“No me arrepiento de este amor, aunque me cueste el corazón…”. La música de Gilda suena y suena a puro volumen dentro de un vestuario que rebalsa de alegría. Se escuchan palmas y gritos, mientras van y vienen los dirigentes, integrantes del cuerpo técnico y empleados de seguridad. Todo es alegría y celebración en el sector que River ocupó de los pasillos internos del Estadio Mario Alberto Kempes. La obtención de la Copa Argentina -sexto título durante el ciclo de Marcelo Gallardo- y el boleto a la Copa Libertadores 2017 son motivos más que suficientes para festejar, algo que ya se volvió una sana costumbre para este grupo.

Es un momento especial. De jolgorio y de desahogo. Porque cuatro días después del golpe con Boca, el millonario se recuperó rápidamente y obtuvo el gran objetivo del semestre. Por eso las caras en los alrededores del vestuario son todas de felicidad. Desde la del presidente Rodolfo D’Onofrio, pasando por los vices Matías Patanian y Jorge Brito, hasta la de los hinchas que lograron llegar hasta allí, sorteando vallas y controles, para buscar una foto con alguno de sus ídolos.

“Campeón Copa Argentina. Pasaporte al día”, fue la leyenda que eligió el club para estampar en la espalda de la camiseta de festejo. En el medio de la franja, tiene una mano sosteniendo el documento, que cuenta con el escudo del club. Sin dudas, los cañones estaban apuntados a la clasificación para el torneo continental. Una misión cumplida.

La perlita de la noche se dio en la salida del equipo del vestuario, con el plantel ya bañado y cambiado. Uno de los que encabezó la caravana fue Andrés D’Alessandro pero en vez de enfilar para la salida que desembocaba en el micro que volvía al Hotel Sheraton, se confundió y encaró junto con Iván Rossi, que venía detrás de él, para el ingreso a la sala de prensa, con un parlante del que salía cumbia a todo volumen.

La equivocación del Cabezón, que segundos después retomó su camino y se cruzó con sus compañeros para cantar el famoso “dale, campeón, dale, campeón”, generó risas en la sala donde luego Lucas Alario y Marcelo Gallardo brindaron una pequeña conferencia.

Antes de que hablara el delantero, cerca de las 0:30, una persona de la organización se situó en la puerta del vestuario con una pelota. Pero no era una más: era la que le tenía que dar a Alario por haber convertido los tres tantos. Un minuto antes de comparecer con los periodistas, el Pipa recibió el balón, que seguramente en pocos días ya tenga un lugar de privilegio en la casa del delantero.

Faltando dos minutos para que se hicieran la una de la madrugada, el partido había terminado hace casi dos horas pero un puñado de hinchas todavía seguía ahí. ¿Por qué? Querían darle la última despedida a un plantel que sigue brinándole alegría al pueblo millonario. “Un minuto de silencio… para Boca que está muerto”, cantaban desde abajo, mientras los jugadores, arriba del micro, se divertían entre sí y ya comenzaban a relajarse.

Sobraron los aplausos y los gritos para celebrar otro título en el año, y por eso también en el Hotel Sheraton fueron recibidos por una decena de fanáticos. La Copa se va para Núñez.

Fuente: Canchallena

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