Los pequeños ritos cotidianos que la mayoría de nosotros cumplimos con extrema obediencia, para algunos pueden convertirse en impedimentos para un desarrollo normal. Consejos para evitarlos.
Si es un día 13, mejor ni salgas de tu casa; evitá cruzarte con un gato negro; ni hablar de pasar debajo de una escalera; si rompés un espejo, ¡siete años de mala suerte! No dejes la cartera en el piso, conseguite un trébol de cuatro hojas o una pata de conejo, comé doce uvas en año nuevo… Las creencias supersticiosas se encuentran en todos los ámbitos sociales, sin importar su diversidad. Existen hoteles en Estados Unidos que no tienen un piso 13, sino que pasan del 12 al 14, para evitar la tan temida “mala suerte”. ¿Qué hay detrás de este pensamiento mágico?
El término “supersticioso” es más antiguo de lo que podríamos imaginar, y remite a los conceptos de dominar, superar y sobrevivir. Por más irracional que nos resulte, el pensamiento supersticioso es un producto de la inteligencia humana en busca de una mejor calidad de vida. O al menos así fue concebido. Pero algunos comportamientos pueden desencadenar conflictos en nuestra cotidianeidad. Si nos perjudican, ¿por qué actuamos así?
Más fuerte que yo
“Si estoy cenando con un grupo de amigos y uno le pasa la sal al otro de mano en mano, me angustio mucho. Trato de pensar que no va a pasar nada, pero la verdad es que me agito, y en el fondo, estoy segura de que algo malo nos va a suceder. Todo por culpa de la sal. Entonces, y aunque intento lo contrario, termino por levantarme de la mesa. Más allá de que todos se burlen de mi conducta, algo a lo que ya incluso me acostumbré, una escena así me provoca grandes peleas con mi pareja. Pero es más fuerte que yo; realmente no puedo evitarlo”, confiesa Andrea, de 35 años, con cierta congoja.
Este tipo de ritos se construyen en forma muy primitiva. Seguramente el primer hombre que, luego de levantarse con el pie izquierdo de la cama, se enteró de que un familiar cercano había fallecido, prefirió vincular arbitrariamente estos hechos y darles una atribución mágica sin vínculo con la realidad. Por supuesto, lo segundo que este hombre debe haber hecho es contarle su experiencia a todos los que lo rodeaban. Así, gracias al boca en boca, un simple hábito, como puede ser levantarse con el pie izquierdo, termina convirtiéndose en uno de los símbolos más firmes de la “mala suerte”. Por consiguiente, de ahora en más pensaremos que siempre hay que usar el pie derecho, a menos que estemos dispuestos a recibir las peores noticias. Así funciona la superstición.
Lo curioso del asunto es por qué necesitamos recurrir a un pensamiento ligado a la magia y el destino, y evadimos la racionalidad y el clásico pensamiento de “causa/ consecuencia”. Establecemos estas relaciones sin ningún tipo de fundamento porque lo que deseamos es encontrarle una explicación, o un sentido, a una situación que nos genera dolor. Buscamos en donde sea las causas de los hechos, para aplicar leyes universales donde, en realidad, no las hay.
Temor azaroso
Para contrarrestar la angustia propia de la incertidumbre de sabernos humanos y limitados, desarrollamos todo tipo de prácticas supersticiosas que nos permitan darle una razón a los hechos. Las personas más ansiosas son las principales víctimas de la superstición. Al igual que la oración, los rituales –de toda índole– son una buena forma de calmar esa tremenda ansiedad. Es claro que, cuando enfrentamos una situación que nos excede o estamos ante cierto riesgo, es más frecuente que recurramos a la superstición.
Pero más allá de que los rituales supersticiosos sean ineficaces y carentes de realidad, lo preocupante es que conllevan una pérdida de la libertad de la persona. Para muchos es divertido ir esquivando escaleras, pero si para alejar la “mala vibra”, la mala suerte o un futuro desgraciado vivimos privándonos de cosas (ya sea elegir todo lo que tenga el número 13 o abrir un paraguas bajo un techo), entonces corremos un riesgo mayor: que nuestra conducta se convierta en una neurosis.
¡Manos a la obra!
Si te sentiste identificado con esta nota y sos de los que se rigen por el pensamiento supersticioso, te damos algunos consejos sobre cómo manejarte:
–Que las prohibiciones no te apresen. Tené el control sobre tus rituales, que no te superen. Observá qué sucede cuando los pasás por alto. ¡Seguro que la suerte no se va a poner en tu contra! Es un buen ejercicio para que empieces a vivir con más calma. No seas duro con vos mismo.
–Si tus ritos supersticiosos o tus amuletos de la suerte son un modo de tranquilizarte y te hacen sentir seguro, no los cambies; aceptalos. Sé más indulgente con tu persona: incluso para Freud, estos actos eran manifestaciones psíquicas normales de lo cotidiano. Pedí ayuda.
– Si ya intentaste desterrar tus prácticas supersticiosas, pero no pudiste, seguramente te sientas muy angustiado y frustrado. Un buen psicoterapeuta especializado en trastornos de ansiedad puede ayudarte. Es cuestión de lograr un sano equilibrio. Un toque de superstición puede ser divertido, pero lo bueno es no salirse de la raya.
fuente: infobae