El ex piloto de Fórmula Uno y ex gobernador de Santa Fe tenía 79 años y estaba internado por diversas patologías. Su hija Cora confirmó el deceso: “Papá se fue en paz y en dignidad después de luchar como un campeón”,
El senador nacional Carlos Alberto Reutemann murió hoy a los 79 años en el Sanatorio de Santa Fe, donde permanecía internado desde el 30 de mayo pasado.
“Papá se fue en paz y dignidad después de luchar como un campeón con un corazón noble y fuerte que lo acompañó hasta el final. Siento orgullo y bendición por el padre que tuve. Sé que me acompañará todos los días de mi vida hasta que nos volvamos a encontrar en la casa del Señor”, informó esta tarde Cora, una de las hijas de “Lole”.
El subcampeón mundial de Fórmula 1 había sido internado por una hemorragia digestiva el 5 de mayo. Recibió el alta médica el 21 de ese mes pero nueve días después volvió a ser trasladado al Sanatorio de Santa Fe por un cuadro de anemia. Permaneció en una sala común hasta el 21 de junio, cuando sufrió un deterioro en su salud con fiebre y empeoramiento de su función renal, y fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos.
En ese sector estuvo monitoreado las 24 horas con una enfermera exclusiva y médicos, y acompañado por su familia. El viernes 25 de junio su hija Cora, fruto de su primer matrimonio con María Noemí Claudia “Mimicha” Bobbio, y mamá de Santiago Diez, el único nieto de Lole, cumplió 52 años y lo visitó en el centro médico. “El mejor regalo de cumpleaños: estar con vos”, escribió la fotógrafa en su cuenta en Twitter, acompañado por una foto junto a él.
Su cuadro era complicado por sus antecedentes, ya que en 2016 fue operado en los Estados Unidos por una afección biliar, por su edad y por la cantidad de medicamentos que debía tomar.
En el medio de este proceso fue trasladado a otro centro en Rosario para hacerle unos estudios, pero luego, cuando volvió a ser internado, regresó al Sanatorio de Santa Fe porque ahí trabaja su médico de cabecera. En las últimas semanas su pronóstico continuó siendo reservado.
El 24 de junio fue la última vez que se publicó un parte médico. “Permanece en la Unidad de Cuidados Intensivos, afebril con sus parámetros hemodinámicos controlados. Continúan realizándose estudios de diagnósticos. Permanece con pronóstico reservado”, indicó el comunicado.
Según se pudo saber que “Lole” tuvo cambios constantes. Hubo días que estuvo lúcido, mirando televisión con su familia. Y otras horas en la que su estado de salud empeoraba. Por ese motivo, se discontinuaron los partes médicos.
Este miércoles, su sobrino Federico Reutemann, contó que el propio senador había pedido no regresar a una sala de terapia intensiva y esperar el final en una sala común, rodeado de sus afectos.
Reutemann fue un hombre de éxitos y de silencios. Especialmente, de silencios. Esa misma escasez de palabras que en su momento tuvo para convertirse en el hasta hoy último piloto argentino capaz de consolidarse en los puestos de élite de la Fórmula 1 fue la que también le permitió perdurar con su banca en el Senado durante 18 años hasta la fecha de hoy.
Nunca dejó de ser un hombre de campo. De chico era el amor por los animales, con su exclamación que le valdría el apodo con el que se lo conocería durante casi toda su vida pública: “¡Los lechones!” Ya en la segunda mitad de su vida, en su rol de empresario agropecuario (como su padre, Enrique), mantuvo una participación activa en el Congreso para tratar conflictos como el de la reducción del IVA a los fertilizantes en 2005 o el conflicto del Gobierno nacional con el campo por el proyecto de ley de “la 125”, en el 2008.
El “Lole” tuvo escasa participación dialéctica en política aunque con una alta tasa de presencialidad en la Cámara Alta. Posiblemente, le quedaron dos deudas en su vida: obtener el título mundial de Fórmula 1 en 1981, cuando quedó subcampeón, y la posibilidad de haberse convertido en presidente en 2003, cuando aparentaba ser la opción más fuerte presentarle oposición a Carlos Menem, con el respaldo de Eduardo Duhalde.
Si bien todas las personas que lo conocieron a fondo aseguraron que el campo era su lugar en el mundo, Reutemann se ganó el primer amor popular de una parte del pueblo gracias al ruido. El que producían los motores de los autos de competición que condujo durante más de una década.
Debutó en la Fórmula 1 en 1972 bajo la escudería de Brabham, equipo cuyo propietario en su momento era Bernie Ecclestone. Su primera carrera ganada fue en 1974 en Kyalami, Sudáfrica, y luego se impondría en otras 11 carreras a lo largo de los 144 circuitos disputados. Tras haber pasado por Ferrari y Lotus, su año de mayor esplendor fue en el mismo 1981, a bordo de un Williams. Perdió el campeonato en la última carrera, en Las Vegas, donde terminó detrás del brasileño Nelson Piquet y perdió el título por apenas un punto.
Sin redes sociales ni servicios de mensajería instantánea, el exitismo argentino llevó a que Reutemann se convirtiera durante gran parte de la década del ’80 e inicios de los ’90 en un objeto de burla. Se apelaba a su figura para señalar a alguien que terminaba segundo en una competición o si existía falta de ambición en algún rubro. Nada más alejado a lo que fue su carrera como deportista. Reutemann se colocó en la cima de un momento de oro de la Fórmula 1, que contaba con corredores de muchísima calidad. “Cuando estaba en forma, Carlos Reutemann era imbatible, absolutamente imbatible”, aseguró hace unos años Gordon Murray, uno de los diseñadores más icónicos de la historia de la Fórmula 1.
Llegaron los ’90 y “Lole” cambió por completo el rumbo de su vida profesional. De la mano de la llegada de Carlos Menem a la presidencia, se transformó en uno de los embajadores de una nueva corriente de políticos argentinos: ante el descreimiento generalizado sobre la dirigencia política en general, el menemismo recurrió a celebridades “no contaminadas” para ocupar cargos públicos en el país.
Así como ocurrió con Ramón “Palito” Ortega en Tucumán, Reutemann se consagró en 1991 gobernador de la provincia de Santa Fe. Pese a haber sido elegido en 1994 como Convencional Constituyente para la Reforma de la Constitución Nacional, al año siguiente, “Lole” no tuvo la posibilidad de ser reelecto en Santa Fe y se topó con los primeros cortocircuitos con el presidente Menem.
Con el pasar de los años, se consolidó como una de las figuras más recurrentes en el Senado argentino (NA / JUAN VARGAS)
Durante la segunda mitad de la década del ’90, se consolidó como el hombre con mayor fuerza dentro de su provincia. Su apadrinado, Jorge Obeid, era el gobernador de la provincia, mientras él, en sus primeros cuatro años como senador, se regodeaba en haber mantenido políticas acordes con las del gobierno nacional en su momento respecto a las privatizaciones y reformas del Estado, y en haber “limpiado” la imagen del manejo de las cuentas públicas de la provincia. Dos años antes de cumplir sus seis años como senador, “Lole” renunció a su banca para iniciar su segundo mandato en la gobernación santafesina.
Sin embargo, en esa ocasión sufrió un revés en la gestión política que al día de hoy sigue siendo recordado por todos los ciudadanos de la provincia: las famosas inundaciones de 2003. Entre el 29 de abril y el 3 de mayo, incesantes y terribles tormentas provocaron el desborde del cauce bajo del Río Salado y las consecuencias resumieron el desastre ocasionado: de acuerdo a datos oficiales, hubo 23 personas fallecidas y el Ministerio de Salud provincial informó que, solo en las ciudades de Santa Fe capital, Recreo y Monte Vera, se crearon 475 centros de evacuación que alojaron a más de 62.500 personas.
De acuerdo a quienes lo acompañaron durante años en el Senado, advirtieron que “Lole” fue un persona muy desconfiada. Posiblemente esos fantasmas fueron los que le impidieron animarse a lanzarse por la presidencia del país. Antes del empeoramiento de su cuadro de salud, había transcurrido sus últimos meses feliz con el silencio del campo y muy acompañado de las cuatro mujeres de su vida: su ex pareja Mimicha Bobbio, su esposa, Verónica Ghio, y sus dos hijas, Cora y Mariana.