Los lugareños aseguran que hubo errores groseros en la obra, falta de pericia y sobre todo sentido común por parte de los ingenieros, encargados y obreros del Estado. Por eso la primera lluvia que cayó en la zona se llevó todo el trabajo hecho en varios meses y que costó una fortuna.
“Lo que sucedió era previsible. Las murallas de cemento levantadas y los gaviones se vinieron abajo porque el agua se filtró por los costados. Uno, que es agricultor y que está acostumbrado a lidiar con canales y acequias, sabe que las entradas tienen que tener una especie de orejas laterales que impidan que la masa líquida se filtre, para que no suceda lo que ahora vemos. Y los gaviones tienen que ir echados y no en posición vertical, como se los puso”.
El que sabe, sabe…
Simple y directa, la explicación le pertenece a Fidel Fernández, habitante de la localidad de Alto El Puesto, en el departamento Graneros, y va dirigida a los responsables de una obra hídrica de contención que, tras casi un año de trabajo y con una inversión de $ 39 millones, fue arrasada por la primera crecida moderada que generarón las tormentas que se abatieron esta semana sobre Tucumán.
Enorme socavón
El hombre de campo no es el único lugareño que cuestiona la forma en que se encaró la tarea de tratar de frenar el crecimiento del enorme socavón formado hace años por las crecientes y que, tras esta última embestida de las aguas, quedó a metros de tragarse, otra vez, a la escuela 295, que ya había sido alcanzada por la correntada años atrás, además de algunas viviendas que no se sabe si seguirán en pie cuando vuelva a llover para los cerros.
Divide al pueblo
El socavón que parte en dos al pueblo, nació hace tres años y desde entonces no ha parado de crecer. Hoy ostenta 400 metros de largo, 200 metros de ancho y unos 15 metros de profundidad. Con esas dimensiones justificando sus miedos, los vecinos de la zona piden que se investigue cómo es que tras meses de trabajo y millones de pesos invertidos, la primera tormenta arrasó con todo lo realizado hasta el momento.
¡Que no llueva tanto!
Pero también ruegan que este verano las tormentas sean menos copiosas que los anteriores, ya que presienten que esta vez el desastre puede ser mucho mayor. A la vez, recuerdan los consejos recibidos para abandonar el lugar, pero se niegan, porque nacieron y se criaron allí y porque no tienen otro sitio para instalarse, ni tierra que los sustente como ocurre en Alto El Puesto, el pueblo que cada vez que el cielo se nubla, se inunda de temores y malos augurios.