La tucumana Silvana Gómez Juárez cumplirá hoy su gran sueño. Será la primera luchadora argentina en participar de una velada de UFC. Cerca de las dos de la tarde en Las Vegas enfrentará a la mexicana Lupita Godinez. “La Malvada” participará del festival después de que Sam Hughes, la rival inicial de Godinez, fuera dada de baja porque su entrenador dio positivo de Covid.
Así, producto de un guiño del destino, Gómez Juárez dio el salto que tanto esperaba desde que hace dos años se instaló en la mexicana Tijuana y llegará a la meca de las artes marciales mixtas sin necesidad de pasar por la eliminatoria que iba a protagonizar la semana próxima ante la brasileña Maria Silva en el Dana White Contender Series, una especie de reality show organizado por el patrón de la UFC para promover nuevos peleadores.
La vida de esta tucumana de 36 años fue contada hace unos meses por Clarín. Se trata de una luchadora que se sobrepuso a las dificultades que asomaron una y otra vez. Una historia de superación constante.
Es un sábado frío de 2018. El GPS nos lleva al corazón de Polonia. Unos días antes de este 3 de marzo, el avión que llevó a Silvana Gómez Juárez decoló en Tucumán para recorrer los 12 mil kilómetros que la separaban de su destino final. ¿Destino? El Atlas Arena de ?ód?, un estadio con 13 mil espectadores que anticipan una pelea enardecida. No será su combate más violento pero es un momento decisivo. Esta chica trigueña oriunda de Tucumán se planta en el octágono con toda la ferocidad que puede caber en su metro sesenta. No por casualidad le dicen “La Malvada”. Se mueve rápido. Mide a su rival. Ensaya los primeros golpes con la misma cadencia frenética del relator polaco que intenta seguir cada movimiento. Su oponente, la brasileña Ariane Lipski, es una luchadora experimentada pero Silvana se lanza al combate como si el miedo no fuera una opción. Son 5 rounds a pura piña, patada y derribo. Unos veintipico de minutos que dejan a cualquiera sin aliento. Suena la campana anunciando el final. El árbitro escucha la decisión y levanta el puño de la brasileña. Gómez Juárez pierde por unanimidad, en una de las pocas derrotas de su carrera. Poco importa. En su interior sabe que está lista para patear la puerta grande de las artes marciales mixtas (MMA) luego de una vida de entrenarse para sortear todo tipo de obstáculos.
Una cuestión de familia
Cuando Olga Juárez se casó con Roque Gómez no sabía que su marido practicaba artes marciales. Cuatro años después, y ya embarazada de Silvana, Roque la invitó a una exhibición en la que participaba. “Recién ahí me desayuné que él hacía artes marciales”, recuerda ella. Era el día de la Familia. Olga venía soportando las patadas de su hija con la fuerza de un vaticinio: “Esta va a ser peleadora como vos”, le había dicho el futuro padre antes de ingresar a la Maternidad de San Miguel de Tucumán sin adivinar lo acertado que estaba.
Era finales de los 80 y el mundo de las artes marciales parecía todavía incipiente en la capital de la provincia azucarera. Los Gómez Juárez sólo conocían a un profesor de karate cuando Roque comenzó a dar clases de kung fu en la Municipalidad de Yerba Buena. Después de varios años de entrenamiento como atleta amateur, no pasó mucho tiempo hasta que Olga comenzara a entrenar con su marido. A sus cinco años, le tocó el turno a Silvana.
“Yo la impulsé a meterse en artes marciales porque desde su niñez era muy tímida y dentro de su escuela le hacían bullying”, invoca Roque el día que su hija vino con el boletín de cuarto grado y un señalamiento de la maestra: tenía que mejorar las notas y también su conducta. Para corregir el malentendido se pasó una semana espiándola en el patio del colegio. “Un poste se movía más que ella”, recuerda su padre. Durante el recreo, una Silvana retraída se quedaba parada en la puerta del aula sin hablar o jugar con ningún compañero. “A mi me entró un gran miedo, pensaba que el día de mañana podía ser una persona sometida, entonces la llevé a hacer artes marciales para fortalecer su carácter y para que se valiera por ella misma”.
El tiempo le daría la razón pero su hija todavía le reprocha su primera pelea, cuando la hizo competir en medias cancán. “Ella era una niña muy niña, estaba todo el día con sus zapatitos y sus vestiditos. Una nenita muy femenina”, la describe Olga. Silvana tuvo que cambiar sus desfiles de vestidos por los pantalones de kung fu, una muda de ropa que no la convencía del todo hasta que Olga le confeccionó versiones más coloridas de su uniforme deportivo.
El primer torneo fue producto de la casualidad y la insistencia de Roque. Era un abierto en San Miguel de Tucumán al que llegaron chicas de todo el país para competir y no tenían a ninguna rival de su edad. Silvana andaba de acá para allá con su vestido cuando recibió la orden:
-Ponete una remera y competí.
-¿Con cancán?
-Sí, con cancán.
La competencia de combate por puntos reunía a todas las disciplinas. Silvana estaba furiosa pero peleó. Para su padre no era cuestión de ganar, “era decirle que en cualquier momento lo podía hacer, yo sabía que podía”. De aquella primera pelea Olga se arrepiente de no haber tomado ni una sola foto.
Ese torneo fue un momento de quiebre para Silvana, que comenzaba a perfilarse como una deportista competitiva. Con los años le imprimió a todo lo que hacía el mismo carácter metódico que le había enseñado su padre; así como entrenaba seis días a la semana, pasó cinco años estudiando música y leyendo partituras. Ni fiesta de quince, ni viaje de egresados; su adolescencia transcurrió entre golpes, derribos, gimnasios y dojos. “No conocía otra vida, le agarré tanto amor que no me pesaba no ir a un cumpleaños, a una fiesta o a un viaje. Siempre tuve otras metas desde mi comienzo en las artes marciales”, dice.
La consigna de Roque era tratar de competir en todos los torneos que hubiera, “cuánto más duros, mejor”. ¿Ejemplos? El Sanda, una modalidad de competición que se inició en los servicios de guerra del imperio chino durante la Dinastía Tang no escatima en agresividad. Algunas de sus reglas rezan así: “Los competidores deben golpearse a plena potencia”. Otra: “Las zonas válidas para marcar puntos son: el tronco, la cabeza y los muslos. Las áreas prohibidas son: la entrepierna, la parte posterior de la cabeza, la garganta y el cuello”. Y: “Los adversarios alcanzarán la victoria por KO o por puntos, los cuales se obtienen por acertar un golpe a la cabeza o al cuerpo, por derribar al oponente, o por expulsar al contrario fuera del cuadrilátero”.
A la estricta doctrina del kung fu le siguieron otros deportes de contacto como el full contact y el kick boxing. El padre de La Malvada era el brazo de hierro de la familia. Su entrenamiento era severo y dedicado. Olga, que por aquella época hacía malabares entre el trabajo de la casa, los entrenamientos y las competencias que organizaba junto a su marido, lo recuerda así: “A la mañana todo el mundo iba a la escuela y a la tarde todo el mundo al gimnasio. Esa era nuestra rutina, al principio no fue fácil. Roque era bien duro, a mi no me perdonaba cuando fui su alumna. Cuando hablaba en clase, el castigo era hacernos saltar por haber desconcentrado sus órdenes. Ahora, cuando mis hijos dan clases, son iguales”.
Los hermanos Gómez Juárez se dedicaron a las artes marciales con el mismo tesón que les inculcaron sus padres: Silvana y su hermana Febe, conocida como “La leona”, pelean por un lugar en el circuito de las MMA; el más joven, Ezequiel, es profesor de educación física y decidió tomar un camino propio enseñando ritmos urbanos y Elías se dedicó al wushu, una de las disciplinas más exigentes dentro de las artes marciales.
Hijo prodigio, la muerte precoz de Elías marcó un antes y un después en la vida familiar y en la carrera profesional de Silvana. “Él vivía para entrenar. A la mañana estaba con la camisa y corbata del colegio, llegaba a casa, se ponía el equipo de kung fu y se iba al gimnasio. Cuando Silvana estaba con fiaca él le decía: ‘vamos gordita, hay que entrenar para que salga’”, lo recuerda Olga. Elías, que fue campeón nacional de Wushu, obtuvo uno de los primeros puestos en el Panamericano y llegó a competir en un mundial en Turquía, era el motor de la familia.
Sus padres todavía recuerdan su insistencia en participar del programa televisivo “Talento Argentino” para mostrar al país el deporte que le apasionaba. Un video de Youtube lo muestra con desenvoltura vistiendo un traje blanco satinado que le confeccionó Olga, junto a sus dos hermanas que lo acompañarán en el show. La mayor, Silvana, con el pelo tirante y algo de glitter en los párpados habla con timidez frente a la cámara. Maximiliano Guerra, jurado del certamen, anticipa la exhibición de saltos y lanzas con un comentario que busca la risa del auditorio: “qué familia peligrosa”, les dice antes de quedar sorprendido por un display de destreza que llevará a Elías a la semifinal. “Fue una experiencia que nos ayudó como hermanos, al ser un atleta tan solitario, el estar todo el día juntos para entrenar y prepararnos nos hizo conocernos más”, cuenta Silvana.
En 2013, luego de un cuadro de neumonía que se complicó, Elías falleció a los 24 años dejando un cráter en la foto familiar. “Yo era la primera en cuidarlo por la mañana y recuerdo que un día lo encontré con dos sueros en la mano haciendo biceps tratando de recuperar su masa muscular. Tenía tantas ganas de mejorarse que yo sentí que no podía aflojar. Mi hermano es mi gran ídolo y fue una motivación para mí”. Para sus padres fue un cimbronazo, “no sabíamos qué hacer. Nos juntamos como familia y decidimos seguir adelante”, confiesa Olga. En honor a su memoria, los Gómez Juárez continuaron con la escuela de kung fu en Tucumán. Para su hermana mayor fue una bisagra que la impulsó a emprender una carrera deportiva profesional.
Para competir en este deporte hay que saber pegar fuerte. Nacido como una decantación del Vale todo, del cual la familia brasileña Gracie -los principales difusores del jiu jitsu- son el mayor exponente, las MMA surgen como la convergencia de diversas artes marciales y se sustenta en un ecosistema de negocios agresivo. Fundado en 1993 por Art Davie, Campbell McLaren, Bob Meyrowitz y Rorion Gracie, UFC es el tanque mundial de las artes marciales mixtas conocido por llevar a la práctica maniobras monopolizadoras que terminan por absorber y destruir a sus competidores. También es el lugar en donde todos los luchadores quieren estar. Para las mujeres el ingreso estaba vedado hasta que Rousey les abrió la puerta a patadas. Claro que para eso tuvo que endurecer el cuero y -según algunos- masculinizarse. Tanto así, que “Rowdy” todavía recuerda la vez que un periodista le dijo con tono desaprobatorio:
-Usted no se comporta como una dama.
-Creo que estoy más autorizada que usted para decir cómo debe actuar una lady -le respondió la chica tomando su entrepierna.
Un poco más sutil en sus modos, a Silvana también le tocó transitar por ambientes cargados de testosterona. Los torneos de artes marciales que organizaba su padre le valieron uno de los primeros encontronazos con sus colegas masculinos: “cuando ella maduró, hacía la programación de las peleas y tenía que seleccionar quién peleaba, prácticamente tenía que dirigir a los peleadores; les decía lo que tenían que hacer, a qué hora debían ir al evento… Eso generaba mucho rechazo”, apunta Roque. Acostumbrados a que otros hombres les dieran las directivas de las competencias, acudían al padre de Silvana rabiosos porque ahora era una mujer la que marcaba las reglas. Su conocimiento de la interna del arbitraje le aportó la confianza que necesitaba para tomar las riendas de su carrera a los 16 años. Recién egresada del colegio secundario agarró las valijas y se vino a Buenos Aires para desafiar a la campeona argentina de kick boxing, Micaela Ciccioli. Luego de 5 rounds y un final inesperado, le arrebató el título a una rival avezada en la lucha profesional. El futuro parecía promisorio.
Todavía adolescente, su ingreso a la universidad supuso para ella conocer una vida social por fuera de las artes marciales, a partir de su incorporación en el equipo de rugby. Era 2003, cuando ingresó al profesorado de Educación Física de Tucumán y conoció a Rita Cazorla, quien estaba buscando a otras chicas para formar el equipo universitario. “Ella estaba acostumbrada a los deportes de contacto, se sumó al equipo y se quedó varios años”, comenta Rita.
Tanto le apasionó la ovalada que llegó a competir en el equipo Cardenales e incluso jugó para Las Pumas, representando a la Argentina hasta 2016, cuando todavía el rugby no era cosa de chicas. Durante las giras con la selección nacional cada una llevaba aguja e hilo para ajustar las camisetas XXL que les bailaban en sus cuerpos talle S. “Si bien ya había existido un equipo femenino en Tucumán, cuando volvimos a tomar la posta fue duro. No teníamos espacio para entrenar, ni las mismas oportunidades de jugar porque éramos el único equipo de la provincia en ese momento” señala Rita.
“Era muy común que nos dijeran: ‘Si jugás al rugby es porque sos machona’. Hay que romper con esos estereotipos del machismo porque no todas somos iguales”, opina Silvana.
Acostumbrada a jugar sola y a ser minoría en las artes marciales, esta incursión significó una oportunidad de entrenar por primera vez con un grupo de amigas. También, le valió incorporar el tackle a su técnica de lucha y le aportó a sus compañeras la disciplina de entrenamiento del dojo. “Ella le hizo mucho bien al equipo porque al principio no entrenaban lo suficiente, y cuando Silvana jugó los primeros partidos les dijo que tenían que dedicarse a full”, dice Olga. Rita agrega que “entrenar con ella tenía un plus, siempre te alentaba a ser mejor”. La capitana del equipo que ganó cuatro torneos nacionales recuerda una de las contiendas más peleadas que jugó junto a Silvana: una final contra el club La Plata en el 2015. El tanteador marcaba un empate y estaban a un minuto de finalizar el partido cuando Silvana le susurró: “gorda, agarrá la pelota y hacé magia”. En la jugada siguiente, a Rita le cayó la pelota entre las manos, avanzaron y terminaron en un try que las coronó en el torneo. “Siempre nos acordamos”, dice Rita, quien ahora mira las peleas de su amiga cada vez que encuentra una transmisión por tv.
Su paso por el boxeo también la ayudó a enfrentar la hostilidad fuera del cuadrilátero. “No viví demasiadas cosas machistas dentro del deporte”, admite Silvana, quien sí recuerda un festival de box femenino en el que un grupo de espectadores las mandó a lavar los platos. Olga, que la acompañó por primera vez cuando decidió sumar el boxeo a su rigurosa rutina de entrenamiento se ríe al relatar la anécdota de cuando su entrenador le hizo una broma machirula y Silvana le replicó con un tackle: “viejo, no te hagas el canchero conmigo”, le dijo. Nadie se animaría a contradecirla en la jaula.
Bienvenida a la jaula
Es el 27 de marzo de 2010 en Parque Chacabuco. Los Gómez Juárez viajaron desde Tucumán para ver a su hija por primera vez en el octágono contra Ana Macinelli, conocida en el circuito de las MMA como “La Barbie cordobesa”. La novata Silvana todavía no ha tenido su bautismo de fuego en una disciplina que distingue a los peleadores por un apodo a tono con su carácter.
Desde que llegó a la Capital, Olga ha estado con náuseas; hace rato que no ve a su hija pelear pero no quiere ponerla nerviosa. Esta es su noche. En la esquina de la jaula se encuentran Roque y Esteban Houdini Bonaveri, quien la preparó para llegar a esta pelea. Su voz áspera y concreta le indica las intenciones de la rival. “Te va a querer llevar al piso”. Silvana respira y piensa: “Te voy a pegar tan fuerte que no vas a querer llevarme al piso”. Ella sabe que el juego también se define en una dimensión inasible ubicada cerca del cerebelo. Por eso, desde que es una adolescente dedica un rato cada día a la meditación, tal como le enseñó su padre.
Inhalar y exhalar, curar el cuerpo. Esa fuerza mental fue clave cuando se instaló en Buenos Aires para su entrenamiento. “Ahí me desprendí de mis padres, fue mi primera experiencia lejos de mi casa y del dojo donde siempre me entrenaba”. Ya lejos de Tucumán, Gómez Juárez recaló en el Fight Club de Caseros que comandaba Bonaveri. Peleador de cepa y uno de los pioneros de MMA en el país, Houdini sabía que Silvana iba a tener que dominar otras técnicas si quería ganar. “Sufrí mucho en ese campamento, me derribaron tantas veces que lloraba”. Si bien su fuerte estaba en el golpe y la distancia, tuvo que incorporar técnicas del jiu-jitsu y la lucha grecorromana; sabía que su oponente podía ganarle si llegaba a someterla en el cuerpo a cuerpo. Olga recuerda las llamadas telefónicas después de los entrenamientos, las palizas que recibía su hija y lo difícil que fue la decisión de enviarla a Buenos Aires.
Ahora se enfrenta a la jaula. Silvana trata de mantener la distancia con agilidad. Primera conexión. Tres golpes fulminantes. Mancinelli se le cuelga del cuello. Olga grita desde un rincón: “Pegale al costado, en las costillas”. No consigue llevarla al piso. Ha sentido el strike de Silvana, quien se dice: “entraste a mi juego. Ahora voy a terminarte”. La contienda no dura más de un round. El equipo de la cordobesa detiene la pelea, ya le han pegado demasiado. Brutal y fulminante, así es “La Malvada”.
La pelea que importa
A contramano de todas las opiniones
Silvana Gómez Juárez, la “Malvada” de las MMA de Argentina. Foto archivo Combate Américas.
En un deporte que se rige por las reglas del capitalismo, llegar a competir en una franquicia internacional implica considerar diversos factores. Según Fabrykant: “Las empresas te contratan por tus habilidades deportivas, pero también por tu marketing y por cómo manejás tus redes sociales. Esas cosas también inciden. Para que UFC te elija, además de ser buen peleador te tenés que mostrar”. Esteban Bonaveri coincide en que es importante la popularidad de los atletas, aunque cree que aquello que define las oportunidades de los peleadores es su récord. “Es difícil, hoy lo económico determina las posibilidades de ingresar al circuito internacional. En Rusia y Estados Unidos, donde están las ligas y gimnasios más grandes, los atletas tienen apoyo. En Argentina, a menos que tengas un gimnasio o dinero, es difícil darle continuidad, la mayoría de los atletas argentinos que se destacaron son los que se fueron al exterior”.
En el negocio de las MMA el caché de los deportistas puede oscilar entre los ocho dígitos y cifras irrisorias cuando se trata de eventos locales. La ecuación que determina si un luchador puede amasar millones o llegar a una modesta supervivencia depende tanto de sus cualidades deportivas como de su talento para atraer la atención de los aficionados a través de peleas que les aseguren estelaridad y proyección internacional.
Un riesgo que tomó
Para Silvana, la decisión de dejar el país era un riesgo que debía tomar para apuntalar su carrera. La tucumana, que prefiere no hablar de parejas y se limita a decir que “ahora está muy bien” con alguien que comparte su pasión por las MMA, admite que la distancia con su familia fue lo más difícil de transitar. “Para tener una carrera hay que dejar todo. El despegue familiar le costó mucho, somos muy familieros. Es la etapa más difícil para ella”, opina Roque Gómez.
No paró más
Su hija, que ya lleva dos años radicada en Tijuana con la ayuda de Marcelo “Pitbull” Rojo -quien recientemente debutó en UFC-, obtuvo su primer contrato para competir en el evento internacional Combate Americas contra Saray Orozco y, de ahí no paró más. Instalada en el país del norte desde 2019, tuvo que reacomodar su rutina de entrenamiento y dieta para ponerse a tono con rivales más potentes. La pandemia la obligó a cambiar sus planes para negociar peleas como agente libre en otras franquicias y mantenerse en carrera. Sus últimos dos combates contra Diana Reyes, en Lux Fight League, y Gisely Perea, en el Ultimate Warrior Challenge (UWC) de México, la dejaron un paso más cerca de su objetivo. Lejos de casa, Silvana sabe que en cada resultado se juega su futuro.
“Tomé el riesgo de irme sola a otro país. Es lo que tengo que hacer para llegar a donde yo quiero”. Y finalmente llegó. Después de un extenso recorrido, Silvana luchará en la codiciada UFC. Será este sábado, contra la mexicana Lupita Godinez. La Malvada alcanzó su meca y ahora promete seguir escalando.