Un grupo de diputados del bloque federal de Kosiner y del massismo viajará a Tucumán, en donde los espera Juan Manzur, que manda en la primera provincia grande que el peronismo presume de ganar sin competencia (pierde en las otras seis).
El Gobierno (es decir, Mauricio Macri y Marcos Peña) dedicarán la última semana antes del receso invernal a negociar con sus aliados de Cambiemos la forma del acuerdo que conversa ya con el peronismo moderado para una agenda que atornille el plan económico. La publicación de los detalles del encuentro del martes en un restorán de San Isidro entre Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Emilio Monzó, con Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey, Miguel Pichetto y Sergio Massa hizo saltar las alertas dentro de Cambiemos. “¿Cómo se juntan sin avisarnos?”, fue la queja de los aliados de la UCR y de la Coalición. Desde la cúpula explicaron que ésa fue una más de otras reuniones y que no se firmará ni acordará nada sin la participación de la propia tropa.
La respuesta resultó cautelosa: nunca se habían reunido todos esos protagonistas, y menos conjurados a un silencio total. Para asegurar el sigilo eligieron un lugar amigo, la parrilla La Rosa Negra, que queda junto al hipódromo de San Isidro (por una confusión geoestacionaria dije este sábado que había sido en un club de rugby de esa ciudad). Ese santuario de la política criolla estuvo vinculado a la familia de Jorge Triaca, ministro de Trabajo –que no estuvo en la cumbre– y ha sido sede de históricas peñas con diverso grado de conspiración.
Tan importante fue esa cita que la charla siguió el viernes entre Frigerio y Massa. Del lado del oficialismo, los asistentes tienen esta semana la agenda completamente dedicada a atender a los gobernadores y legisladores de Cambiemos que se enteraron por la publicación de este fin de semana de la existencia del encuentro. Salvo Larreta y Vidal, ninguno de ellos estuvo en la pícara reunión al que el Gobierno se resiste a llamar “El pacto de San Isidro”. Hubo bruma y niebla sobre la cita, incluso algunos la imaginaron en otros lugares, y con otros protagonistas. Se entiende el celo: ¿con qué cara le van a explicar en el Gobierno a los socios de la UCR y de la Coalición que se reunieron a acordar con el peronismo y Massa un presupuesto que después les van a pedir a ellos que se vote en el Congreso?
El primer indignado es Alfredo Cornejo –presidente de la UCR–, que estuvo hace una semana en Olivos con Macri, Peña y Frigerio y no le adelantaron nada. Por lo menos es una falta de politesse. Cuanto más, un error de método, que golpea de nuevo –después de tarifas y aborto– la solidez de Cambiemos. El encuentro del martes en San Isidro dinamitó todas las mesas en las que se sientan esos amigos. Macri tendrá que agotar sus recursos de seducción para remediar esta disidencia.
El acuerdo intenta mejorar las posibilidades electorales para 2019 del oficialismo y del peronismo moderado. Este sector de la oposición entiende que el piso que sostiene en las encuestas Cristina de Kirchner para las elecciones presidenciales, puede dejarlos fuera del juego por el poder. El diagnóstico –que comparte con el Gobierno– es que desde 2015 todos los candidatos y partidos han caído en la estimación del público. Pero la única que ha mejorado en ese lapso es la ex presidente, que mantiene una base de entre 30/32% de adhesiones. Al mismo tiempo, su imagen negativa es alta y su techo parece difícil de subir, acorralada entre el rechazo del resto del público y el alambrado que le ponen las provincias a la de Buenos Aires.
Este cerco es el que frustró siempre las chances electorales de los candidatos bonaerenses. Los dirigentes del distrito son de cabotaje. Imperiales fronteras hacia adentro, salvo Raúl Alfonsín, ninguno pudo tener un destino nacional (Duhalde, Cafiero, Ruckauf, Scioli). Según este diagnóstico, el techo a Cristina se lo pone el voto moderado de las grandes ciudades, sobre el que ha construido Cambiemos los buenos resultados de 2015 y 2017. Ella atrae al peronismo dispuesto a bloquear el destino de Macri, se juegue donde se juegue. Para escapar a esa condena que los aparta de la posibilidad de competir con solvencia en 2019, el camino de compartir la gobernabilidad de la Argentina les parece un sendero posible, con la reconstrucción de sus dos principales animadores, Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey. Les arde en las manos el temor de ser arrastrados por las tribulaciones del oficialismo. Pero creen también que aparecer gobernando con racionalidad puede poner de pie a esos dos derrotados de 2017.
Urtubey perdió las legislativas de su provincia y no tiene reelección. Massa no entró al Congreso y reconstruye desde el llano con jugarretas de imagen, como promover iniciativas propias, por ejemplo la ley de extinción de dominios, usando fotos de archivo con Miguel Pichetto, que molestaron al senador (le atribuyen esa mercancía a la jefa del bloque, Graciela Camaño).
Oficialismo y oposición, además, coinciden en que la permanencia de Cristina en la grilla asusta a quienes miran al país desde afuera. Los inversores entienden que si Cristina puede llegar a ser la opción de la oposición a Macri en 2019, la Argentina no es el mejor destino de sus proyectos. Para reforzar ese flanco débil, los peronistas pactistas se lanzan esta semana a aferrar territorios. Un grupo de diputados del bloque federal de Kosiner y del massismo viajará a Tucumán, en donde los espera Juan Manzur, que manda en la primera provincia grande que el peronismo presume de ganar sin competencia (pierde en las otras seis).
El propio Massa irá ese mismo día junto a Diego Bossio a sentarse frente a Carlos Verna, un peronista con valencia propia, que puede darse el lujo de administrar La Pampa, una provincia no dependiente de los favores financieros de Nación. Esas bases las intentará sumar el peronismo pactista a la mesa de San Isidro. Verna tampoco se entendió nunca con Cristina, y tiene que mejorar perspectivas: lo llaman “El 44” (la cárcel en la quiniela) porque le ganó por un pelo (0,28%) a Cambiemos en 2017, gracias al voto de los presos.
fuente: clarín