Hoy se lo anunció tras el adelanto del jueves y en septiembre será entronizado en una ceremonia.
Emanuel David Ginóbili fue anunciado oficialmente como uno de los cinco nuevos integrantes (lo acompañan los ex jugadores Tim Hardaway y Swin Cash y los ex entrenadores George Karl y Bob Huggins) del mítico Salón de la Fama de Springfield. Porque esto es grande de verdad, por lo que es pero también por lo simbólico. Es, nada menos, que un argentino siendo reconocido por la elite y dentro del país que gobernó el básquet desde su nacimiento, hace 131 años. Es también una reafirmación de que este argentino pertenece a la elite mundial de este deporte. Es, además, uno de esos mojones que invitan, nuevamente, a recorrer una carrera que tuvo mucho más que títulos, anillos, premios, números y récords, que nos obligan a bucear en una trayectoria que lo inmortaliza como un distinto, sin ser uno de los mejores de la historia… A pensar por qué y cómo lo hizo. Para nosotros, para el deporte argentino, se trata de un hito más que lo ubica en el olimpo de los dioses, que lo confirma como un deportista único, ideal, soñado, algo que también lo convierte, por su comportamiento impoluto, en un ejemplo para nuestro país, un símbolo de que se puede, siendo como él, como muchas veces nos gustaría ser y no podemos como argentinos…
Un paso más hacia la eternidad de un pibe que apenas soñaba con ser alto –de chico le costó crecer en estatura hasta que pegó el estirón- y jugar, como sus hermanos, en nuestra Liga Nacional. Que luego, con el tiempo, se ilusionó con la Selección –llegó a la Mayor recién a los 21 años- o tal vez jugar en el exterior. Pero nunca tanto, ni cerca, admitido por él mismo y sus seres queridos. Si MG ganó su primer torneo a los 22 años, en Italia… Si en Bahía Blanca, a los 15 años, hasta fue cortado por una selección de cadetes y se fue al descenso con su club de barrio, Bahiense del Norte, cuando tenía 17, dolor que soportó a puro llanto, encerrado en su habitación por horas. Hablamos de un chico que no nació predestinado para ser una estrella mundial, como si pasó con un LeBron, un Jordan, un Kobe, un Messi o un Maradona. Manu, más que nadie, se construyó como lo que es hoy. Y se convirtió en un Señor de los Talentos porque algunos los tuvo, claro, de nacimiento, pero la mayoría, en realidad, los trabajó con su disciplina, profesionalismo, pasión y determinación, un combo que inspira y emociona hasta a aquellos que no siguen tanto el básquet.
Pero hay que volver a la información, que dice que el bahiense lo logró en su primer año de selección –tienen que pasar tres años desde su retiro-. Hay figuras de la historia que nunca lo logran. De hecho es apenas el tercer jugador sudamericano –detrás de los brasileños Oscar Schmidt y Ubiratan Pereira- y el primer latino hispano hablante que se meten en este lugar que inmortaliza. Y otros tardan años: por ejemplo, en esta edición, se quedaron afuera Rip Hamilton, Chauncey Billups y Michael Finley, con importantes pergaminos. Manu lo consiguió en su primera postulación. Algo que pocas veces se da, salvo en los casos en que su llegada es prácticamente unánime, como pasó con el bahiense.
La dificultad para alcanzar el privilegio es importante porque hay que pasar tres filtros. En realidad, votaciones de diversos comités integrados por especialistas. Primero te nominan, como pasó en diciembre pasado, con él y otros 48 candidatos. Luego está el Comité de los Honores, que decide a los finalistas. Se necesitan 18 de los 24 votos de los especialistas que lo integran. MG20 lo pasó, en febrero, cuando quedaron 10 de los 49 elegidos a priori. Y ahora le tocaba el turno a la Junta Directiva llamada Board of Trustees, que es integrada por personas ya incluidas en el HOF, periodistas y especialistas. Otra vez debía tener al menos 18 (de los 24) votos. Y nuevamente pasó holgadamente el corte, le contó una fuente importante a Infobae. Los miembros debían revisar cada finalista, sus méritos, acciones o declaraciones. Si algo de eso consideraban que había dañado la imagen o integridad del juego, con actitudes inmorales, éticas o hasta problemas con la Justicia, podía ser eliminado de la lista. Aunque haya sido un crack…
Claro, con una conducta intachable, a Manu nada de esto podía pasarle. Al contrario, que tomaran eso en cuenta le venía muy bien. Y, además, curriculum le sobraba… Porque hay que saber que, pese a estar en Estados Unidos, el Salón de la Fama del básquet analiza todo los méritos, no sólo aquellos en ese país, en la NBA o la NCAA, por caso. La épica carrera de Ginóbili en la NBA, con cuatro anillos, dos selecciones al All Star, un casi MVP, un premio al Mejor Sexto Hombre y el mejor porcentaje de victorias en fase regular de la historia, ayudó mucho, pero no fue lo único que se tuvo en cuenta. Las hazañas con nuestra Selección, el haber sido la estrella del equipo nacional que se mantuvo en el tope durante más de una década, con dos medallas olímpicas –oro y bronce- y un subcampeonato mundial, entre otros resultados, y lo conseguido en Europa –cuatro títulos, incluido la Euroliga, y cuatro MVP-, también engrosaron su caso. Lo mismo que la huella que dejó a partir de sus valores y comportamiento –nunca una pelea con un DT, un compañero, un rival o un árbitro, ausencia absoluta de polémicas durante 20 años-, la jugada que patentó y la forma que inspiró a otros deportistas aceptando ser suplente –por el bien del equipo- cuando era una superestrella de la competencia.
Se trata de una elección cantada, porque se sabía que Manu tenía grandes chances y, además, por haber sido adelantada por un periodista de USA, el jueves, pero no por eso le quita emoción ni importancia. También había muchos que creíamos que debía estar entre los 75 mejores jugadores de la historia que la NBA eligió en octubre para festejar sus 75 años y, sin embargo, no estuvo. Quedó al borde, seguramente, pero no estuvo. No fue un despropósito, tampoco fue el único que se quedó afuera en forma polémica. Vince Carter, Klay Thompson, Ben Wallace, Tony Parker, Pau Gasol, Chris Bosh, Dwight Howard y Tracy McGrady, entre otros, hicieron méritos para estar en el selecto grupo y no fueron incluidos. Para Manu es revancha porque, genuinamente, él no es un desesperado por los premios, como nunca lo fue, cuando era jugador. Pero esto lo esperaba –mucho más que estar entre los 75, algo que él dijo que consideraba que no debía estar- y sabía que sus chances eran mayores. Esto es para la eternidad.
Cosas del destino, Manu ingresará al HOF junto a otra ex figura de la NBA y se trata, casualmente, de quien lo cautivará con su juego cuando era un adolescente en Bahía. Se trata de Tim Hardaway, el rey del crossover, ese cambio de dirección que los jugadores hacen cuando penetran hacia el aro. Manu quedó cautivado con su estilo cuando vio aquel equipo de los Warriors y el famoso RUN TMC, un trío super ofensivo que el base formó con Chris Mullin y Mitch Richmond desde 1989 y 1991, justo cuando MG comenzó a ver NBA en su casa de Vergara 14 en Bahía. Un tridente letal que promedió cerca de 70 puntos por juego y se ganó el apodo por las primeras letras de los nombres, que eran iguales a un famoso grupo de rap de los años 80. Hoy se conoce más al hijo, que está en la NBA, pero el bueno de verdad fue el padre. Uno de los bases más creativos y cautivantes para ver en toda la historia. Cinco veces All Star y cinco veces All NBA Team –una vez estuvo en el primero, el quinteto ideal-, ese tanquecito que parecía que siempre jugaba en un potrero se retiró tras 15 temporadas con promedios de 17.7 puntos y 8.2 asistencias.
Tras este anuncio oficial, durante el Final 4 de la NCAA que se realiza en New Orleans y cuyo campeón conoceremos este lunes, la entronización queda ahora para septiembre, durante una ceremonia que se realizará el 9 y 10 en Springfield, Massachusetts, con entradas que estarán a la venta en un futuro cercano. Por lo pronto, ya es un hecho: el Valhalla del básquet tiene un nuevo integrante: se trata de Emanuel David Ginóbili. Y es argentino. Nada más y nada menos. Aplausos, señoras y señores.