La tasa global de fecundidad (el número de hijos por mujer) volvió a caer y se ubicó en 1,54, el valor más bajo de la historia.
El Ministerio de Salud publicó las estadísticas vitales correspondientes al año 2020. La tasa global de fecundidad (el número de hijos por mujer) volvió a caer y se ubicó en 1,54, el valor más bajo de la historia.
En 2020 se registró un nuevo y abrupto descenso de la natalidad. Los nacidos vivos en ese año fueron 533.299, lo que representa un 14,7% menos respecto al año anterior -625.441 en 2019- y un 31,4% en relación al 2014 (777.012).
“Es la menor cifra de nacidos vivos de las últimas décadas. Se acentúa el declive de los nacimientos que comenzó en 2014″, dice la licenciada Mónica del Río, que año a año analiza las estadísticas vitales que proporciona el Ministerio y llama la atención sobre lo que estas cifras significan.
La tasa de natalidad, el número de nacimientos por cada 1000 habitantes también registra una caída constante desde 2014, ubicándose en 11,8 en 2020.
La caída que muestran estas cifras no se debe a la pandemia, aclara del Río, ya que la mayoría de los nacidos en 2020 fueron concebidos antes de las medidas de aislamiento en prevención del Covid 19.
La tasa global de fecundidad (TGF), el promedio de hijos por mujer en edad fértil, también se derrumba, ubicándose cada vez más lejos de la llamada tasa de reemplazo de la que depende la estabilidad de la población. La llamada tasa de reemplazo es de 2,1 hijos por mujer; en la Argentina esa tasa ha caído al 1,54 en 2020. Un derrumbe.
“Si bien no hace mucho que descendimos del nivel de reemplazo poblacional (2,1), la caída fue abrupta desde el 2014, año en el que comenzó a disminuir drásticamente el número de nacimientos”, dice Mónica del Río que regularmente publica estas cifras y su interpretación en el boletín Notivida,
Es decir que, desde 2014, el país se aleja de la tasa de fecundidad que garantiza que la población se mantenga estable y ello sin que suene ninguna alarma en los despachos oficiales, del signo que sean. Por el contrario, las distintas administraciones abrazan el antinatalismo con entusiasmo digno de mejor causa.
“Las políticas antinatalistas implementadas en los últimos años –tanto a nivel nacional como en las provincias- aceleran el descenso de la fecundidad y de la natalidad”, dice Del Río, con el resultado de que la Argentina se irá despoblando.
El año 2014 marcó un punto de inflexión en este sentido cuando el Ministerio de Salud -durante el mandato de Cristina Kirchner- potenció el antinatalismo con una política hiperactiva de anticoncepción: se incorporó el implante subdérmico, que es un anticonceptivo de larga duración orientado a adolescentes y jóvenes, a la canasta de medicamentos que distribuye el programa Remediar.
Estas políticas cuentan al parecer con el gran consenso que la clase política es incapaz de construir para estabilizar la economía, reinsertar al país en el mundo y emprender un camino de crecimiento y desarrollo que permita combatir eficazmente la pobreza. En esto sin embargo la continuidad y el acuerdo es total, aunque no se explicite.
En 2017 el gobierno de Cambiemos implementó el Plan ENIA para reducir el embarazo adolescente -que evidentemente les preocupa mucho más que la adicción a la droga o la delincuencia juvenil a juzgar por la eficacia en un caso contra la impotencia y el fracaso total en los otros combates.
En 2018 Mauricio Macri habilitó el debate de la legalización del aborto en el Congreso. Aunque no funcionó, y aunque los principales referentes de ese espacio decían públicamente que estaban en contra, lo estaban promoviendo ya activamente.
Por ejemplo, en esa época la ANMAT aprobó el uso del misoprostol como abortivo y autorizó su venta en farmacias.
Un episodio ocurrido en el Hospital Piñero reveló hasta qué punto los CeSAC, Centros de Salud y Acción Comunitaria, dependientes del Gobierno de la Ciudad, antes que centros de atención primaria eran unidades de promoción del aborto. El hospital ordenó tapiar un mural pintado por una artista en el frente del pabellón Maternidad del hospital porque mostraba -horror- un niño en el vientre materno… El motivo por el cual lo tapiaron fue la protesta del CeSAC de Flores -en total hay unos 40 centros de este tipo en la Capital que trabajan en coordinación con los hospitales- y los argumentos esgrimidos eran increíbles.
“Dentro del hospital se fue batallando el derecho al aborto legal [N. de la R: recordemos que todavía no estaba legalizado] no fue fácil conseguir que atendieran a las mujeres que llegan en situaciones de urgencia”, explicaron desde el CeSAC. Hasta las 12 semanas de embarazo, el aborto se practica en el mismo Centro de Salud, mediante suministro de Misoprostol. Pero, “cuando los casos tienen más tiempo de avance, tenemos que recurrir al sector de obstetricia del hospital”, se sinceraron. Para ellos, el mural “es un mensaje que busca desestimar la posibilidad de interrupción del embarazo”, porque es “una figura que hace alusión a un feto, y eso simbólicamente es violento para las personas que transitan el pabellón donde hay multiplicidad de situaciones”.
Ese es el ideario del Gobierno de la Ciudad.
“Durante el 2020 Alberto Fernández paralizó todo menos la llamada ‘salud reproductiva’. A poco de comenzado el confinamiento estricto, Juan Carlos Escobar, coordinador del área de adolescencia del Ministerio de Salud, anunció que el acceso a métodos anticonceptivos y al aborto eran ‘servicios esenciales’ que quedaban fuera de las restricciones impuestas por el Covid”, escribió Mónica del Río.
ANTINATALISMO
Entre 1980 y 2020, la tasa global de fecundidad cayó un 55%, pero la caída, como se vio, fue mucho más abrupta a partir del 2014 (35% de 2014 a 2020).
La TGF de Argentina es similar a la de los países europeos, cosa que, increíblemente, a algunos los enorgullece.
Julia Pomares, asesora del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, retuitea un hilo del Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, el think tank del que ella también formó parte) diciendo “gran hilo con una gran noticia”.
Se trata de un mensaje de Rafael Rofman, director del Programa de Protección Social en CIPPEC, que al comentar las estadísticas de salud, escribe: “La tasa global de fecundidad (el número de hijos por mujer) bajó nuevamente y está en 1,55, el valor más bajo de la historia y cercano al de los países más desarrollados”.
Para él también existe una fecha precisa como momento de aceleración de este fenómeno: “Después de años de estancamiento, el descenso se inició en 2015, y se viene acelerando. En fecundidad adolescente (menores de 20 años) es más fuerte aún: entre 2014 y 2020 bajó un 55%. Y entre las mujeres jóvenes con baja educación la reducción alcanzó a cerca del 66%”.
Pomares destaca que la caída de la fecundidad adolescente -”que en su gran mayoría es no intencional”, aclara- entre 2014 y 2020 fue de 55%. Y afirma: “Es una GRAN oportunidad para que miles de mujeres rompan el círculo vicioso de la pobreza y tengan más libertad para decidir sobre sus vidas”.
Afirmación dudosa, considerando que la pobreza no hace más que subir desde 2014, en paralelo con la baja de la fecundidad.
Rofman, como Pomares, celebra estas novedades: “Esto es muy bueno: implica que más mujeres ejercen sus derechos y deciden. La mayoría de los embarazos adolescentes son no intencionales y las tareas de cuidados que estas madres asumen las llevan en muchos casos a abandonar o bajar calidad de su educación y carreras laborales. Esto implica que miles (60.000 por año, si comparamos 2020 con 2014) de mujeres jóvenes tienen nuevas oportunidades para romper círculos viciosos de pobreza, para ser más productivas, vivir mejor y aportar más a la sociedad.”
Esta lectura confirma que la inspiración de todas las políticas antinatalistas, aborto incluido, es la idea de que la pobreza se resuelve evitando que nazcan los pobres.
Rofman informa que Cippec viene trabajando este tema y pensando en “cómo aprovechar las oportunidades de desarrollo y mejora en calidad de vida que implica”; algo difícil de entender si pensamos que estas “oportunidades” se vienen presentando desde 2014 y cada vez hay más pobres en la Argentina.
Sin sorpresas, temas estratégicos como la demografía no interesan a nuestros políticos: están siempre concentrados en el corto plazo.
O utilizan el tema para la chicana política. El hoy senador Oscar Parrilli, sin hacerse cargo del giro antinatalista de la gestión de Cristina Kirchner en 2014, de la “opción por evitar que nazcan pobres” que adoptó aquel gobierno, se sirve de esas cifras, no para autocriticarse, sino para autoelogiarse una vez más, asegurando que entonces nacían más niños porque había esperanza…
La distancia entre el discurso o el ideario de origen y la práctica suele ser frecuente entre los políticos.
En el acto en el Senado por los 40 años de Malvinas, Cristina Kirchner dijo: “Los peronistas no podemos por origen, por historia, ser antimilitares”. Pero ella lo fue durante sus dos mandatos…
Los peronistas tampoco pueden ser antinatalistas, -por historia y por doctrina-, pero CFK lo es desde 2014, cuando abandonó las políticas pro vida que hasta entonces había promovido.
Más aun: ningún político que gobierne o aspire a gobernar la Argentina debería ser antinatalista.