Bruno Valdez tiene 24 años y protagonizó una escena que recorrió toda la provincia. La vida del vendedor de pizzas que, pase lo que pase, no deja su puesto ninguna noche en el semáforo. Trabaja los 30 días, gana $6.000, de los cuales la mayor parte se los da a su madre.

En la rotonda de Avenida Perón y Camino del Perú confluyen los caminos por los cuales la gente viaja cada día desde San Miguel a Yerba Buena y viceversa. Hay una porción de césped bien prolija, piedras que simulan un monumento y un tránsito frenético, repleto de motocicletas, que disminuye por las noches mientras Bruno Valdez espera.

Tiene 24 años y protagoniza la foto que se viralizó durante los últimos días en Tucumán. En la imagen, como cada noche, aguarda; pero aquella vez lo hizo bajo una tormenta que duró horas, en la cual utilizó la única bolsa de resguardo para tapar las pizzas que no llegó a vender.

La escena ocurrió el martes 10 de septiembre a las 22.50. La compartió Belén Dip Fadel, vecina de Yerba Buena, quien ante la lluvia incesante hizo en su cuenta de Facebook la mejor propuesta de la noche: comprarle a Bruno, a quien aún le quedaba una hora para regresar a su casa.

“Hola, soy el chico de las pizzas. Me han dicho que querés hablar conmigo”.

—Bruno, esa noche llovía mucho, ¿por qué no te fuiste a tu casa?

—No puedo. Necesito trabajar todos los días y completar el horario. Si dejo la silla, a la noche no ceno.

Que alguien haya compartido una imagen suya lo sorprendió. Sin embargo, que le pregunten por qué no eligió resguardarse no. “He pasado noches peores. Con frío, viento, tormentas. Volví empapado a mi casa. Pero me quedo ahí. Hasta que no pase el dueño de la pizzería a buscarme no me voy”, reveló el joven.

Bruno vive en Yerba Buena, a poca distancia de la rotonda, junto a su mamá y dos hermanas. “Tengo un hermano más, el mayor, que vive en San Miguel. Él viene y come con nosotros, pero vive solo. Y a mí me gustaría eso, volver a ser independiente. Poder tener mis cosas, otro trabajo”, indicó.

El joven trabaja para una fábrica de pizzas que posee varios puestos callejeros. Él debe estar en ese lugar, todas las noches, cada día de la semana, a las 20. Entonces el dueño llega, baja una mesa, una silla, una lona o algunas bolsas por si llueve, 20 pizzetas, 10 pizzas grandes y 5 pizzas especiales.

“Antes trabajaba como vendedor en una compañía de telefonía móvil, pero al hombre que me ayudó a encontrar ese trabajo lo echaron. Y después a mí. En diciembre del año pasado un amigo me ayudó a encontrar este trabajo y lo acepté. Tenía que ayudar en mi casa, darle una mano a mi mamá, otra opción no tenía”, sostuvo.

A Bruno le pagan entre $150 y $200 el día trabajado, venda todo o no venda nada. No hay obra social, ni aguinaldo ni vacaciones. “Es trabajar y trabajar. Pero mi jefe me trata muy bien, yo estoy contento con lo que tengo. Claro que me encantaría encontrar otro trabajo. Poder ganar más, no trabajar en la calle. Es muy duro laburar en la calle”, dijo.

Si Bruno trabajara los 30 días -a razón de $200 diarios-, ganaría $6.000, de los cuales la mayor parte quedaría en manos de Sandra, su madre.

A Bruno, todas las noches, lo acompaña un perro: “Me saca la silla y tengo que trabajar parado”, dijo

A Bruno, todas las noches, lo acompaña un perro: “Me saca la silla y tengo que trabajar parado”, dijo

“Mi vieja tiene una casa de comidas. Vende sándwiches, bandejas con fideos o arroz, muchos platos. Yo la ayudo durante el día a hacer los repartos, porque sola no puede”, sostuvo. De su dinero, intenta guardar lo máximo posible para cambiar el celular: “Con un teléfono nuevo puedo buscar otro trabajo”, precisó.

“A mi mamá la ayudo y ella, con lo que puede, me da unos pesos. O me compra una remerita para que pueda salir con mis amigos y estar prolijo. En nuestra casa comparto habitación con ella, es por eso que necesito tener mi lugar. Un laburo mejor para poder crecer”, concluyó.

 

 

 

fuente: infobae

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