Por Manuel Rivas* / Entrevista. La luminosa vocación de la escritora tucumana Mirta Sema, no solo se refleja en su último libro “El filo plateado de la nube”, en el que se transforma en cronista poética de la pandemia, sino también en los otros frutos de su creatividad.
—¿Le fue difícil escribir en la pandemia?
—Escribía todos los días. Sentía que era mi deber reflejar lo que estábamos viviendo. Eran momentos que debíamos registrar, como si se tratase de un documento histórico, un hecho que marcaba a la humanidad entera. Plasmaba lo que sucedía a través de mi poesía, atravesada por los interrogantes que planteaba la propia pandemia, los temores, la desconfianza en torno a las vacunas, los registros históricos de otras pestes, las profecías y hasta la guerra bactereológica (enumera con la seriedad del tema).
—¿El miedo fue una especie de inspiración impuesta?
—El miedo nunca fue un disparador de ese libro. Escribía porque estaba dispuesta a la escritura, a través de las sensaciones, la observación y la información de la que disponíamos. Debo confesar que no tenía miedo. Tal vez preocupación, pero no temor. El no tener miedo no permitió el bloqueo que sufrieron otros escritores, que no produjeron nada en lo que duró la pandemia.
—¿Cómo sobrellevó ese tiempo de oscuridad?
—(Esboza una sonrisa antes de dar la respuesta) Soy de las personas que siempre tratan de ver el lado positivo de todas las circunstancias. Mi pensamiento y mi escritura siempre van a lo esperanzador. Es por ello que elegí el título “El filo plateado de la nube”, porque por más oscura que sea la nube de tormenta, siempre puede aparecer el sol dibujando un borde plateado que nos avisa que la calma y la luz retornarán. Es por ello que, en medio de la pandemia, estuve conectada a través de las redes y luego, también tuve que salir por cuestiones de trabajo, soy administradora de empresas, y el vínculo con el exterior nunca se rompió del todo, lo que fue positivo.
—¿Está en su naturaleza la poesía?
—No sé si solo la poesía, porque mi vida se desenvolvió entre los números y las letras (sostiene mientras mueve levemente sus manos en la explicación como marcando el acompasado ritmo de una de sus poesías). Mi profesión está más emparentada con los números, pero siempre me di tiempo para emparejar mis dos pasiones. Oscilaba entre esos dos mundos y siempre lo tuve claro. En la adolescencia leía todos los libros que caían en mis manos. También escribía poesía, porque era adolescente y expresaba mis emociones a través de ella.
—¿Qué leía en aquella etapa de la vida?
—(Sus ojos se iluminan de recuerdos antes de responder) Me gustaba escuchar los recitados de Roberto Vicario, y leer a Pablo Neruda, César Vallejo, Rubén Darío, Federico García Lorca, Gustavo Adolfo Bécquer, Julio Cortázar. En 4º año tuvimos una excelente profesora de Literatura que nos hizo amar la poesía. Pensé que eso iba a pasar, pero con el tiempo me di cuenta de que era un don que tenía y debía desarrollar de alguna manera, en paralelo a mis actividades profesionales. Comencé escribiendo más que nada para mí en un cuaderno. También mis estudios en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino de Tucumán, me alentaron a la escritura. Aunque estudié Administración de Empresas, teníamos materias como Filosofía, Ética, Teología, Historia de la Cultura y del Arte, lo que nos posibilitaba leer muchos libros
—¿Cuáles son sus preferencias literarias actuales?
—Mis preferencias literarias son de infinitas posibilidades. Siempre he leído los libros clásicos, tanto en poesía, cuento y novela, pero también a los escritores innovadores. Me gusta la novela histórica, por ejemplo, y también libros ilustrados infantojuveniles, y autores que transmitan ese aprendizaje.
—¿Hay algún libro que la haya marcado?
—De adolescente, el libro que me marcó y dejó huellas fue “Papaíto piernas largas”, de Jean Webster, además de “Mujercitas”, de Louisa May Alcott (afirma sonriente, quizás evocando esas sensaciones que aún tiene frescas en la memoria).
—¿Cuándo y cómo publicó su primer libro?
—Fue “Bajo cielos grises de garrotillo” y lo publiqué, casi de casualidad, en 1999. En ese momento estaba abocada a mi empresa y mis hijas eran pequeñas. No tenía mucho tiempo para escribir, pero lo hacía en mi doble condición de alondra y búho (ríe de la ocurrencia). Alondra para los números y búho para las letras, porque durante el día me dedicaba a mi profesión y escribía por las noches. Los poemas los tenía escritos en un cuaderno. Fue la conmemoración de la semana de la familia de una de mis hijas en el colegio la que me llevó a darlos a conocer. Mi hija, que tenía 8 años, me sugirió que presentara mis poemas. Forró un telgopor y allí pegó los poemas que le pasé en la computadora. En el colegio los vio un editor, que me preguntó si tenía otros poemas. Le dije que sí y le pasé el cuaderno. Le gustaron y los publicó. Desde entonces, cada dos o tres años, publico un libro.
—¿Cuál es su deseo en relación con los lectores?
—Mi deseo en relación a los lectores está cumplido. Cuando leen mis poemas u otros escritos y se emocionan, se sitúan en esa geografía, en ese hilus tempo, lo hacen suyo y me lo comentan, digo: “Misión cumplida”. Como decía Heidegger: El lenguaje es la mansión del ser, en su abrigo habita el hombre. Y Ernesto Sábato dijo: Quizá la raíz metafísica del arte sea esa necesidad que tiene el hombre de rescatar una niñez, una geografía, un amor, una pasión.
—¿La poesía le ha regalado momentos mágicos?
—Me ha regalado muchos momentos mágicos, como cuando en 2003 pude presentar mis libros en el Liceo, en Cartier, en Saint-Malo en Francia, o en la Casa de los Poetas (París). Eso ha sido muy mágico, un regalo de la vida y a la vez un premio al esfuerzo que uno siempre hace por lo que le apasiona. Dicen algunos autores que cuando uno hace lo que le apasiona, viene el éxito. También fue muy especial para mí un encuentro de escritores del que participé en La Serena, Chile, en donde nos llevaron a puntos inhóspitos de la cordillera de Los Andes, la casa de Gabriela Mistral, el museo y muchas anécdotas que surgieron en la sede de la Universidad Católica en esa ciudad. Fue mágico cómo nos recibieron y, en algún momento de reflexión en las cumbres andinas, pensaba hasta dónde me había llevado la poesía. Recientemente, un momento de absoluta magia y emoción fue que bautizarán con mi nombre a una de las aulas del Instituto Privado Famaillá. Otra de mis satisfacciones fue que el año pasado dejé ejemplares de “El filo plateado de la nube” en bibliotecas de Madrid, Roma y París.
—Si tuviera que elegir un libro por el valor sentimental que le genera, ¿cuál sería?
—Sería “Otra vez el mar”, porque representa la gran conexión que tuve con mi papá. Era un vínculo muy fuete el que teníamos, porque perdí a mi madre a los 9 años. Tengo una hermana que se casó a los 18 años y se fue y siempre estuvimos con papá muy unidos. Solíamos ir todos juntos, con la familia de mi hermana, la mía y él a veranear en Pinamar y en Mar del Plata. En los últimos tiempos ya no nos acompañaba porque estaba enfermo. Yo había llevado un cuaderno para escribir y el mar era como un personaje al que le hablaba. Al regresar, tenía varios poemas, pero sentía que no estaba completo. Lo dejé descansar porque no tengo ni el apuro, ni la desesperación, ni la vanidad por publicar. Al poco tiempo, falleció mi papá. A la semana me senté y escribí cinco poemas en unas tres horas (suspira profundamente ante lo vívido de ese momento). No había que agregarles nada ni trabajarlos, como suelo hacer. Soy muy de trabajarla a la palabra, en especial porque hago lírica, pero en esa ocasión vino directa la inspiración y así quedó. Uno sabe cuándo un poema está listo.
—En su valoración personal, ¿cuál de sus libros considera el mejor?
—Cada vez que escribo un libro digo: este es el mejor. Creo que es una buena señal, porque quiere decir que uno se va perfeccionando, que va escribiendo mejor (ríe).
—¿Alguna de sus hijas heredó este talento?
—No que yo sepa. Una es psicóloga, la otra es ingeniera zootecnista y la otra es licenciada en Turismo. Lo más curioso es que tampoco hay escritores en la rama ascendente. Soy la primera escritora de la familia. Pero tengo la suerte de que me acompañan y apoyan en esto.
—¿Qué temas le interesa abordar a la hora de escribir?
—En mi opinión, para escribir, primero hay que saber qué es lo que se quiere decir. Si no me inspira nada, no escribo. Me inspira el entorno, la naturaleza, la geografía, el paisaje, el amor. Todos los que escribimos tenemos la necesidad de rescatar algo del pasado. Siempre hay algo nuestro impregnado por el compromiso emocional, aunque no todo es auto referencial, porque se le añade la invención. Eso es lo que me inspira. La geografía, las estaciones del año, mi preferida es el otoño. Soy extremadamente romántica. Vivo en el limbo de romántica que soy. También escribí poemas de amor, como “El tiempo de clivias”, que hasta medio erótico es. También tengo escritos poemas de compromiso social.
—¿Qué es la poesía?
—Bécquer le escribió a su amada: “Poesía eres tú”, lo que quiere decir que la poesía es belleza y amor para todos. No existe la poesía sin belleza.
—¿Cuáles son sus proyectos para este 2023?
—De inmediato, la participación en una antología de Perla Jaimovich. Después, veremos qué nos deparan los caminos de la poesía.
*Fundador y director de Diario Cuarto Poder. Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor.
Datos biográficos de la autora
Mirta Sema es escritora, poeta, artista plástica, licenciada en Administración. Estudió en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), en Tucumán, provincia en la que reside.
Cuenta con nueve obras editadas: Bajo cielos grises de garrotillo; Descalzos de olvido; Años de promesas; Pájaros de fuego; Caballo de viento; Patios de azafranes (en dos ediciones), Soy los otros (cuentos, relatos y epístolas) y El filo plateado de la nube.
Ha participado en 32 antologías, a nivel nacional e internacional. Publicó en revistas culturales del medio y presentó sus libros en Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay y Francia (París y Plancöet).
Participa en eventos poéticos por internet, Facebook y YouTube, entre otras plataformas.
Es socia de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE – Tucumán) y miembro del Instituto Literario y Cultural Hispánico Alba de América. También es socia de la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil (AALIJ).
Es miembro fundador del Movimiento Literario Gesta Bárbara siglo XXI de Potosí, Bolivia.
Realiza una amplia actividad cultural.