Imperdible historia argentina, con una moraleja digna de ser transmitida de generación en generación.

Un día de 1975, hace exactos 41 años, en Ingeniero Juárez, agreste monte formoseño, dos mujeres están frente a una situación límite (término que sin duda no conocen), pero no por ello menos dramática: más, acaso…

Clara, de 15 años, lleva un hijo en su vientre. Su padre no está: trabaja en Salta, y no volverá.

En aquellos tiempos y aquellas latitudes, “las familias se ponían de acuerdo y les prometían a sus hijas a varones ya elegidos”, recuerda hoy el ingeniero industrial Javier Walter (41), de quien hablaremos más adelante…

Un hijo a los 15 años, sola, con un padre ausente, es para Clara como una tormenta que se lleva todo: árboles, casas, vidas. Está desorientada, perpleja, y tiene miedo. Entendámonos: hace muy poco que dejó de jugar con muñecas (si las tuvo…), y acaso aún guarde alguna…

Así las cosas, Sara, su madre, intenta cortar por lo sano (nunca mejor empleado este giro): hacerla abortar.

En ese instante, la vida del nonato Javier Walter está a punto de sucumbir. No ser. No conocer su tierra ni su mundo.

La vida de Javier Walter ni siquiera se está jugando a cara o cruz: otro lado de la moneda ya está elegido… Pero de pronto dos almas aparecen: el cura Francisco Nazar, que se opone tenazmente, y una mujer: Haydée Walter (llamada Nené). Y el niño nace.

El cura le dice: “Haydée, acompáñame, que tengo que encontrarle un hogar a un chico”. “Nené no lo pensó ni un minuto: me adoptó y me trajo a Buenos Aires”, cuenta Javier.

La mujer vive en el barrio de Núñez (Pico y Libertador). Pico, calle en pronunciada barranca que los chicos cubrían con el vértigo de unos cochecitos con ruedas de rulemanes: digresión de quien esto escribe, uno de aquellos bólidos…

Nené (vaya hecho sincrónico) es madre soltera, y lo seguirá siendo durante los 41 años que hoy tiene Javier.

Trabaja en el Ministerio de Salud. Le paga a su hijo adoptivo las escuelas primaria y secundaria, y él afronta la carrera de Ingeniería Industrial.

Pero su vida pega un giro de 180 grados cuando, al cumplir 18 años –noble decisión: ya es casi un adulto–, Nené le revela que es un hijo adoptivo, y por supuesto, que conoce toda su historia.

“Una vez enterado, supe que con el tiempo debía viajar a Formosa y conocer a mi madre biológica y a mi abuela. Era una experiencia necesaria, e ignorarla, una carga muy pesada”.

Y llegó el momento.

“Nunca olvidaré las sonrisas de amor y de alivio, al verme, de esas dos mujeres. Y fueron francas: Sara, mi abuela, me dijo, tal vez con palabras no tan fuertes, que habían decidido que yo no naciera. Lo único que pude hacer fue agradecerle ese acto de amor, que mi mamá no me haya abortado. Pasé todo un día y una noche con ellas, vinieron algunos parientes a conocerme, pero no establecí una relación fuerte. Fue el último velo que tenía que descorrer. Nada más…”.

Le pregunto, claro, qué historia le contó Nené, su madre adoptiva, hasta los 18 años en que abrió el arcón y lanzó el “Día D”: el desembarco en la verdad.

“Fue piadosa. Me contó una historia medio romanticona, de un padre (el mío) que murió trabajando en el monte…, etcétera. Y fui a Formosa sólo para cerrar una historia”.

Javier, jura que “además de nacer” tiene mujer (Sol), “tres hijos divinos: Ignacio, de nueve, Clarita, de siete, y Tomás, de tres. Clarita, sí. El mismo nombre de mi madre biológica… pero se lo puse antes de saberlo”.

Conoció a Sol cuando estudiaba Ingeniería, y ella Administración de Empresas. Hoy, y desde hace dos meses, él trabaja en Vialidad Nacional. “Entré gracias a un amigo, pero en ese lugar tengo la oportunidad de devolverle al país algo de lo mucho que me dio”, dice.

Y ahora, en el final, contaré lo que acaso debió ser el principio. Pero bien se sabe que el orden de los factores no altera el producto.

El domingo pasado, Infobae publicó una serie de notas sobre el aborto (¿Sí o no? fue el leit motiv), con opiniones de especialistas, científicos, políticos, etc. Entre ellas, Myriam Bregman, abogada del Centro de Profesionales por los Derechos humanos (CeProDH) y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) tituló su trabajo “Derecho al aborto: una cuestión de salud pública urgente”.

Ese documento, una vez leído por Javier Walter, inspiró su carta a la abogada Bregman:

“Estimada Myriam:
Quería hacerte llegar mi humilde opinión respecto de tu nota del día de hoy 24/10/2016 en Infobae. Entiendo tu lucha como mujer y política. Entiendo tu necesitad de querer proteger a cientos de mujeres que ponen en riesgo su vida. Agradezco mucho tu preocupación y compromiso, yo personalmente admiro y me saco el sombrero con aquellos que entienden “la política” como herramienta necesaria para mejorar y cuidar la vida de la gente.

Aprovechando tu compromiso y conocimiento sobre el tema, quería consultarte ya que siempre que escucho debatir sobre esto tan preocupante, en todos los casos solo hay dos alternativas posibles para resolverlo, Aborto SI o Aborto NO, legal o ilegal. Mi inquietud se centra en este debate polarizado, tratándose de mujeres que ponen en riesgo su vida y de derechos humanos, siempre me sorprende que no se hable de alternativas como por ejemplo la de la adopción, habiendo tantas parejas que no pueden tener hijos.

Seguramente habrán hecho estudios en donde capaz es más traumático para las mujeres dar a luz y entregarlo en adopción, que interrumpir su embarazo poniendo en riesgo su vida y terminando con otra. Me encantaría alguna vez escuchar a alguien hablar de otra opción, como esta. Ojalá alguien alguna vez lo haga.

Lo digo porque a mí me representaría, es mi experiencia, es lo que yo puedo contarte. A mí me adoptaron en Formosa y me trajeron para Buenos Aires de recién nacido. Siempre supe de mi adopción y con el tiempo tuve la opción de conocer a mi madre biológica y lo hice, la fui a conocer. En ese encuentro, ella con su madre (mi abuela biológica), me contaron de sus intenciones de abortarme ya que mi madre tenía apenas 15 años.

Yo en ese momento lo único que me salió decirles fue agradecerles por el acto de amor de tenerme y entregarme en adopción. Esas dos sonrisas nunca me las voy a olvidar. No vi ningún trauma en sus caras, solo alegría y alivio por la decisión que habían tomado hace 41 años. Hoy tengo tres hijos divinos y una muy linda familia.

Ojalá algún día cambie el eje de este debate. Ojalá algún día alguien tome esta bandera y también la haga su lucha. En mi experiencia puedo decir que fue la mejor decisión que pudieron haber tomado, tanto como para ella como para mí…. Gracias”.

Ya en el final de mi entrevista, Javier recordó que “un día le dije a Nené, mi madre adoptiva, que le agradecía todo lo que hizo por mí, y su respuesta fue emocionante: ‘Yo te agradezco a vos el amor que me permitiste darte'”.

Fin.

Porque esta historia no necesita moraleja. En todo caso, la moraleja está escrita desde que un hombre hasta hoy desconocido dejó su simiente en el vientre de una chica de 15 años, en el áspero monte, y que desesperada, ella esperó que algo mejor y más potente que librarse de ese hijo bajara del Cielo o llegara de la misma Tierra. Y así fue.

Fuente: Infobae

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