Las balaceras y asesinatos vinculados al narcotráfico se convirtieron allí en hechos cotidianos. Ni los cambios de ministros o los envíos de fuerzas federales lograron frenar un foco de criminalidad que irradia a todo el país. La pelea Aníbal Fernández-Omar Perotti y el relato escalofriante de una fiscal.
La violencia narco fuera de control en Rosario expone como pocas cosas la impotencia y los límites del Estado argentino. Es un fenómeno, el de la criminalidad multirubro asentada en el poder del tráfico de drogas, que el gobierno provincial y el nacional no lograron conjurar y que en los últimos 20 años lo único que hizo fue empeorar.
Pero en las últimas semanas, la tendencia pareció acelerarse, tanto en cantidad como en la crueldad de los hechos, y encendió una señal de alarma que, sin embargo, no provocó ninguna decisión política de alto impacto, ni siquiera la suspensión de los aprestos de campaña que tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio están a la orden del día.
Lejos de convocar en el Congreso a apurar los nombramientos de las decenas de cargos de jueces y fiscales que se necesitan para atender una escalada peligrosa en toda la provincia de Santa Fe, oficialismo y oposición estuvieron enfrascados en discutir un proyecto de juicio político a todos los jueces de la Corte Suprema.
Además, la decisión del gobernador de Santa Fe, el peronista Omar Perotti, de echar a su ahora ex ministro de Seguridad, Rubén Rimoldi, y designar al reemplazante fue una ocasión oportuna para que se produjera un cruce público y con el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, quien le recriminó su pedido urgente de ayuda.
De esa pelea peronista -donde se entremezclan también cuitas que tienen que ver con la interna nacional- no estuvo ajeno el intendente de Rosario, el radical Pablo Javkin, quien demandó también la llegada inmediata de más policías para brindar seguridad a vecinos que viven aterrados y son testigos mudos y espantados de asesinatos, extorsiones y balaceras que ya se cometen con brutal desparpajo.
De hecho, el alcalde rosarino reveló que los últimos tiroteos que hubo contra el frente de locales -uno de ellos un banco- fue cometido por jóvenes que llegaron al lugar del hecho en bicicleta y otro caminando. Ninguno de los dos fue, hasta este viernes, identificado ni, menos, detenido.
La crisis de seguridad en la tercera ciudad de la Argentina en cantidad de habitantes -sólo detrás del Capital Federal y de Córdoba- se devoró tres ministros. La noche del miércoles asumió el ex gendarme Claudio Brilloni -que tuvo un desempeño reconocido en la zona durante la gestión de Patricia Bullrich- para reemplazar a Rimoldi, pero los episodios de violencia criminal, lejos de frenarse, continuaron, como si nada.
Según informó Agustín Lago, en la zona norte un ladrillero terminó asesinado de cinco tiros, mientras que una sucursal del Nuevo Banco de Santa Fe fue atacada también a tiros y una clienta que estaba en la zona de los cajeros automáticos terminó con una herida de bala en una pierna.
Valeria Haurigot, la fiscal de la Unidad Especial de Balaceras -penosa originalidad rosarina de tener una oficina específica para investigar un delito que se repite con pasmosa secuencialidad- advirtió que debido a la descomposición del Servicio Penitenciario, “se cometen más delitos poniendo a los criminales presos”.
El juez del máximo tribunal advirtió que para enfrentar esta situación se requiere de “un compromiso político y de los poderes públicos, que dejen por un momento las elecciones de lado, las especulaciones electorales, y que de una vez por todas nos sentemos a consensuar una estrategia sostenida en el tiempo”.
fuente: infobae