Por Manuel Rivas* Director Diario Cuarto Poder | La pluma muda. La noticia de la muerte del periodista tucumano Orestes Arlati generó conmoción en quienes lo conocieron y siguieron su trayectoria en la que descolló como pocos en una materia volátil como la política.
Un sobrenombre que le dio la radio
Mis recuerdos en torno a Orestes Arlati navegan en una memoria auditiva, porque solía escucharlo en el medio radial en el que hizo sus primeras armas. Eran los años 80 y mi madre me acostumbró a tener como compañera a la radio.
Arlati avanzaba en su profesión periodística en LV12, quizás su derrotero venía de más atrás en el tiempo, pero eso no lo sé. Fue justamente la radio la que le dio el sobrenombre de “mudo” con el que todos lo conocíamos.
Sin embargo, era una denominación a la que sólo accedían aquellos que tenían la confianza suficiente. Ocurrió en medio de las emisiones del Mundial 78, al solicitarle que leyera la formación de un equipo cuyos nombres eran impronunciables. Y claro, se quedó mudo.
La dorada época de Siglo XXI
Arlati tenía reservado para su vida profesional un crecimiento como columnista político en la Redacción del Diario Siglo XXI, fundado por Eduardo García Hamilton. El slogan de ese medio de comunicación era: “Siglo XXI: un diario con opinión”.
Y sostenía ese slogan un equipo de analistas y opinólogos de fuste, encabezados por el mítico Julio Aldonate y seguidos por “grosos” como Luis Peña, Tomás Luciani, Orestes Arlati, Eduardo Komaid y Luis Monti, a quienes secundaban jóvenes valores.
Cada uno de esos “monstruos” del periodismo tenían un escenario en sus columnas semanales e incluso generaban un constructivo debate intercambiando opiniones de uno a otro escrito, con una saludable polémica constructiva que daba deleite.
El terror de la clase política provincial
Orestes Arlati era un periodista respetado por toda la clase política provincial, desde el Gobernador para abajo. Su pluma era filosa y su tono irónico generaba más de un dolor de cabeza a quienes conformaban esa dirigencia.
Tenía contacto y reflejaba todos los sectores políticos, ya sean del oficialismo o de la oposición, con lo que daba cabida a todos los partidos y sus representantes en sus columnas de opinión.
Y ese estrellato periodístico en el ámbito político duró muchos años, que excedieron al diario Siglo XXI, porque continuaron en su semanario “Nueva Era” y en los productos periodísticos que generaba, uno de ellos en TV junto a Pablo Haro.
La ira de un sindicalista
Una de las anécdotas que tengo con Arlati tienen que ver con el enojo de un sindicalista. Hace poco que estaba en la Redacción del Diario Siglo XXI y me sorprendió verlo debajo de su propio escritorio desde donde me llamó con una seña.
Me pidió en voz baja que atendiera a una persona que lo buscaba en la recepción y que dijera que él no se encontraba. Me dirigí hacia allí y me encontré con un sindicalista de gran estructura que reclamaba por su presencia. Era un hombre temible.
Le expliqué que Arlati no se encontraba y le dije que lo atendería. El gremialista se limitó entonces a entregarme un comunicado de prensa para que se lo publicara y se fue, advirtiéndome que le avisara al columnista estrella que lo estaba buscando.
Empujando el auto de Arlati
Una noche, luego del cierre de edición, notamos que Orestes estaba ansioso de acercarnos en su auto, un Renault 18. Varios de los periodistas jóvenes que integrábamos la Redacción aceptamos el convite de nuestro gran compañero.
Muy pronto comenzó a fallar el auto y descubrimos que la generosidad de nuestro compañero se fundamentaba en la necesidad de empujar el vehículo para que arrancara. En eso estábamos cuando sonó mi celular y lo atendí pleno de agitación.
Era mi novia de entonces, que creyó que estaba haciendo otra cosa y me cortó, pese a las explicaciones. En su sabiduría popular, Arlati me aconsejó que no gastara energías en convencerla de lo contrario. Sabio consejo.
Dejamos de ser compañeros
Siendo columnista y periodista de Diario Siglo XXI Orestes Arlati concibió la idea de impulsar su propio emprendimiento periodístico, un semanario al que bautizó como “Nueva Era” y al que de inmediato le dio una impronta política muy fuerte.
En ese entonces, un nuevo director del Diario que provenía de la península Ibérica, comenzó a hostigarlo y halló, justamente en el nuevo emprendimiento de Arlati, el motivo para echarlo de la empresa.
Dejamos de ser compañeros, pero cuando coincidíamos en la calle, en algún bar o en alguna oficina pública nos dábamos tiempos para saludarnos y hablar. Le gustaba mucho el Diario Cuarto Poder.
La nostalgia de los tiempos idos
Despedir a Orestes Arlati en medio de esta pandemia sólo logra potenciar la nostalgia de los tiempos idos, la Redacción llena de periodistas, el humo de los cigarrillos transformando el espacio en Londres, con una profusa neblina y el traqueteo de los teclados.
Esos tiempos no volverán jamás, como los productos impresos que reculan ante la “nueva normalidad” marchitándose en una primavera que pensamos era eterna, como nuestra juventud y las energías propias de esa edad.
Hoy una gran pluma periodística se quedó muda. Quizás Orestes esté en alguna mesa dialogando con Julio Aldonate de alguna cuestión mucho más medular que la política comarcana. Desde acá le mando mi abrazo y mi recuerdo permanente.
*Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor.