El 13 de agosto se celebra el Día Internacional del Zurdo, algo que no sucede con los que escriben con la mano derecha. Quizá lograron tener festividad propia porque son minoría en el mundo: el 10%, cuando el 85% es diestro, apenas un 2% maneja por igual ambas manos y un 3% es minusválido. Es decir que 1 de cada 10 personas, en el mundo y en nuestro país, usa la “siniestra” para escribir, cocinar, pintar, jugar, vivir…
Para el zurdo, su condición es, por lejos, una virtud. Una habilidad distintiva en un mundo preparado para humanos en serie, los diestros. Hasta es motivo de orgullo, como quien admira el pueblo donde nació. El zurdo nunca tendrá mala prensa: a lo sumo, podría ser exagerada. Somos el pelo rebelde de una cabellera perfectamente peinada. Vamos a contramano y eso nos hace diferentes. Ni mejores ni peores. Diferentes.
Somos, también, motivo de conversaciones obvias. Al zurdo siempre le marcarán que es zurdo. La mayoría de los que nos ven contorsionar la mano izquierda, con la lapicera entrelazada con los dedos, y girar la hoja a 90° para escribir, acaba con una brillante conclusión: “¡Ah, sos zurdo!”. Sí, señor: zurdo. Encantado, mucho gusto.
En los deportes, nadie quiere enfrentarse con un zurdo. Grandes jugadores han hecho historia en todos los rubros. Sentaron gloriosos precedentes que los zurdos mundanos, los de este planeta, usamos en nuestro favor. Exhibimos esos trofeos regalados para intimidar antes de una contienda. El zurdo es primo hermano del talentoso y eso nos resulta muy favorable en la previa. Sólo en la previa, porque el éxito genuino es directamente proporcional al talento real que posea el zurdo. O en todo caso el contrincante diestro.
En el tenis, un diestro acostumbrado a jugar al revés del diestro tendrá que cambiar la estrategia si enfrente tiene a un falso Nadal (nuestro zurdo preferido). Nadie quiere, tampoco, enfrentar a un zurdo en el boxeo: lo obliga al diestro a pararse distinto. A esperar el cross y el directo con una guardia cambiada. En el fútbol, encontrar un zurdo “malo” es como cruzarse con un oriental con rulos. La inmensa mayoría, diría algún estudio de alguna universidad de Massachusetts, tienen estilo. Pequeñas grandes ventajas que alimentan el mito.
Fuene: Infobae