El comisario Héctor Rivas, al frente de la Alcaidía 9 Bis de la Policía de la Ciudad, todavía se conmueve al ver a su hija Irina con el uniforme de ese cuerpo. Ella fue quien persiguió ese sueño y él estuvo dispuesto a acompañarla, sin temores y la aconsejó. Hoy su hija le agradece todo lo que le enseñó en la vida.
Desde el 7 de diciembre del año pasado, el comisario Héctor Rivas sabía que el próximo Día del Padre iba a ser distinto, lo sintió en el alma y en las mejillas mojadas por el llanto dulce de la “alegría” y el “orgullo” de ver a su hija Irina convertirse en bombero calificado del Cuerpo de Bomberos de la Ciudad.
Aquel caluroso día Irina Belén Rivas Ramírez, de 20 años, volvía a ver a su familia, tras un año de internado y con pocas salidas por el COVID, potenciándose los sentimientos, ahora como nueva integrante del cuerpo de Bomberos de la Ciudad, una profesión que empezó a imaginar cuando de chiquita “escuchaba la sirena del cuartel” de su barrio, Villa Crespo, o en “las visitas a esa estación” con el contingente escolar.
El comisario Rivas, 50 años, 30 como policía, hoy está al frente de la Alcaidía 9 Bis de la Policía de la Ciudad mientras Irina cumple sus funciones en la Sala de Alarmas de la Estación IV de Barracas.
De aquel día Rivas rememoró: “estaba tan contento, lloré como nunca de la emoción y si sigo hablando me largo a llorar otra vez”. —”Si, si. Lloramos un montón”, corroboró Irina. —”Para mí es un orgullo que esté en la institución –continuó Rivas-.
En mi caso yo quería ser policía desde chico. Mi padre fue policía y mi tío también, y ver a Irina compartiendo la pertenencia al mismo Sistema Integral de Seguridad Pública que une a Policía y Bomberos de la Ciudad es algo muy fuerte”.
Más allá de las exigencias y la exposición para ambas profesiones, de tener en claro que “uno sabe cuándo se va de su casa pero no cuando viene”, Rivas aseguró que “no había temor” cuando su hija le dijo que quería ser bombero.
“La apoyé para que siga su sueño, su camino y explicarle cómo uno debe proceder en la institución. Le di consejos por la experiencia de 30 años, traté de inculcarle lo mejor, más allá de los sinsabores que pueda tener que transitar en algún momento de la vida, pero eso no debe alterar el buen camino”, contó el comisario.
Héctor Rivas, igual que su padre, no le dijo que se uniera a la fuerza, ni qué camino seguir. Lo que hizo fue, junto a la madre de ella, transmitirle valores, el respeto por las instituciones, la solidaridad con vecinos, amigos. Ella es una persona que ante cualquier inconveniente está dispuesta a ayudar, de manera espontánea. Cuenta el padre de Irina que de chica ya uno la veía cariñosa y preocupada por sus abuelos, en general, por su familia. Y a medida que se fue agrandando su círculo pudieron notar lo bondadosa y solidaria que es. “Ella es una chica que no actúa arrebatadamente. Siempre trata de tomar las mejores decisiones. Consulta, escucha opiniones, pero termina haciendo lo que a ella le parece lo correcto”, destaca.
Irina también recordó aquel día en que les transmitió a su papá y a su mamá su deseo de convertirse en bombero. “Se pusieron muy contentos. Sabía que yo quería servir, que veía a las mujeres bomberos poder hacer cosas importantes. Igual de felices se pusieron cuando entré a los 19 años a la quinta promoción de Bomberos de la Ciudad”, señaló la joven.
Y llegó este primer día del padre compartiendo el mismo objetivo de dar lo mejor a la población sirviendo en un sistema donde policías y bomberos se complementan.
“Lo quiero mucho. Gran parte de lo que estoy haciendo me lo enseñó él. Yo sé que él está contento”, aseguró Irina, la segunda de cuatro hermanos.
Mientras Irina cursa estos meses para alcanzar la Tecnicatura en Protección contra Incendios, en la familia Rivas ya vislumbran otra jornada emotiva: un hermano de Irina, Martín, ya tiene decidido ingresar al Instituto Superior de Seguridad Pública para convertirse también en Bombero de la Ciudad.
Las charlas familiares se dan mayormente en almuerzos de los fines de semana. Irina no vive con el padre. Ya está en pareja. Pero continúan compartiendo la mesa y esos asados que los apasionan, tanto al padre como a la hija. Aunque también hay días que se juntan a comer pastas o empanadas, para seguir disfrutando el día entreteniéndose con juegos de mesa o en la computadora.
En esos momentos, Héctor se reúne con todos sus hijos. Martín, que está terminando el secundario, pronto seguirá los pasos de Irina, aunque con una personalidad diferente. Según su padre, está escuchando lo que hace su hermana, aunque todavía no encontró su rumbo. Es audaz y muy deportista, por lo que la exigente preparación física le va a costar menos, aunque le causa cierto temor. Hay que cumplir con tiempos. “Ya salió a correr”, cuenta.
El comisario, orgulloso de sus hijos, siempre los acompaña en sus decisiones. Su sueño es que cada uno de sus hijos pueda proyectarse en un futuro en lo que deseen, tanto en lo familiar como en lo económico. Que logren su bienestar, que sean personas de bien, que puedan apoyar a la sociedad y que logren ser felices en lo que elijan. “Siempre haciendo las cosas bien”, enfatiza.