El expresidente define su rol en las elecciones del club en diciembre. La disputa con el ídolo y el rol de Sergio Massa. La alianza libertaria.
Decidido, ahora sí, y al menos públicamente, a promocionar la candidatura presidencial de Patricia Bullrich después de los coqueteos con Javier Milei que el economista libertario se ocupó de sobrevalorar astutamente, Mauricio Macri empezó a mirar con mayor atención la otra campaña que lo desvela, no solo por su obsesión con el club, si no también por su rivalidad manifiesta con Juan Román Riquelme: la posibilidad, muy incierta por el momento, de recuperar Boca Juniors.
Macri nunca pudo soltar Boca. Fue la plataforma desde la que saltó a la política partidaria, la vidriera que lo popularizó y le allanó su proyecto presidencial, y el club desde el que tejió un sinfín de relaciones con el círculo rojo futbolístico y empresario, y hasta judicial: hay hinchas de Boca en todos lados y en todos los rubros.
El macrismo boquense y Riquelme estuvieron a punto de sellar un acuerdo para las elecciones del 2019. Estaba todo apalabrado, pero el ídolo pegó el portazo sobre el final y se pasó de bando: terminó aliado de Jorge Amor Ameal, el presidente formal de la institución, y Mario Pergolini hasta convertirse en el dueño de todas las decisiones de la institución. Hay una serie de versiones sobre esa ruptura en el final de la presidencia de Daniel “El tano” Angelici: todos coinciden en que Sergio Massa, de estrechísimo vínculo con Riquelme, jugó un papel protagónico.
Para ese momento, el ministro de Economía y Macri, después de flirtear políticamente durante un tiempo, ya eran enemigos íntimos. En las elecciones del club de este año, previstas para diciembre, una vez que ya se sepa quién será el próximo presidente -si Javier Milei, Patricia Bullrich o el propio Massa-, el ex presidente y el candidato de Unión por la Patria podrían volver a cruzarse. Esta vez, en Boca: fuentes xeneizes dejaron trascender que el funcionario aportaría un nombre para liderar la boleta del oficialismo boquense.
Macri, según fuentes cercanas, analiza cómo operar y cómo jugar. Ya bendijo a Andrés Ibarra, su ex ministro de Modernización, de su riñón, como el candidato a la presidencia del club. De viaje por Europa en estos días, se entrevistó, por ejemplo, con Pep Guardiola. Ibarra está muy activo. Los colaboradores juran que su figura se hizo más conocida en los últimos tiempos en el universo xeneize: eso, dicen, aparece en las encuestas. Francisco Quintana, presidente del Consejo de la Magistratura porteño, otro macrista con relaciones transversales, también está movedizo. Hay más dirigentes del PRO. Angelici ya habría comprometido su apoyo, desde las sombras: en la última cena de recaudación, en mayo, ocupó un obligado segundo plano.
Para el presidente de la fundación FIFA, que dominó Boca durante más de una década antes de desembarcar en la política porteña, volver al club se transformó en un objetivo delicado desde que Angelici perdió las elecciones en el 2019 con Christian Gribaudo como candidato y Riquelme desplegó un liderazgo soberbio: con un grupo muy cerrado de colaboradores y colegas, el famoso consejo del fútbol, maneja Boca desde el predio de Ezeiza. En las oficinas de la rivera, Amor Ameal pasó a cumplir funciones protocolares.
La relación del macrismo con Riquelme parece no tener retorno. Y desde ese sector planean incluso llevarlo a la Justicia más cerca de los comicios: analizan judicializar la incorporación de algo más de 10.000 socios por parte del ídolo, según confiaron, por supuestas irregularidades en el proceso. Al vicepresidente xeneize, la movida lo tiene sin cuidado. No sería, en todo caso, la primera vez. El mes pasado, su hermano, apodado “Chanchi” -lo acompaña a diario-, fue allanado por la Justicia porteña por una investigación por supuesta asociación ilícita, defraudación y reventa de entradas. Riquelme no tiene dudas, a pesar de los hechos, de quiénes estarían detrás de la maniobra.
En ese contexto, Macri aún no decidió si integrará o no la lista que prevé encabezar Ibarra. Podría ser vocal, casi testimonial, para que el candidato lleve su apellido en la boleta. El ex presidente está pendiente de las elecciones generales, de la suerte de Bullrich, de la performance de Milei y del futuro de Massa, y de la suerte de su primo en la Ciudad. Pero antes que eso, el presidente de la fundación FIFA está bien atento a la semifinal de Copa Libertadores con Palmeiras, al superclásico con River y a la posible final en el Maracaná, en noviembre próximo.
Con Boca en esa instancia y, más aún, con un resultado positivo, Riquelme tendrá el camino allanado a una segurísima reelección de su proyecto.
Cuando despeje ese escenario, Macri terminará de definir su rol. Mientras tanto, a su lado activaron todo tipo de negociaciones en torno a eventuales alianzas. El revuelo interno en Juntos por el Cambio por las especulaciones sobre una suerte de pacto electoral entre el ex presidente y Milei que Macri se ocupó de despejar en estos días podría tener su propio capítulo boquense: la agrupación SuperBoca que lidera Edgardo Alifraco, el tercer candidato a legislador porteña de La Libertad Avanza, adhiere a la campaña de Ibarra y de Macri.
Ramiro Marra, abocado de lleno a la campaña porteña -le dedicó varias veces duras críticas a Riquelme en las redes-, y Eugenio Casielles, dos dirigentes con incidencia en LLA y socios de Boca, ya habrían iniciado, según fuentes libertarias, algunas conversaciones con el macrismo en ese sentido. Milei se fanatizó con Macri desde su época de presidente xeneize. También su hermana Karina. Una conexión que nunca le agradó a Marcos Peña, otro hincha de ese club que en el 2019 prestó su estructura y servicios para la campaña que dio inicio a la era riquelmista.
fuente: infobae