Desde su domicilio, rodeado de parte de su circulo íntimo, José Alperovich escuchó los cinco testimonios que se ventilaron en la segunda jornada del juicio que se le sigue por abuso y violencia sexual contra una sobrina y ex colaboradora suya, dejando entrever su nerviosismo mediante los gestos que acompañaron cada frase y el incesante humear de los cigarrillos que consumió con avidez.
La audiencia se desarrolló en el edificio que alberga el Tribunal Oral Criminal 29, en Capital Federal, a cargo de Juan María Ramos Padilla, donde la Corte Suprema de Justicia, tras una serie de planteos, decidió que debía llevarse el debate luego de haberse planteado una cuestión de competencia ya que los supuestos ataques en 2018 y 2019, se habrían registrado tanto en Tucumán como en CABA, donde el ex senador tiene su domicilio.
La primera en exponer fue la abuela de la joven, quien, en primer lugar, destacó la valentía de su nieta al haber decidido sacar a la luz lo que dice haber vivido mientras trabajaba para Alperovich.
“Ella había estado cumpliendo funciones en el Archivo Histórico de la Provincia, donde le iba muy bien, teniendo en cuenta sus capacidades y su creatividad. Por eso no me gustó nada cuando me enteré de que iba a trabajar en política. Nunca me gustó ese ámbito, es sucio, corrupto”, afirmó la mujer.
Y luego de admitir que conocía a José Alperovich desde antes del ingreso a la política del ex gobernador, dijo que su presencia la dejaba un poco más tranquila ya que creía que él la protegería. “Me equivoqué”, afirmó.
Según contó, su nieta sufrió un deterioro físico muy importante tras pocas semanas de comenzar a trabajar en lo que ella llamaba “la campaña”. “Bajó mucho de peso, estaba distante, ya casi no la veíamos, siempre pendiente de su teléfono, no tenía fines de semana, ni feriados, estaba absolutamente imbuida por el trabajo”, dijo.
Tanto la abuela de la denunciante como el resto de los testigos debieron responder preguntas tanto del fiscal Sandro Abraldes, como de los representantes de la querella, Pablo Rovatti y Carolina Cymerman y de la defensa, encabezada por Augusto Garrido y la colaboración del tucumano Ariel Sosa.
“Cuando ella me comentó lo que había pasado yo no lo podía creer. ‘Mi cuerpo no daba más’”, aseguró que le dijo su nieta. Cuando le preguntaron si la joven había tenido temor de denunciar lo sucedido, la mujer aseguró que sí y afirmó que siempre vio que Alperovich “se sentía dueño de todo, que era todopoderoso”. “Luego de la denuncia tuve miedo de que la mataran en la calle”, afirmó, con lo que concluyó su participación.
Luego fue el turno de una tía, cuyo relato coincidió con el precedente. “Yo no quería que entre a trabajar en política. Y se lo dije. Ella siempre fue muy inteligente. No me gusta la política. Desde que comenzó a trabajar ella cambió mucho, ya casi no nos veíamos. Bajó de peso, se le caían las uñas, el pelo, tenía síntomas de ataques de pánico y por todo eso le pedí que renunciara, pero ella me decía que no podía”, relató la testigo, que además es médica.
Finalmente y luego de la denuncia, la mujer se enteró por boca de la denunciante lo que había sucedido. “Fue en mayo de 2019 cuando me lo cuenta. Ella sentía mucho miedo, pero siempre fue valiente y decidió denunciarlo. Él siempre fue muy poderoso, nosotros éramos chiquitas al lado de su poder”, afirmó.
Posteriormente ante el estrado se situó una prima hermana de la joven que fue coincidente en muchos de los detalles que ya habían contado. “Después de haber comenzado a trabajar su cuerpo cambió muchísimo, al igual que su estado de ánimo. Bajó más de 10 kilos. Tenía pánico. Puedo decir que no le fue fácil renunciar por el poder que él ejercía. Haber podido hacer la denuncia y que luego tomara estado público la liberó y ella pudo rehacer su vida”, afirmó.
Luego fue el turno de una de las mejores amigas de la joven. “Trabajar con él la destruyó, se volvió distante, cambió su aspecto. Pocas veces vi a una persona tan afectada, y ella es mi amiga del alma”, aseguró. Y finalmente, vía zoom, fue el turno de un tío de la denunciante, quien ratificó todo lo que habían dicho los anteriores testigos.
En todos los casos, los declarantes recordaron momentos de lo que la denunciante les dijo que había sucedido. Pero fueron coincidentes sobre todo en dos detalles: uno, en que uno de los ataques se había producido dentro de un auto, mientras un custodio y chofer manejaba, y el otro, en el departamento del ex gobernador en Buenos Aires.
Y aseguraron que ninguno quiso preguntar detalles, sino que ante el relato que les hizo a cada uno sólo dejaron que ella hablara, sin pedir demasiados detalles ya que veían cómo estaba sufriendo. Y todos afirmaron que el principal indicio de lo que había sucedido fue el deterioro físico de quien ellos consideraban “una persona muy alegre”, a la que, dijeron, vieron derrumbarse por lo que había sufrido.
Al ser testigos ofrecidos en primera instancia por la querella, se esperaba que ninguno aportara pruebas o elementos que beneficiaran al ex gobernador. Pero los testimonios, si bien dados a partir del relato que hizo ella, fueron muy duros e incluso en algunos momentos la audiencia debió suspenderse algunos minutos para que los declarantes se recompusieran.
La audiencia seguirá adelante el próximo lunes, cuando se espera que sigan exponiendo testigos allegados a la denunciante, en el marco de un proceso que podría extenderse hasta el mes de julio de este año.
fuente: contexto