Después de negar la existencia de su hijo en un intento por despegarse del crimen y de haber quedado preso en otra causa por violencia de género, Jorge Lucero, el padre de Benjamín, fue traslado ayer a la zona de Atahona donde se realizó el hallazgo. Lo hizo acompañado por el equipo científico de investigaciones fiscales (ECIF) del que forma parte el arqueólogo forense Alejandro Leiva y, un detalle por lo menos particular, fue vestido de policía.
Cinco lugares
Según indicó una fuente cercana a la investigación, el acusado marcó primero cinco posibles lugares donde podría estar enterrado el cuerpo de su hijo, después descartó tres de esos sitios y finalmente en uno de los dos puntos restantes, en medio de la vegetación, encontraron una bolsa de plástico con restos humanos. No estaba enterrada, como se dijo en un primer momento, sino sobre la superficie y envuelta con una sábana infantil que pertenecía a la familia de la víctima.
Mientras se espera el resultado del trabajo de los forenses para confirmar si los restos pertenecen o no al nene desaparecido, el trágico desenlace de la historia parece ya un hecho inevitable. “Por la estatura, yo pienso que es Benja”, dijo a TN esta mañana su abuela paterna, Mercedes Luna.
Homicidio agravado por el vínculo
Durante la tarde está previsto que Lucero sea imputado de homicidio agravado por el vínculo y la mamá del menor, una joven identificada como Romina, por los delitos de encubrimiento o participación secundaria y lesiones graves. Es que para la Justicia, los dos torturaron a Benjamín.
La guarda de los hermanos
A raíz de la grave acusación que pesaba sobre la pareja y en tanto avanza la investigación, la Justicia le otorgó la guarda provisoria de los dos hermanitos de Benjamín a su abuela materna, Mónica Gargiulo. Fue entonces cuando los chicos empezaron a hablar.
“Qué lindo hubiera sido que Benja venga con nosotros, ¿no?”, lamentó uno de los menores. Rápidamente, su abuela le respondió que, cuando lo encontraran, también él iba a poder vivir con ellos, pero la respuesta de su nieta fue demoledora. La nena dijo que eso no iba a ser posible porque Benja ya era “un angelito que está en el cielo”.
Frente a este escenario, los investigadores fueron por los padres de Benjamín en busca de respuestas y, en cambio, se encontraron con un enigma aún mayor. La primera vez que la interrogaron, cuando ella misma denunció a su pareja por violento en la causa que lo puso tras las rejas, la madre de la víctima nunca declaró la existencia de su hijo Benjamín.
La denuncia de la abuela
Y volvió a negarlo un mes después, cuando su abuela ya había denunciado la desaparición del menor. En esa oportunidad, aseguró que tras el nacimiento de su hija se había ligado las trompas. Los investigadores fueron entonces a entrevistarse con Lucero, quien se encontraba detenido por la denuncia de su mujer, y este también desconoció a Benja.
La coincidencia entre las versiones de los dos acusados no pasó desapercibida. “Es evidente que existió un pacto de silencio, una confabulación entre ambos progenitores”, remarcó a TN el abogado Álvaro Zelarayán, que representa a la abuela materna del menor.
“Ellos (los nietos) dicen que el papá lastimó a Benja, que le lastimó la cabeza con un bloque de cemento. Me contaron que (el padre) le pegaba con un machete, con un látigo, con botellas, con fierros…”, sumó la abuela materna, quien quedó al cuidado del resto de los hermanos de la víctima.
Lo torturaba
“Él lo torturaba a Benja, lo mordía”, agregó Mónica, convencida de que sus otros nietos fueron sometidos a castigos similares. De hecho, antes de que naciera Benjamín, el matrimonio perdió a otro de sus hijos.
Se llamaba Rodrigo y tenía un año. La autopsia entonces determinó que había muerto por broncoaspiración y la causa se archivó. “Rodrigo llegó muerto al hospital”, recordó apenada su abuela. “Nos dijeron que supuestamente sufrió una broncoaspiración pero tenía quebrado el brazo, la pierna, un golpe muy fuerte en la cabeza y un desgarro de cuatro centímetros en la boca, sobre el labio, que le llegaba al ojo”, subrayó.
No obstante, en ese momento el fiscal Jorge Carrasco consideró que no había pruebas suficientes para afirmar que había sido víctima de una muerte violenta y el caso se cerró.
La casa donde Benjamín vivía con sus padres y sus dos hermanos estaba ubicada sobre la ruta 157, a unos a 84 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Se trata de una zona con pocos habitantes en donde las casas están a una distancia de entre 200 y 500 metros, unas de otras.
Contexto de agresividad
Aun así, el contexto de agresividad que rodeó a Benjamín durante su corta vida no era un secreto para nadie y fueron varios los vecinos que, cuando el caso se hizo público, dijeron a los medios locales que en esa vivienda “reinaba la violencia”.
Esa casa ya no existe. En las últimas horas, casi en simultáneo con los rastrillajes para dar con el chico desaparecido, la abuela materna de Benjamín, Mónica Gargiulo, decidió tirarla abajo con el aval de la Justicia
“Quería que ese lugar desaparezca, que sus nietos no tengan referencia del lugar donde fueron torturados”, señaló a TN una fuente cercana a la causa. Actualmente, Benja tendría tres años y ocho meses, pero la última vez que sus abuelas lo vieron tenía dos y recién estaba empezando a caminar. /TN
fuente: tn