Por Eugenio López Arriazu* para Diario Cuarto Poder / Una llama azul rojizo. El sábado 2 de abril de 2022, la escritora tucumana María Belén Aguirre presentó su nuevo libro La llave que abría se quebró, en el ya legendario sótano de El Troquet de Henry, en la zona del viejo Mercado de Abasto de la Ciudad de Buenos Aires.
A las 19 hs. era la cita. La gente fue llegando de a poco, mientras las velas se resistían a ser pegarlas sobre el piso a los pies del sillón de la autora. Ayudada por el poeta Andrés Kischner y el narrador Jorge Hardmeier, y cuando la lumbre dijo “ahora”: la función comenzó.
Entrando en clima
Con la dulzura de su voz, la ternura de sus tonos y la elocuencia de su expresión, María Belén Aguirre presentó un libro “escrito en 24hs” y ejecutado en menos de 48, junto a su colega el editor Andrés Kischner.
“Un libro en formato pequeño para los que en tiempos de crisis y en caso de no poder adquirirlo, puedan llevárselo a sus casas de modo gratuito”, eso dijo ella. Un gesto necesario, piensa este cronista, que habla de la humanidad de la autora, legible siempre en cada uno de sus versos.
Luego comenzó la lectura, la hipnosis, la fiesta poética. El subsuelo, colmado de gente, se abarrotó de silencio. Sólo se oía la poesía, encaramada sobre la voz de Aguirre, quien leyó pasajes de La llave que abría se cerró, de Ubi Sunt y de Pater dixit (sus dos últimos libros publicados), así como también algunos poemas de su libro inédito El paisaje horrendo; poemas “telúricos”, como ella los presentó, alejados en verdad de cualquier estereotipo folklórico.
Tres poemas del territorio, de la abuela y en los que el tajo de la división de clases aparecía más abierto que nunca: “Balderrama” (la historia de un joven ahogado en un tumultuoso río tucumano y cuyo recuerdo olfativo sirvió a la autora como punto de partida para dicha reconstrucción), Mama planta laureles en el jardín (poema narrado desde la voz de un enfermo mental entrado en años que, tras el fallecimiento de su madre, queda literalmente varado en los 53 años de su infancia), para finalizar este primer tramo, con el poema “Cuando mi abuela vino a Buenos Aires a trabajar de doméstica” (la historia de un insilio marcado por la carencia y el desequilibrio mental).
Cuando mi abuela vino a Buenos Aires a trabajar de doméstica
los patrones se ocuparon de su cabeza
Para barrer necesitaban una mujer cuerda.
Para lustrar los enseres también.
La preparación del almuerzo y de la cena
requería de especial seguridad
pues nunca se sabe
con qué condimento
puede un desquiciado
envenenar la comida.
Retornada a Tucumán
varios años después
mi abuela supo ser
una buena salvaje.
MBA
(El paisaje horrendo)
Los poetas invitados
La estructura del evento alternó lecturas de la propia escritora con la de consagrados y entrañables poetas del medio. El primer convocado a sentarse a su lado fue el poeta Martín Di Benedetto, quien leyó su poema “Tinta negra”.
Bajo esta dinámica, le siguieron los poetas Gustavo Bernstein, quien dio su voz a su bellísimo “María Belén se retracta”, poema que el autor calificó como “un diálogo con la novela Las tuberculosas”, de Aguirre.
Luego subieron a la palestra: el poeta Javier Roldán, que leyó ese clásico contemporáneo titulado “Donde la bailarina se convierte en el baile mismo”, Eugenio López Arriazu, recitó (¿o fui yo quién lo hizo?), en interpelación directa hacia el público, su “conmovedor” (eso dijo ella de él) poema “Homeless”, y ya promediando el final, los poetas MBA y Jotaele Andrade, leyeron –en un dueto delicioso y lúdico-, a dos voces un paseo por el libro Clases de Olga.
A su turno, hicieron lo propio Aguirre y Kischner, esta vez para dar voz al poema “Corte o canto para bocca chiusa”, un homenaje al controvertido y necesario pensador italiano Pier Paolo Pasolini, poema perteneciente al libro Biopic. Todas estas creaciones anteriores de Aguirre.
Rosasco, un hermano en la vigilia
Promediando el evento, el cantautor argentino Juan Rosasco interpretó dos canciones: “Por su peso” y su hit “Gritos de madrugada”, en homenaje a los caídos en Malvinas.
Estalactitas
El convivio de artes disciplinarias, contó con la bellísima exposición de las fotografías de la artista chilena Daniela Garcías. Garcías expuso “Estalactitas”, atávica y escalofriante serie de fotografías registradas en una cueva de Tolouse (Francia).