A tres semanas de la muerte de su madre en Ramos Mejía, María Pilar Duhalde habló: “Si el juez que lo liberó piensa que una persona con tantos antecedentes no va a reincidir y que es apta para reinsertarse en la sociedad está completamente confundido. El asesino de mi mamá se lo demostró”.
El país de las barrabasadas
María Rosa Daglio tenía 56 años, era madre de cuatro hijos y vivía en Ramos Mejía. Cada vez que salía a la calle era muy cautelosa porque sabía que la seguridad no era -precisamente- el punto fuerte de su barrio. Ella, al igual que su familia, ya habían sufrido varios episodios delictivos, pero nunca imaginó que el último le costaría la vida.
El 19 de marzo a las 17.30, la psicóloga caminaba por Belgrano al 300, cuando Alejandro Miguel Ochoa iba a bordo de su moto y la tomó de sorpresa por detrás para arrancarle la cartera. La violencia con la que se abalanzó sobre la mujer la hizo caer brutalmente al piso y le provocó una grave fractura de cráneo. Apenas unas horas después, María Rosa falleció en el Hospital de Haedo.
Pero Ochoa no debía estar en la calle, ya que es un ladrón reincidente que se dedica a asaltar mujeres con una crudeza inusitada y que, a pesar de su frondoso prontuario, fue beneficiado con prisión domiciliaria sin monitoreo con tobillera electrónica, a raíz de la pandemia de COVID-19. Hasta ese momento, el delincuente se encontraba en el penal de Batán cumpliendo una condena de ocho años y medio de prisión por haber asaltado a una mujer en Mar del Plata.
“Elías y Jana tuvieron que hacerse grandes de repente. No solo atraviesan el dolor de haber perdido a nuestra madre, sino que tienen que empezar a ocuparse de cuestiones cotidianas de las que ella se encargaba, como el pago de las cuentas o llevar adelante una casa”, cuenta María Pilar, quien recuerda que para su madre la inseguridad en Ramos Mejía era una gran preocupación. Vivía alertando a sus hijos al respecto y siempre les decía que, si les robaban, no dudaran un segundo en entregarles todo.
Su hija mayor cuenta que siempre le aconsejaba que tuviera mucho cuidado cuando salía, que no usara el celular en la calle, que agarrara bien la cartera, que se fijara bien cuando entrara el auto a la cochera… Pero todos sus consejos y cuidados no sirvieron de nada cuando se topó con el delincuente, que ni siquiera le dio tiempo a que le entregara sus pertenencias y que por el brutal arrebato le dio un golpe mortal.
“Ramos Mejía es muy peligroso. Mis tres hermanos y yo tuvimos varios episodios de inseguridad. A mi mamá ya le habían querido robar la cartera y unas cadenitas: la habían tirado al piso y le dejaron moretones. A mi hermano, de 21 años, le dieron un puntazo en la pierna, dispararon un tiro al piso y le robaron el celular. A mí me robaron el auto en la casa de mi mamá, donde hace dos años le desvalijaron el departamento. cada vez que la iba a ver, me decía ‘Esperá que te acompaño que estás con el nene’, porque la iba a visitar con su nieto. Además, no hay vecino con el que hables que no te diga que sufrió un episodio de inseguridad”, cuenta indignada.
María Pilar había estado haciendo la cuarentena porque se contagió de COVID-19 y, aunque ya tenía el alta médica, temía ir a ver a su madre y contagiarla. Por eso, prefirió esperar unos días más para ir a visitarla. Nunca imaginó que la volvería a ver moribunda en un hospital, cuando agonizaba sin ninguna chance de sobrevivir.
“Para quedarme tranquila de que no la fuera a contagiar, le dije que el sábado iba a cenar con ella, porque mi mamá había cumplido años el 12 de marzo pero, por mi COVID-19, nos quedamos sin festejarlo. El miércoles le conté que había estado cerca de su casa porque había llevado a mi hijo a la peluquería y me dijo “¡Qué lastima que no vinieron a verme!”, pero yo tenía miedo de seguir contagiando. Esa cena que nunca pudimos concretar, iba a ser su festejo postergado de cumpleaños, pero esto fue el viernes, así que nunca llegué a verla”, se lamenta.
“Uno no espera que el otro va a salir a la calle a las cinco de la tarde y nunca más va a volver, pero lamentablemente tenés que pensar así. ¡Es una locura tener que vivir así!”, afirma.
María Pilar dice que ese viernes a la tarde estaba en su casa con una amiga, cuando recibió el llamado de Jana. Su hermana menor le contó que no sabía bien qué era lo que le había pasado a su madre, pero que estaba internada en un hospital porque le habían intentado robar y había sufrido un paro cardíaco.
“Mi mamá era súper sana y se vivía haciendo estudios. Por eso, pensé que mi hermana se había confundido y que la habrían llevado por algo menor. Cuando llegue me encontré con una situación totalmente distinta a la que imaginaba. Al rato, los médicos me dijeron que mi mamá había entrado en un segundo paro cardíaco y que no la pudieron salvar”, revela.
“En apenas una hora, me enteré que mis hermanos y yo nos habíamos quedado sin mamá. Nos cambió la vida y esto destruyó por completo a nuestra familia. No fue una enfermedad con la que uno puede irse preparando. No, nada de eso.. Van por la calle, se les ocurre ser los dueños de tu vida, deciden que hoy vas a morir y chau… Salen a matar”, sostiene.
Pilar asegura que si el delincuente le hubiera pedido sus pertenencias, su madre se las habría dado enseguida, porque era lo que siempre les había enseñado.
“No tengo ninguna duda que le hubiera dado sus cosas y hoy no estaríamos hablando de esto. Hubiera quedado como otro episodio más de inseguridad… Estamos totalmente desamparados, porque ellos saben muy bien que entran por una puerta y salen por la otra; saben que pueden hacer lo que quieren y que no hay presencia policial. Lo tienen clarísimo y, por eso, se atreven a hacer estas cosas. Lo siguen haciendo juntando antecedentes penales porque saben que, en este país no les pasa nada. Lamentablemente, es la buena gente la que siempre paga”, afirma.
“Todas esas veces en las que una piensa que tuvo suerte porque solo te robaron la cartera, pero al menos no te mataron. ¡Como si tuvieras que agradecerles a los delincuentes por no haberte matado! ¡Es el país del revés! Este animal le intentó robar la cartera y le dio un golpe en la cabeza terrible, que le terminó provocando la muerte en cuestión de segundos. Tuvo una fractura de cráneo, que no tenía vuelta atrás”, relata Pilar.
La indignación de la familia de María Rosa fue en aumento al punto de que estallaron de furia y dolor cuando se enteraron de los antecedentes penales del delincuente: no solo era reincidente y siempre atacaba a las mujeres, sino que había sido beneficiado con una prisión domiciliaria sin tobillera cuando empezó la pandemia.
“Nos enteramos que tenía prisión domiciliaria y que tendría que haber estado preso, pero fue uno de los beneficiados por la pandemia; que siguió actuando con la misma modalidad de robo a mujeres indefensas, que hacía 4 días había atacado a otra mujer en Castelar, a la que le fracturó la clavícula y la cadera… Esa mujer y mi madre estuvieron internadas en el mismo momento por culpa del mismo tipo, pero una tuvo un poco más de suerte que la otra… ¿Sabés la indignación y la bronca que eso te `produce? A una chica de Mar del Plata, le fracturó el brazo en tres pedazos… Que ese tipo siga suelto te hace pensar que este país no da para más… ¿Cómo se hace? Se te cruzan un montón de sentimientos y te preguntás: ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Alguna vez, ¿esto va a parar?”, expresa.
“Este tipo estaba entrando y saliendo de la calle como si nada… ¡Y nadie lo estaba controlando! Si hubiesen actuado bien y si este sujeto hubiera estado monitoreado, hoy mi mamá estaría con nosotros. Desgraciadamente, ya no me la devuelve nadie y vamos a tener que convivir para siempre con este dolor”, lamenta Pilar.
Ahora, la familia busca que la Justicia haga su parte y que el delincuente pague por el delito que cometió. “Queremos que los responsables paguen, no solo Ochoa, sino también el Estado porque nadie lo estaba controlando. Hay testigos que lo vieron por la calle y dicen que siempre actuaba de la misma manera: atacando a mujeres indefensas por la espalda. ¡Con la cantidad de antecedentes que tenía lo dejaron suelto! Entonces, me pregunto ¿cuántas veces tenés que robar para entrar y no salir más? Tienen que cambiar urgente las leyes”, dice.
“Nosotros tenemos que vivir encerrados y ellos andan por la calle. Cuando tuvimos que estar encerrados por el COVID-19 y no podíamos salir a ningún lado -porque nos pedían permiso de circulación hasta para ir a comprar un cartón de leche- ellos estaban libres”, expresa.
-¿Teme que no haya Justicia para su madre?
-Sí. Me da miedo que no le den la cantidad de años que realmente se merece. Que empiecen con que no la quiso matar, que solo quería robarle la cartera, o con esas cosas que ahora sacan de la galera, como cuando les dan cadena perpetua y después les reducen la pena o les dan libertad condicional porque hicieron un curso de ajedrez o de yoga. ¡Y terminan saliendo a los 7 años! Son impunes y no entiendo porqué.
-¿Alguna autoridad los contactó para ponerse a su disposición?
-Ninguna autoridad nos llamó, ni siquiera para decirnos que lamentaban lo que nos pasó o para darnos el pésame, aunque sea después de la marcha que hicimos reclamando Justicia. Nadie, nadie… Sólo el fiscal que nos contó que había logrado capturarlo, pero nosotros ya nos habíamos enterado por los periodistas y por la televisión. También, nos llamaron de Asistencia a las Víctimas para recibir ayuda psicológica. Pero todavía estamos esperando que alguna autoridad nos llame. Lo agarraron porque nosotros decidimos hacerlo público, para ver si se podía hacer algo. Un vecino llamó de manera anónima a la comisaría para decir que lo conocía y que estaba cerca suyo, porque si era por la policía… Ellos te dicen “Estamos trabajando” pero uno necesita que vayan a buscarlo, porque yo no me dedico a eso. Es su trabajo. La responsabilidad de lo que le paso a mi mamá también es de ellos, porque la policía estaba para cuidarla. Vas a la comisaría y te dicen que tienen solamente dos patrulleros… ¡Es una vergüenza! Ramos Mejía es tierra de nadie, estamos totalmente desamparados. Estoy en el grupo de vecinos de La Matanza y todo el tiempo publican robos. La gente está desesperada porque no es tan fácil hacer el bolso e irte de tu casa.
-¿Cómo era su madre?
-Era una persona guerrera, súper positiva y que siempre iba para adelante. Por eso, hoy tenemos fuerzas para seguir, aunque creímos que no íbamos a poder con todo esto. Crió a cuatro hijos y siempre vivió para nosotros. Estaba contenta porque ahora nosotros ya estamos grandes y se había puesto a hacer algunas cosas que había postergado para criarnos. Siempre estaba pendiente del otro y hacía charlas para ayudar. Tenía muchas amigas, le gustaba viajar, salir a comer y le encantaba salir.
-Si pudiera hablar con alguna autoridad, ¿qué le pediría?
-Al presidente, Alberto Fernánde, le pediría que la inseguridad sea su prioridad y que -con todas las herramientas disponibles que tiene a su alcance- realmente haga algo para poder frenarla. Mas allá de la ideología política, todos los gobiernos pasan y pasan, pero la inseguridad cada vez aumenta más. Y, por supuesto, hay que cambiar urgente las leyes pero eso no le corresponde al Presidente. Es un tema que nos preocupa a todos, no solo a mí por lo que nos pasó con mi mamá. Si el juez que lo liberó piensa que una persona con tantos antecedentes no va a reincidir y que es apta para reinsertarse en la sociedad está completamente confundido. El asesino de mi mamá se lo demostró.
fuente: infobae