¿Los asesinos de Nora fueron uno o dos? ¿Quiénes son los dos miembros “fantasmas” de la banda que robó el banco Río? ¿El Gordo Valor fue el verdadero líder de la superbanda? ¿Barreda inventó que lo llamaban Conchita y los supuestos maltratos de sus víctimas? ¿Cuántos crímenes cometió Robledo Puch?
Nora Dalmasso luchó contra su asesino. Fue golpeada, desvanecida y luego estrangulada con el lazo de su bata y con las manos. El criminal ejerció una fuerza de 15 kilos de tres a cinco minutos sobre el cuello de Nora.
Muchas incógnitas
“Tenía lesiones en el cráneo y en el codo derecho. Se trata de una víctima luchando por su vida, derribada al suelo y transportada a la cama, o sorprendida en ella. No siempre se halla un escenario criminal con muebles derribados, vidrios rotos y regueros de sangre. Ello no suele ocurrir cuando la víctima es una mujer, un niño o un anciano. Ha trascendido que el examen del lugar del hecho, no ha cumplido el axioma acuñado por Edmond Locard: ‘El lugar del hecho debe ser un recinto sagrado’. En el escenario criminal estuvieron no menos de 20 personas”, dictaminó el prestigioso forense Osvaldo Raffo en el informe que hizo a pedido de la defensa de Marcelo Macarrón -esposo de la víctima-, también firmado por el criminólogo Raúl Torre.
Tampoco se descarta que hayan sido dos los asesinos.
Pero hasta el día de hoy, su crimen es un gran misterio.
Cinco fiscales. Más de cien policías. El FBI. Una junta de peritos. Unos 15 abogados. Un detective de la División Homicidios que había resuelto 50 asesinatos.
Ninguno de ellos llegó ni siquiera cerca de algo parecido a la verdad del crimen de Nora Dalmasso, asesinada la madrugada del 26 de noviembre de 2006 en el barrio privado Villa Golf de Río Cuarto.
Desfilaron 10 sospechosos
Entre su hijo Facundo y el albañil Gastón Zárate, injustamente acusados. También se habló de un presunto amante de Nora, de un ex rugbier, de un funcionario y de un sicario colombiano.
Marcelo Macarrón, el viudo, que ganaba un torneo de golf mientras asesinaban a su esposa, fue sospechado de contratar un “avión fantasma” para ir y venir a Río Cuarto con la misión de matarla. El fiscal Daniel Miralles lo imputó como autor material, pero como esa hipótesis era inverosímil, se apartó de la causa, como sus tres predecesores. Lo reemplazó Luis Pizarro, que terminó por acusar a Macarrón como presunto autor intelectual del crimen.
“Nunca se va a saber”, dice una fuente del caso. Argumenta que se contaminó la escena del crimen, que las pistas no alcanzan, que los móviles del femicido no fueron profundizados y que no hay pruebas contra Macarrón.
Hoy por hoy puede decirse que está a un paso de quedar impune. Más allá de la imputación de Macarrón, ¿quién la mató? Hasta ahora no ubicaron a nadie en la escena del crimen.
Están ante un asesino sin nombre ni rostro.
El caso Dalmasso, que podría convertirse en una serie, es uno de los mayores enigmas de la historia criminal argentina.
Pero no es el único.
¿Barreda creó su propia ficción?
El 15 de noviembre de 1992, Ricardo Alberto Barreda mató a escopetazos a su esposa Gladys McDonald, de 57 años, a su suegra Elena Arreche, 86, y a sus dos hijas Cecilia (26) y Adriana (24) en su casona de La Plata.
En el juicio declaró que estalló de furia porque las mujeres de la casa lo maltrataban. Dijo que su suegra hablaba mal de él delante de sus hijas. Que lo llamaba perdedor, aburrido y que una de sus hijas le dijo que su abuela le había dicho, cuando era chica, que no jugara con su padre. Pero el mayor error de esa mujer fue haberle regalado la escopeta Víctor Sarrasqueta con la que el odontólogo eliminó a cada mujer de su familia como si fueran “patitos de feria”, como graficó el perito psiquiátrico Miguel Maldonado que lo examinó antes del juicio. El domingo de la matanza, según Barreda, su esposa le dijo que fuera a cortar la parra porque para lo único que servía era para los trabajos de “conchita”. “Conchita de acá, conchita de allá, todas ellas me llamaban así”, declaró ante los jueces y la prensa.
La duda que quedó y jamás será develada es la veracidad de la versión de Barreda. Nada justifica su acto criminal. ¿Pero qué buscaba al inventar que sus hijas, su esposa y su suegra lo maltrataban?
Para los investigadores no hubo emoción violenta y no hubo pruebas de los dichos del femicida. Es más: estaban seguros de que los asesinatos fueron planificados porque Barreda practicó tiro, fue a una charla del forense Osvaldo Raffo y sabía que ese domingo iba a hacer lo que hizo.
A eso se suma su amistad con Carmen “Pirucha” Guastavino, la vidente que fue su amante. Ni siquiera fue sospechada de instigadora o partícipe, pero ella le dijo que su familia tenían un plan para enloquecerlo o matarlo. “Eran ellas o yo”, dijo Barreda.
Más de 20 años después del hecho se puso de novio con Berta André, a quien llamaba “Chochán” y se burlaba de ella en la cara. Ello llevó a pensar que él mismo hubiese armado su propia ficción, que hubiese inventado que le decían Conchita y que le hacían la vida imposible. Las amigas de su hija incluso dicen que era al revés. Que él era el maltratador. La historia del femicida así lo muestra.
Pero el secreto de lo que pasaba puertas adentro de la familia Barreda comenzó a irse con los crímenes de Gladys, Cecilia y Adriana. Y quedó sepultado con la muerte de Barreda, ocurrida de el 25 de mayo de 2020, a los 83 años.
Lo que no se sabrá del robo del siglo
El 13 de enero de 2006, siete ladrones robaron unos 19 millones de dólares del banco Río de Acassuso y huyeron en dos gomnes y por un túnel. Cuando la Policía (más de 300 uniformados rodearon el banco y hubo cuatro horas de tensión) entró en el banco, sólo se encontraron a los rehenes y en la bóveda un mensaje que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Los ladrones se esfumaron. En ese momento iban hacia un lugar inhallable a contar el dinero y repartirlo junto a las joyas.
Fueron cayendo de a uno.
Pero sobre el que es considerado uno de los asaltos más importantes del mundo hay secretos tan bien guardados que, lo más probable, es que nunca saldrán a la luz.
1) El botín: la Policía sólo recuperó casi un millón de dólares entre dinero y joyas que eran la parte de Rubén Alberto de la Torre, el primero en caer.
2) Alicia di Tullio: ¿La banda sólo cayó por la mujer de De la Torre, que los delató? De los Servicios de Inteligencia se jactan de ser ellos los que impulsaron la investigación, por el entrecuzamiento de llamadas.
3) Los dos ladrones “fantasmas”: En Infobae se contó la historia de esos dos pistoleros con experiencia. Ninguno de ellos cayó y la causa prescribió. Uno reclutó a Luis Vitette y a Beto De la Torre. El otro, el llamado “séptimo hombre”, fue recomendación del llamado “Hombre del traje gris”. Nadie sabe dónde están. Podrían estar detenidos por otras causas, ocultos o quizá siguiendo su vida de manera austera.
4) ¿Segunda delación? El ladrón apodado “Marciano” o “Ingeniero” fue acusado por dos de sus compañeros que leyeron la causa de haberlos delatado cuando le hicieron un simulacro de fusilamiento. El lo negó. Pero más allá de eso, sus compañeros lo entendieron. “No era ladrón como nosotros. Y se asustó. Es lógico”.
5) ¿Peleas por la repartija? Luis Mario Vitette, “el ladrón del siglo”, reveló que hay dudas con el reparto del dinero. Dice que no es el único que piensa eso. Nombró a otros tres compañeros. “Uno recibió joyas de Once”. Nadie acusó recibo. Pero marca una grieta en la banda más audaz del crimen argentino. Vitette no quiso volver a hablar del tema. Retirado del delito, disfruta de su familia. Hay bandas que hacen canciones en su homenaje, lo entrevistan de todo el mundo, en un documental hará de sí mismo, atiende su joyería y, como si fuera poco, se dio el gusto de que dos actores lo interpretaran. Guillermo Francella en El robo del siglo, vista por más de dos millones de personas, y Rodrigo de la Serna reconoció que se inspiró en el ladrón uruguayo para su papel en Cien años de perdón, que le valió una nominación al Premio Goya como mejor actor revelación.
Lo que parece una utopía es que los cinco miembros estables de la banda puedan reunirse alguna vez. Ni hablar los siete que participaron en el gran golpe.
¿Valor es puro mito o fue el líder de la superbanda?
Otro de los enigmas delictivos es la mítica superbanda que en los años ochenta y noventa robaba bancos y blandos a punta de fusil. La génesis de ese grupo fue la banda de las corbatas, liderada por Pablo Tato Ruiz e integrada por Rubén Alberto de la Torre. Ruiz fue el primer capo de la superbanda, de la que también formó parte De la Torre, a su vez miembro de la banda del robo del siglo.
Tras la muerte de Ruiz en un tiroteo, en 1991, el liderazgo pasó a Luis El Gordo Valor. En 1994, después de fugarse del penal de Villa Devoto, la Policía lo catapultó a la fama con el cartel de Enemigo Público Número 1. Estuvo prófugo 244 días.
Pero algunos de sus ex compañeros aseguran que no era el líder de la banda, que se manejaba con estructura celular: esto quiere decir que entre algunos miembros no se conocían.
Operaban en el norte, sur y oeste del conurbano. Se estima que unos cincuenta pistoleros pasaron por esa banda.
“Usamos su fama para ocultarnos en el anonimato. Muchos hechos se los metieron a él. Eso habla de un tipo con códigos”, dijo uno de los maleantes.
Otro mito (¿o realidad?) es que Valor pagó por delitos que nunca cometió. En especial por dos grandes robos. Uno de ellos ocurrido en la Reja, donde fue asesinado el policía Jorge Carabajal.
Al menos dos delincuentes admitieron ante Infobae que ellos cometieron hechos que terminó “pagando” Valor. Uno de ellos destaca que no fue delator. Y otro dice que por su afán de ser una leyenda se hizo cargo de algunos robos en los que no participó. “Hablan de envidia, yo no hablo mal de nadie”, dijo El Gordo una vez.
De hecho, entre algunos hampones se corrió el rumor de que Valor había sido policía en Entre Ríos, pero eso fue falso.
“No fue el líder”, dijo hace años La Garza Hugo Sosa, otro ex miembro de la superbanda. Otros dos compañeros dicen lo mismo. ¿Celos o verdad?
Y si Valor no fue el líder, ¿quién lo fue?
El Ángel Negro, ¿mató a menos o más víctimas?
La historia oficial refiere que Carlos Eduardo Robledo Puch mató, entre 1971 y 1972, a once personas mientras dormían o estaban de espaldas. Está preso desde hace 48 años: nadie estuvo tanto tiempo en prisión como él. Aún insiste en que no mató a nadie y culpa a sus dos cómplices: Jorge Antonio Ibáñez y Héctor Somoza. Somoza fue su última víctima, el 3 de febrero de 1972. Después de dispararle le quemó la cara con un soplete. Lo de Ibáñez es un misterio. Murió en un accidente de autos el 5 agosto de 1971 en Cabildo y Quesada, Núñez. El que manejaba era Robledo, que resultó con lesiones leves. Siempre se sospechó que se tiró del auto para generar el accidente y la muerte de su amigo.
“Lo mató porque era la persona que más podía comprometerlo”, dirán algunas fuentes del caso.
“Fue una desgracia. Yo me salvé de milagro”, declaró Robledo. Los familiares de Ibáñez nunca le creyeron.
A Ibáñez le decían Queque, era un joven rosarino que se jactaba de entrar por las noches en las iglesias a robar la limosna que dejaban los fieles y soñaba con actuar en cine.
“Robar te da adrenalina”, le dijo a Robledo Puch el día que lo conoció. Lo que siguió fue vértigo y muerte: la dupla cometió unos 20 robos y no dejaron vivo a ningún testigo.
Otra sospecha nunca resuelta es a cuántas personas mató. ¿Fueron menos o más de once?
“A varios que nos cruzamos con él nos dijo que sólo boleteó a tres, que el resto se lo cargaron”, dijo el Gordo Valor, que lo vio en Devoto y en Sierra Chica. Se sabe que Robledo, que cayó a los 19 años, fue torturado en la comisaría primera de Tigre, que cuatro años después del interrogatorio al joven asesino fue un centro clandestino de detención.
Lo confirmó Osvaldo Raffo, que lo examinó 27 veces hasta declararlo “psicópata perverso”. “Lo torturaron y eso no lo avalo, pero de todos modos él había cometido los crímenes. Después de mi última pericia con él, ya fuera del trámite oficial, le dije: ‘Robledo, ¿usted más a más de once?’. Asintió. ¿Más de 15? Volvió a asentir. ¿20? Y sonrió”, le dijo Raffo a Infobae hace tres años
Más interrogantes. ¿El padre de Ibáñez lideraba la banda o mandaba a robar a su hijo y a Robledo? ¿Por qué se quemó el expediente original del caso? ¿La desaparición de su primer abogado Eduardo Gutiérrez tuvo que ver con él?
Pasaron 48 años y nunca hubo respuestas. Y acaso nunca las haya.
fuente: infobae