vida varias horas después del accidente a Neto, quien estaba malherido bajo los restos del fuselaje. Y por la tarde se recuperaron los 69 cuerpos sin vida: las otras dos fallecieron en un hospital local. Uno de ellos fue Danilo, arquero que había sido héroe ante San Lorenzo. Y Follman, su suplente, había sufrido ayer la amputación de una pierna.
Según la Fuerza Aérea Colombiana, el avión se reportó en emergencia al aeropuerto José María Córdoba de Rionegro, lindero con Medellín, poco antes de las 22 del lunes en Colombia, la medianoche de la Argentina.
Segundos después, la nave desapareció de los radares y fue encontrada partida en tres pedazos en Cerro Gordo, una cadena montañosa con 3.000 metros de altura situada a 200 kilómetros al noroeste de Bogotá y a 38 de Medellín, la capital del departamento de Antioquia. La delegación viajó de San Pablo a la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra en un vuelo regular de la boliviana BoA. Y desde esa ciudad comenzó el trayecto final en el chárter hacia Medellín, que tendría una distancia de vuelo aproximada de 3.000 kilómetros. El plan original era volar desde Brasil a Colombia en el chárter de LaMia, pero las autoridades brasileñas no lo permitieron apoyándose en leyes internacionales. De acuerdo a la autoridad reguladora brasileña, un vuelo desde Brasil a Colombia solo puede ser operado por una empresa brasileña o colombiana.
Según la reconstrucción del accidente realizada por autoridades aeronáuticas de Colombia, a la misma hora en que el avión se aproximaba a su destino, se presentó una emergencia en el aeropuerto de Rionegro. Un avión Airbus 320 recibió prioridad para aterrizar por una fuga de combustible. La nave de la aerolínea Viva Colombia venía procedente de Panamá y logró sortear su incidente. Entretanto, el RJ85 de LaMia, que llegaba con el combustible justo, quedó en espera, un estado en el que la aeronave se mueve en un radio definido hasta recibir la orden de aterrizar o trasladarse a un aeródromo cercano.
Oficialmente, la Aeronáutica Civil sólo se pronunciará sobre la tragedia tras el análisis de las dos cajas negras, que fueron halladas ayer por la tarde. De manera extraoficial, uno de sus máximos funcionarios a cargo del caso dijo a Clarín que los indicios apuntan a que la aeronave se vino a tierra por quedarse sin combustible.
“Ya confirmamos que la aeronave no se aprovisionó de combustible en Bogotá. Venía con lo justo y nadie, salvo la tripulación, lo sabía. Pensamos que ahí puede estar el origen”, aseguró el funcionario.
“La hipótesis con más sentido es que la tripulación pensó que el combustible alcanzaba para aterrizar en Rionegro y les fallaron los cálculos. Cuando se percataron, el piloto alertó a la torre sobre una situación anómala con el sistema eléctrico. Nuestro controlador autorizó el aterrizaje pero habría sido tarde”, continuó.
El gobierno colombiano designó la conformación de un equipo de 17 peritos, seis de ellos extranjeros, para determinar la causa de la tragedia. Dicho equipo se sumó al grupo de 45 médicos forenses, patólogos, antropólogos, radiólogos, odontólogos y genetistas que emprendieron la labor de identificación de las víctimas.
La hipótesis de la falta de combustible se sustenta también en el hecho de que una vez se estrelló, el avión no se incendió. Inicialmente se habló del mal tiempo y de una falla en el sistema eléctrico como causas de la tragedia. Pero las autoridades descartaron temprano la primera de esas hipótesis y relativizaron la segunda.
Una de las víctimas fue el piloto del avión, identificado como Miguel Quiroga Murakami, era además uno de los dueños de LaMia Bolivia, una empresa fundada en Venezuela por un empresario chavista y con una mínima flota de tres aviones, de los cuales sólo uno estaba en funcionamiento.
La nave accidentada tenía una autonomía de 2.965 kilómetros y, según el sitio web Flytracker.com, recorrió 2.975 kilómetros antes de desplomarse. “De ser así, ¿por qué no pidió ‘emergencia’ para aterrizar en vez de ‘prioridad’? Puede ser para evitar la multa que esto supondría”, se preguntaron expertos locales.
Fuente: Clarín