El funcionario judicial tenía 54 años y se encontraba internado en un centro asistencial por un cáncer de pulmón. Fue un outsider dentro de la Justicia.
Federico Delgado, fiscal federal de Comodoro Py 2002, murió esta mañana. En silencio, había recibido a inicios de año la noticia de un cáncer de pulmón. No quiso frenar sus planes. Siguió su tratamiento, pero también su deporte, su trabajo, sus estudios, sus proyectos. A mitad de año, sin embargo, las cosas se complicaron. La quimioterapia lo obligó a parar después de una descompensación que le agarrotó el cuerpo. Con más tratamientos, logró recomponerse, pero la enfermedad ya había pasado factura. La última semana fue muy difícil, contaron sus allegados. Partió esta mañana. Tenía 54 años.
Como fiscal, le tocó impulsar causas importantes: desde el enriquecimiento ilícito de José López, el ex secretario de Obras Públicas en el Ministerio de Planificación del kirchnerismo que apareció con bolsos llenos de dinero en un convento en junio de 2016, hasta la investigación por los Panamá Papers, que salpicó al gobierno de Mauricio Macri en los primeros días de su gestión. También llevó adelante la investigación por la tragedia de Once o una de las que salpicó al ex ministro Ricardo Jaime. Por estos tiempos, le había tocado impulsar la causa de Lago Escondido. Su pasión, sin embargo, estaba en investigar causas como la deuda externa.
La noticia comenzó a correr en los grupos de whatsapp esta mañana temprano entre sus mejores amigos. Uno de ellos se encargó de avisar la noticia. La confirmación llegó un rato después en la página de noticias de la Procuración General. “El Ministerio Público Fiscal de la Nación expresa su profundo pesar por el fallecimiento de José Federico Delgado y envía sus condolencias a sus familiares, amigos y colaboradores. Delgado se desempeñaba como titular de la Fiscalía en lo Criminal y Correccional Federal Nº 6 de la ciudad de Buenos Aires”.
Su imagen se hizo quizás más conocida que la de otros fiscales de Comodoro Py. No solo porque desde 2016, a raíz de la publicación de su primer libro, había comenzado a circular por los canales de televisión, dando notas con sus críticas al Poder Judicial. También porque había elegido para su vida abandonar el traje y mostrarse como tenía ganas: una remera negra y un jean gastado. Hasta Mirtha Legrand, cuando lo invitó a su mesa, le llegó a preguntar: “¿Usted es fiscal?”
El traje decidió abandonarlo en una infernal tarde de verano de 2002 cuando iba en el subte B. Volvía de cursar una materia de la carrera de ciencias políticas, en la Universidad de Buenos Aires. Ya lo habían designado fiscal adjunto en la Fiscalía Federal 6, donde tramitaba la causa por las coimas en el Senado durante el gobierno de Fernando De la Rúa. Y en ese viaje dijo basta. “El traje es parte de vivir en la mentira”, pensó. “Fue una de las rupturas que hice en mi vida”, le respondió a Mirtha Legrand.
Para 1991, cuando ya sabía que no podría cumplir la ambición de ser tenista o futbolista a nivel profesional, Delgado entró al Poder Judicial. No tenía grandes ambiciones. Era un trabajo más. Apuró sus estudios de derecho. Fue meritorio en un juzgado de instrucción. A su lado trabajaba una de las sobrinas de Hugo Anzorreguy, jefe de la SIDE durante el menemismo y un hombre que manejó los nombramientos en la justicia federal en los años 90. En el 92, la decisión de Carlos Menem de darle impulso a la justicia federal abrió un reguero de cargos. Le faltaba un certificado y Alba, una mujer del área administrativa de la facultad se apiadó y le hizo un papel para demostrar su condición de egresado. Así llegó a ser secretario de fiscalía.
Ahí conoció a la mujer de su vida, con la que tuvo dos hijos; y también a Sebastián Casanello, un gran amigo del que después se distanciaría. Allí también también trabajó con el ex camarista Eduardo Freiler, padrino de uno de sus hijos. En tribunales, los otros fiscales siempre celaron que fue el preferido de Germán Moldes, el histórico fiscal de Cámara Federal. Los unía el gusto por la lectura. Ojos bien abiertos y boca cerrada, fue su lema por esos años.
En 2002, Freiler lo llevó a trabajar en la Fiscalía Federal 6 como adjunto. Ahí explotó la causa por las coimas del Senado, en el gobierno de Fernando De la Rúa. Presiones, denuncias, sumarios… Cuando la causa llegó a juicio oral, todos fueron absueltos con duras críticas al juez Daniel Rafecas y los fiscales. En 2005, cuando Freiler fue nombrado en la Cámara Federal, quedó a cargo de la fiscalía. Desde ahí comandó a su grupo, que hoy lo lloraba entristecido.
En los tribunales siempre fue “Fede”. Aunque en el momento en que Delgado publicó su primer libro, con la periodista Cata D’Elia, “La Cara Injusta de la Justicia”, fueron muchos los que se enojaron. Delgado criticaba abiertamente las causas de sus colegas. Y algunos las entendían esos cuestionamientos también injustos. Muchos además se quejaban de que si era tan crítico siguiera en la justicia, criticándola en los medios y sin cambiarla desde adentro. “Se queda resistiendo”, contestó por aquellos años uno de sus colaboradores.