El partido que regalaron Portugal y España fue tremendo. Por despliegue, por sangre, por sudor. Tuvo de todo. Y en el baile de las estrellas, la que tiene más brillo: Cristiano Ronaldo. Jugó solo, implacable. Había prometido que le iban a ganar a la Furia y estuvo cerca. Pero igual, hizo todo él para armar un 3-3 maravilloso, lo mejor en lo que va del Mundial. CR7 hasta se guardó un tiro libre de ésos que son su marca registrada para el final. Iban 41′ cuando Piqué salió mal a un cruce. Le quedó servida al del Real Madrid: le pegó con esa derecha terminada a mano y se la clavó en un ángulo a De Gea, que si no atajó las fáciles, ¡imaginate ésa!
¿Qué Lopetegui no es más el técnico de España? ¿A quién le importa esa guinda? La Furia juega fútbol de Play, a un toque, triangulando, abriendo espacios. Con Koke y Busquets en el medio, combinando hacia los costados con Iniesta y David Silva, el equipo de Hierro fue, casi siempre, el dominador de la pelota. Con un Diego Costa inspirado, se estaba recuperando de un arranque fenomenal de Ronaldo, que generó un penal y también lo convirtió.
Un error de principiante de De Gea le abrió otra vez la puerta para ir a jugar al delantero del Real Madrid, por eso el partidazo que se veía tenía final incierto. Iban y venían, España con toque y Portugal de contraataque. Se olía que el 2-2 que había puesto Costa iba a quedar chico y un zapatazo tres dedos de Nacho cumplió con esa profecía. A partir de ahí, España controló sin problemas el paso del tiempo, pero no generó más como para ampliar.
Y ése fue su principal pecado. Portugal jugó poco a nivel colectivo, cometió más errores que aciertos pero tiene a un futbolista mágico, al que anotaron en el país luso pero seguramente nació en otra galaxia. Le quedó el tiro libre, lo midió, respiró profundo varias veces y con esa pegada tan particular como su estilo, reventó la red una vez más.
Por Ronaldo, por Cristiano. Sólo por él, el equipo de Fernando Santos sumó un punto en el debut mundialista. Un punto de oro. Como CR7.
fuente. olé