Por Marcelo Pérez para Diario Cuarto Poder | La Justicia Federal se mostró firme y resoluta frente a una denuncia sobre un supuesto intento de atentado a un objetivo judío en Tucumán. En menos de lo que canta un gallo, se libró una orden de allanamiento y arrestaron a dos jóvenes veinteañeros por escribir el supuesto menaje “perturbador” en sus redes sociales. No hirieron ni mataron a nadie; igual -quieren los denunciaron- los quieren presos “por si acaso”.
La justicia no es la misma para todos
Por ejemplo, hay muchas pruebas que incriminan fuertemente a Alperovich con el robo de casi 1.000 vacas en Santiago del Estero (las encontraron dentro de su estancia, con otras marcas y “remarcadas”) y ni la justicia ni la policía lo imputaron o arrestaron. El senador tucumano, en uso de licencia por otro delito (se lo acusa de violación), se defendió diciendo que no sabía que tenía esas vacas robadas en sus corrales. ¿Suficiente? Ni por asomo José Jorge va a pisar una comisaría.
Pero en Tucumán dos “perejiles” que utilizaron sus redes sociales (whattsapp y Telegram) para hablar de ideología, política y religión, fueron arrestados sin pérdida de tiempo. La justicia y sus denunciantes adujeron que significaban un serio peligro para la comunidad judía provincial.
Decir no es lo mismo que hacer
Los detenidos son dos veinteañeros, estudiantes, que ni se conocen entre sí, pero que mantenían conversaciones en un mismo grupo de chats. Supuestamente y en tono de broma o para palanganear, uno escribió: “LLEGÓ EL DÍA” el “Sabbat” y eso fue suficiente para que los denunciantes (la DAIA Buenos Aires) pidieran su pronta detención. Resulta que el organismo judío los tenía identificado como “antijudíos” y venía siguiendo sus conversaciones desde 2020 porque “presentían” que en algún momento “iban a intentar cometer algo grave” (según la denuncia).
Libertad de pensamiento
Pero no hicieron nada. Su arresto fue por pensar distinto, por decir cosas, por escribir algo, frases sueltas que a alguien no le gustó o que caprichosamente se sintió amenazado.
Los sacaron de sus casas como terroristas cuando dormían. Los muchachos nunca se imaginaron que sus chats generarían tal despliegue policial.
En tal caso, sería bueno que la Justicia actúe con igual celeridad para detener a tantos criminales que están sueltos: narcos, ladrones, asesinos, reincidentes, delincuentes que suben fotos armados hasta los dientes en las redes y que la policía sabe donde viven, saben lo que hacen, (obvio) que tienen armas, y que no sólo amenazan sino que actúan.
¿Por qué la Justicia no va a la Villa 9 de Julio, Las Talitas, El Colmenar, El Chivero, Barrio 11 de Marzo, Ejército Argentino, El Triángulo, Villa Piolín, y las diez mil villas más que abundan en el Gran San Miguel de Tucumán, Tafí Viejo y Alderetes y actúa también de manera preventiva, antes de que “nuestros queridos delincuentes” salgan a cobrarse una nueva víctima todos los días?
No se puede
“No se puede” (dirán). Porque para detener a alguien debe haber certeza de que cometió un delito. Encarcelar a alguien sin antecedentes penales, sin que cometa un crimen y por el sólo hecho de escribir frases en un chat suena a mucho castigo.
Porque hay tantos delincuentes sueltos, tantos asesinos que tienen armas de todo tipo y calibre; que venden drogas, que aborrecen su vida y la del otro o salen con una moto a robar. Y la justicia no libra órdenes de arresto sabiendo donde viven y que en cualquier momento matarán a alguien.
¿Por qué estos dos jóvenes fueron detenidos? ¿Por prevención? ¿Para evitar un mal mayor? ¿Por amenazar a alguien? ¿Por capricho? ¿Por venganza?
Castigo aleccionador
Estos chicos ya llevan dos semanas detenidos y podrían pasar mucho más tiempo en una celda teniendo en cuenta que quienes los denunciaron -la colectividad judía-, ya manifestaron su deseo de “aleccionar” a la gente que se atreve a odiarlos.
Pero la gente no los odia. Ya lo dijo el presidente del a DAIA filial Tucumán, Fabián Neimán: “No hay antisemitismo en Tucumán, sí prejuicios”. Y también aseguró: “La comunidad judía nunca estuvo en peligro (…)”. Es porque ¡no hay terroristas en Tucumán! Sólo gente que tiene prejuicios y eso no es un delito.
Perejiles al cuadrado
Son dos “perejiles” que se equivocaron, pero no son delincuentes. Detrás de ellos hay familias humildes que están sufriendo y que quieren que termine cuanto antes esta pesadilla de venganza. Hay historias de vidas, como que el padre de uno de ellos hace un par de años sufrió un ACV y está postrado en una silla sin poder moverse ni hablar. Su madre sufre mucho la situación y trata de no llorar cuando se le pregunta sobre su hijo.
No son criminales, son estudiantes. Van a la facultad. Su error fue usar mal las redes sociales, pero no hirieron ni mataron a nadie ni pensaban hacerlo; ni siquiera salieron de sus casas.
Podrán decir que no hay que esperar que se cometa algo malo para que la policía actúe; pero bien -en tal caso-, habría que empezar a encerrar a más de uno en Tucumán, porque no es noticia decir que la mitad de la población tiene armas y que muchos sí las usan.
El caso Tacacho
El caso de Paola Tacacho es uno de lo más emblemáticos sobre los arrestos de “pre-crimen” que la Justicia no hizo porque “durmió”.
La joven profesora salteña, antes de ser asesinada en una vereda de Barrio Norte de Tucumán, había recurrido a la justicia más de 12 veces pero nunca la protegieron del femicida que la hostigaba. Ella, como muchas otras mujeres asesinadas, padeció una justicia sorda, ciega y lenta. No tuvo tanta suerte como la tienen los integrantes de la comunidad judía.
Según la denuncia, que es tramitada en la Fiscalía Federal N° 2 de Tucumán, a cargo de Pablo Camuña, los dos jóvenes habían planificado y anunciado atentados contra la comunidad judía a través de mensajes de Whatsapp y Telegram. Según fuentes policiales, “fue muy fácil desbaratar ‘el ataque’”. Será porque no había tal ataque ni tales terroristas.
Igual quieren que haya un castigo ejemplar.
La DAIA presiona a las Justicia para que aplique el máximo rigor contra esta tentativa de atentado basado en el odio, para dar un mensaje desalentador a quienes pretendan seguir ese camino.
Suena a mucha venganza. Al parecer, tampoco hay mucho amor de su lado.