Dice la tradición que los Reyes Magos visitaron y adoraron a Jesús en el pesebre. Le dieron regalos y se marcharon alabando a Dios y agradeciendo el haber tenido el privilegio de ver al “Salvador” del mundo. En el ámbito político, hay algunos que se creen reyes, pero no son magos, porque las cosas no les están saliendo bien.
Hay quienes afirman, con una convicción muy firme, que existen mundos paralelos. La llegada de los Reyes Magos, puede servir para crear un paralelismo con otro ámbito muy distinto, el de la política. Cuentan que en una comarca subtropical muy calurosa, había tres políticos, que se creían reyes, que no eran magos, pero que simulaban serlo.
Uno de ellos se llamaba Malhechor, estaba al frente de algo que no era ministerio ni cartera, aunque decía que tenía un Plan y que se parecía a Belgrano, quizá por la estatura. En sus actos fallidos de magia sólo había podido fabricar ilusiones, por lo que muchos afirmaban que tenía la intención de “vender humo”.
La posición de Malhechor ante el común de la gente se complicaba cada vez más, porque los anuncios de los grandes actos de magia se diluían sin el respaldo de los brujos mayores de su nación, más preocupados por los mercados, las variables económicas y los magos pintados de amarillo. Convencido de la necesidad de mantener el liderazgo en su tribu, Malhechor, que decía ser “Belgranito” le entregó el dominio a otro simulador que creía ser rey, Garpar. Juntos realizaron simulacros de magia en el que el pueblo entendiera que estaban enfrentados, aunque compartieran estrategias y objetivos comunes. Malhechor sabía que Garpar, quien había dejado sus camellos por concesionarios y constructoras, tenía más poder. Por ello lo dejó ser el mandamás durante doce años, mientras simulaba, cada tanto, enfrentarlo para disputarle el poder. También podía, de vez en cuando, derrotar a uno que otro adversario de Garpar.
En la tribu de Malhechor, mientras tanto, valoraban ese falso enfrentamiento, creyendo que se trataban de sinceros intentos y lo mantuvieron como líder. Sin embargo, llegado el momento de abandonar la máxima posición de poder, Garpar se sintió cada día más desplazado de las decisiones. Quienes lo habían reemplazado estaban comenzando a escuchar las opiniones de los aldeanos y de la propia tribu, quienes exigían que Garpar no participara tanto de las decisiones. Viendo esto, Garpar decidió resurgir aquel pacto con Malhechor y para ello le pidió que renunciara a la posición de ese rango ministerial y encabezara la lista de magos diputados testimoniales. Por su parte, él trataría de influir en la lista de los candidatos de su tribu, quienes no serían los más populares. La idea era que perdieran o empataran, a fin de atribuir esos magros resultados a los que lo habían reemplazado en el poder. Sólo de esa manera, suponía que el clamor de la propia tribu lo invocaría para regresar al poder, que soñaba mantener por lo menos durante ocho años más. El pacto estaba vigente y ambos buscaban mantener y consolidar su poder, aunque la magia siempre implicara lanzar cortinas de humo sin beneficiar al conjunto de la comunidad que decían representar.
Sin embargo, los aldeanos comenzaron a discutir la injerencia de Garpar, que se llamaba de esa manera por su idea de que todo hombre tiene su precio. La tribu se convulsionó y el poder de ambos se puso en duda. Tanto de una como de otra orilla de las tribus, surgieron cuestionamientos.
Mientras tanto, en otra tribu, había otro supuesto rey “el negro” Vaaasaltar. Este rey mago de tez oscura, dominaba un reino más chico pero no menos importante. Vaaasaltar quería dominarlo todo en su territorio, a tal punto que su injerencia se extendia hasta al manejo de los carruajes que circulaban por sus calles poceadas. Un día decidió manotear el manejo de los carruajes que llevaban el número 11, como una línea de ómnibus de nuestro mundo, pero no pudo hacerlo porque la Justicia se lo impidió. Vaaasaltar tenía una buena relación con Malhechor y una mala relación con los adversarios de Garpar, lo que se transformaba en un vínculo firme, mientras que el humo los seguía cubriendo de la mirada del pueblo, que no atinaba a reconocer esta relación que tanto los perjudicaba.
Las torres autorizadas por el pequeño bufón
El pacto secreto entre el rey mago Malhechor y Garpar tenía claras connotaciones políticas, pero no ocultaba intereses económicos. Al punto que el primero de los reyes magos políticos había dado órdenes a uno de sus bufones y colaborador incondicional “Pequeño Toledín”, que hiciera una excepción en las normas de construcción de su aldea, a fin de que Garpar pudiera continuar con la construcción de unas torres que no respetaban esa legislación. La servilidad de “Pequeño Toledín” permitió que así lo hicieran, generando grandes beneficios a las empresas de Garpar. Ese había sido uno de los gestos que esperaba Garpar para tener la certeza de la contunidad del pacto. Ahora viene una historia que nadie se anima a anticipar: la que narra cómo terminará este pacto. Algunos se imaginan a Malhechor, muy viejito, jubilándose en una especie de consejo de ancianos que elaboran leyes; otros ven a Garpar con todo el poder durante ocho años, mientras que otros ven a Vaaasaltar, agazapado, esperando esos ocho años para transformarse en el mandamás. Cualquier parecido con la realidad polìtica de Tucumán no es pura coincidencia.