Por Fabián Seidán
La muerte de Emanuel Balbo, el hincha de Belgrano que fue arrojado desde la tribuna del Estadio Mario Alberto Kempes durante el clásico cordobés el pasado 15 de abril, llenó de vergüenza al fútbol y de indignación a todos los argentinos. Porque no sólo que fue un hecho cobarde y a sangre fría, sino que además fue a plena luz del día, a la vista de todos, con la complicidad de muchos, que impávidos y sin remordimientos, observaron cómo se cometía un crimen.
Claro, se podrá decir que nadie pensó que el muchacho se iba a morir por ser arrojado de una altura de cuatro metros hacia las gradas de cemento de las tribunas, pero cabía la posibilidad, por lo que nadie está exento de su muerte, sea cual fuera la camiseta del club al que él alentaba.
Fue tan criminal el acto, que hasta el propio gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, pidió a la Justicia una condena ejemplificadora para los culpables y tal vez por eso la policía no tardó en encontrarlos a todos los acusados, seis en total: Oscar “Sapo” Gómez -indicado como el instigador del crimen, al haber señalado a Balbo como un supuesto hincha inflitrado de Talleres-, Raúl Vergara, Carlos Robledo, Matías Oliva y su padre Cristian Oliva y Yamil Salas. Todos ellos están imputados ahora por el delito de homicidio agravado por la ley de deportes. Pero no serían los únicos, ya que según fuentes judiciales no descartan nuevas detenciones a partir de los análisis de las imágenes captadas por la televisión y de los aportes de los testigos.
En el mismo ínterin, el club Belgrano, con cola de paja, decidió tomar cartas en el asunto y como principal media expulsó como socios y “de por vida”, a los seis implicados en el homicidio. A su par, el Tribunal de Disciplina de la AFA resolvió aplicar una medida provisoria como quitarle la localía a Belgrano -deberá jugar como local fuera de su provincia, en San Luis- y cargar con los gastos de traslado y estadía del plantel al lugar que sea asignado. Además, los partidos que juegue los hará a puertas cerradas, y al actuar como visitante su anfitrión, deberá tomar los resguardos necesarios para que no ingresen los hinchas cordobeses.
De esta manera, Belgrano ya comenzó a pagar las consecuencias de un episodio que derivó en la muerte número 318 desde 1922 en el fútbol argentino. Una muerte “evitable” si los clubes dejaran de ser “aguantaderos” de barrabravas, un mal que está enquistado como un cáncer dentro del fútbol y que difícilmente alguien pueda –o quiera- extirparlo, ya que son fuerzas de choque y hacen el trabajo sucio de muchos políticos y dirigentes que son quienes los sostienen y alimentan.
Los barrabravas son partes de la vida del fútbol y tienen tanto peso que pueden voltear a un presidente del club o hacer echar a algún jugador, controlar la venta de entradas, asumir roles en las inmediaciones de los estadios, cobrar estacionamiento y hasta realizar tarea de “seguridad”.
El propio presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, reconoce y da entidad a estos parias del fútbol, al punto de que pondrá al vicepresidente de Nueva Chicago, Daniel Ferreiro, al frente de una Comisión de Seguridad que se encargará de idear un nuevo plan de seguridad integral en los estadios. “Topadora” Ferreiro (tal su sobrenombre) tiene experiencia en manejo de barras, ya que cuando asumió en el club de Mataderos tenía la barra brava partida y a los hinchas comunes atemorizados por una ola de violencia y él calmos las aguas. ¿Cómo? Vaya uno a saber…
La AFA dice que creará una nueva comisión de seguridad y coordinará reuniones con expertos en operativos policiales, legisladores y funcionarios públicos ya que entienden que las policías locales no pueden dejar de controlar las tribunas.
Sin embargo, nada dicen de quitar puntos, hacer descender al club o directamente desafiliarlo, medidas que sin duda, a cualquier hincha le dolería pero más a los barrabravas –que no son hinchas, sino parias, parásitos-, porque no es lo mismo hacer sus “negocios” con su club jugando en Primera División, que en el Nacional B o en la B Metropolitana.
En el seno de la AFA hay dos posturas respecto a este tema: muchos prefieren aplicar sanciones económicas y disciplinarias y no deportivas porque sostienen que “los puntos se ganan y se pierden en la cancha”, además de no darle una herramienta de extorsión a los violentos. Y la otra, que manejan unos cuantos, que es tiempo de aplicar sanciones deportivas para desterrar la violencia de las canchas del país de una vez por toda.
Raúl Balbo, padre del chico de 22 años asesinado en la cancha de Belgrano por hinchas del mismo club, ante la desazón de perder a su hijo dijo: “Ya no dejan entrar a los visitantes y la violencia es entre los de la misma camiseta. ¿Ahora van a jugar a puertas cerradas?”. Y sí don Raúl, lamentablemente su hijo pasó a engrosar la triste lista de hinchas muertos en un estadio de fútbol por nada, y seguramente no será el último, porque mientras existan dirigentes de clubes que tengan aspiraciones políticas o de eternizarse en un club, habrá barrabravas en las canchas, por lo tanto, nada asegura que no habrá más muertes.
Publicado en diario papel Cuarto Poder