El encuentro fue en Olivos con la presencia y mediación de sus esposas, Juliana y Guillermina, buenas amigas ellas.
Este domingo Marcelo Tinelli regresa de sus vacaciones en Estados Unidos. En tres semanas comienza su temporada televisiva con Showmatch y Bailando por un Sueño. Nada va a distraerlo de esa tarea que lo define como referente popular indiscutible. Ni siquiera la cena secreta que mantuvo con Mauricio Macri poco antes de emprender este viaje de descanso que ya culmina.
El encuentro había sido en Olivos con la presencia -la mediación también- de sus esposas, Juliana Awada y Guillermina Valdes, buenas amigas ellas.
Nada se supo entonces, nada trascendió. Pero esa noche, muy sutilmente, Macri le propuso a Tinelli buscar el modo de acercarse a la política a través de Cambiemos. Fuentes irreprochables cuentan que la oferta fue hecha con tal delicadeza que no requirió de una respuesta directa. Eso le evitó al astro de la TV desairar al Presidente.
Tinelli venía de completar, pocas semanas antes, un muy difundido rally político en territorio peronista anti K. Como en su momento publicó el periodista Pablo De León en Clarín, tuvo larga y promocionada reunión con Sergio Massa, conversación sesuda con Miguel Ángel Pichetto, charlas con Eduardo Duhalde, Florencio Randazzo, intercambios con Juan Manuel Urtubey y hasta un café con Victoria Donda, del centroizquieridista Libres del Sur, en vísperas de la votación en Diputados sobre la despenalización del aborto.
Se había desatado ya la espiral inflacionaria y cambiaria que tendrá al Gobierno y la economía definitivamente escorados al menos hasta fin de año y quién sabe en el electoralmente decisivo 2019. Aquella zozobra mayúscula, que recién ahora pareciera amainar, había alentado una vez más la fantasía del estallido social que sectores ultra K y de la izquierda dura funcionalmente asociada nunca resignaron, apenas si ocultaron por conveniencias transitorias.
Detrás de esa fantasía se monta la salida al borde del sistema y alguna gente que maneja poder giró la mirada hacia Tinelli buscando la magia de la figura providencial que tanto alimentó y dañó nuestra historia reciente y no tanto.
De hecho, un discretísimo y tabicado equipo de consultores y operadores trabaja analizando los escenarios posibles para una variante Tinelli. Las posibilidades son hoy escasas, pero mientras haya financiación la tarea se seguirá realizando. Nunca se sabe cuándo y cómo pueden cambiar las circunstancias en la Argentina.
Pero está claro también que Tinelli no se siente a gusto con un escenario que pueda terminar presentándolo como la solución de emergencia a un traumático y renovado “que se vayan todos”. Y también es cierto que el país, con todos sus dramas a cuestas, está hoy muy lejos de repetir las condiciones de caos social que empujaron a la gran crisis de principios de siglo.
Ponele que al final Tinelli termine siendo candidato. Si lo es, quiere serlo en nombre del peronismo con el que tiene afinidad natural, el sector más institucionalista y racional de esa fuerza, que es con el cual dialoga. Su interlocutor principal en esa orilla es el senador Pichetto, articulador del armado que -con intereses personales divergentes- encabezan de algún modo los gobernadores Juan Schiaretti y Urtubey, el siempre ambicioso y dinámico Sergio Massa y el propio Pichetto.
Pequeño detalle: ¿qué pasa con Cristina Kirchner? Pasa, sencillamente, que tiene más votos que todos ellos juntos, que es la dirigente opositora que mejor mide en las encuestas y que reuniendo a todas sus tribus -algunas microscópicas- está decidida a ser candidata a presidente el año próximo.
Segundo pequeño detalle: ¿qué pasa con Cristina en papel de candidata más allá de la interna? Pasa que, según encuestas recientes que la lisonjean, estaría en una eventual paridad con Macri en primera vuelta, en alrededor de 30 puntos de intención de voto. Y con la hipótesis hoy, en el peor momento del Gobierno, de tener alguna posibilidad estadística de ganar un balotaje.
Suena lindo para el antimacrismo rabioso, pero hay que ver si el Gobierno sólo empeora o consigue mejorar su situación de aquí a un año, equilibrando y mejorando su posición actual. Y si funciona además la hipótesis de los analistas y consultores según la cual Macri tiene en la gobernadora María Eugenia Vidal un reservorio estratégico de votos que le permitirían volcar a favor una eventual segunda vuelta presidencial.
Cuestión que debe aclararse pronto es que el peronismo republicano -que algunos se arriesgan a definir también como “decente” o “sin prontuario”- no tiene como el centro de sus deseos que Tinelli sea quien los represente en la elección por venir. Su objetivo verdadero es lograr un armado político tan robusto que sea capaz, con un candidato propio, darle batalla ganadora a Cristina en la primera vuelta. Y así, meterse en el balotaje contra Macri si lo hubiera; o quedar como referencia opositora central y alternativa futura ineludible si la sociedad decide darle otro mandato a Cambiemos.
Ese escenario hipotético es el que sueñan Massa y Urtubey. Pero por ahora asoma todo tan aleatorio y azaroso, y está ese proyecto por ahora tan descafeinado que bien hacen en arrimarse a Tinelli, quien quizás pueda terminar asumiendo esa representación con la fortaleza de imagen y popularidad que hoy tanto escasea.
Picardías ya abundan. A Massa lo quieren convencer de que sea el candidato a gobernador de Buenos Aires por esa escuadra, poniendo el cuerpo en el lugar más difícil para contribuir al éxito colectivo si Tinelli termina de candidato presidencial. Algo así como lo que Vidal hizo para Macri en 2015; con la sorpresa mayúscula de que terminó llevándose una gobernación que nadie imaginaba y transformándose en la novedad más poderosa de la política.
Massa, a quien este eventual sacrificio parece no agradarle demasiado y siempre va por el premio mayor o nada, se encontró con el resultado de una encuesta reciente, elaborada desde una consultora muy amiga suya, que a Tinelli le da raquíticos 4 puntos de intención de voto y a él lo pone muchos escalones más arriba. Cosas que pasan.
Tinelli se ha ido curtiendo en maldades y quizás nada de esto le agobie demasiado. Tampoco su mundo de espectáculos y negocios, incluyendo el del fútbol, es territorio de vírgenes inocentes sorprendidas en su buena fe. Nadie se queja en estos ambientes si la posible recompensa final justifica los sinsabores y perversidades del camino.
La estrella televisiva, tironeada desde el Gobierno y la oposición peronista anti K, no come vidrio. Mira y resalta las encuestas que le vienen a medida. Por eso hizo saber lo interesante que le resultó un sondeo de la consultora Polldata, que dirige Celia Kleiman. El trabajo, realizado hace justo un mes, reúne la llamativa suma de 3.318 casos auscultados de modo telefónico en todo el país.
Hay resultados más o menos obvios. Como que la gestión de Macri tiene un 60,6% de rechazo pero su indicador positivo, que no es desechable, se apoya en quienes han sido sus votantes y lo siguen apoyando. Con componentes similares, el 54% de los entrevistados cree que su situación económica irá empeorando en los próximos meses. Nada que vaya a asombrar: el propio Gobierno lo está diciendo por boca de algunos de sus ministros, aunque el Presidente -aun aceptando el fracaso de la política antiinflacionaria y reconociendo errores de gestión- cumple con su misión de vender, prestar o regalar optimismo.
Lo que parece haber captado la atención de Tinelli y de quienes sostienen técnica y financieramente su proyecto embrionario es el dato de que los políticos y la corrupción aparecen por primera vez como un problema para los encuestados. Se colocan inmediatamente detrás de los asuntos urgentes y dramáticos vinculados a la economía, empezando por precios y tarifas. Y quedan por encima de la inseguridad como preocupación social.
La socióloga Kleiman sostiene que se confirma en esta medición el “hastío y desencanto con los políticos en general” que dice haber detectado en estudios anteriores. Y que el fenómeno no reconoce divisiones políticas ni demográficas; aunque la corrupción parece impactar más en los votantes de Cambiemos menores de 30 años.
Esta configuración todavía precaria e incipiente del cierto humor social parece encajar justo con el reclamo de alguien que venga desde afuera de la política a solucionar, con el paternalismo corrosivo tan argentino, tanto problema que nos aqueja. Ahí es donde Tinelli puede crecer exponencialmente, porque hasta Cristina quedaría barrida más de lo que ya está por el rechazo social a los políticos protagonistas de estos años.
Curioso, pero un caldo de cultivo como éste fue el que empujó el florecimiento de Macri y el PRO hace apenas década y media. Valga como dato objetivo, sin pretensión analítica si se quiere.
Toda esta parábola nos lleva de regreso a la cena secreta de Macri y Tinelli en Olivos, donde la estrella gambeteó el convite presidencial a arrimarse a la política del Gobierno.
De hecho aquel encuentro fue el cierre de una operación de acercamiento y seducción a Tinelli lanzada desde la Casa Rosada, cuando la irrupción política del conductor y empresario juntó a actores relevantes del peronismo, en pleno desarrollo de la crisis inflacionaria y cambiaria que se comió la primera mitad del año, puso en máximo alerta los sensores oficiales.
El primer paso lo habían dado Vidal, Marcos Peña y Horacio Rodríguez Larreta, la mesa chica del Presidente, abriendo el diálogo con Tinelli. Objetivo sencillo: si no la ganaban la empataban, o la perdían por poco y dejaban la puerta presidencial abierta. La evaluación que hace el Gobierno de esta maniobra es moderadamente satisfactoria.
Sostienen que hoy el plan de Tinelli inmediato es “ser más Tinelli que nunca”. Todo televisión, todo rating, cero política en el discurso público, todo reposicionarse en el lugar privilegiado de popularidad que se ganó hace años por talento y derecho propio. Después se verá.
Ejecutor central de la jugada fue Rodríguez Larreta, quien cultiva una poco conocida amistad personal con Tinelli. El jefe de Gobierno porteño tiene estas cosas, que él mismo se preocupa en mantener fuera de la atención pública porque su única obsesión actual es dejar en la Ciudad una huella indeleble de su gestión.
Para más adelante Larreta tiene otras obsesiones y ambiciones políticas. Mientras tanto, sigue siendo un constructor de cuadros, estructuras y poder interno y un vector de operaciones políticas externas que lo hacen pieza clave, aunque notablemente sigilosa, del Gobierno nacional y el PRO.