Nota de tapa: Nocaut para Germán Alfaro

La reacción del edil Dante Loza hacia su par “alfarista” Johny Ávila, dejó en evidencia una pelea más profunda y un estilo de gobernar que se le está yendo de las manos al propio intendente capitalino, Germán Alfaro. El puñetazo que le propinó Loza a Ávila fue un golpe que generó una cuenta de protección en las filas del “alfarismo”.

“Golpe por golpe, madura el nocaut”, hubiese sido el relato de Osvaldo Príncipi, el periodista deportivo especializado en boxeo, quien acuñó esa frase como un verdadero sello de los combates pugilísticos. Sin embargo, el escenario era otro: la sala de sesiones del Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán.
Los protagonistas fueron los concejales Dante Loza y el “ultra alfarista”, Rodolfo “Johny” Ávila, quien llevó la peor parte del breve encuentro físico. El áspero debate por el presupuesto para el cuerpo legislativo municipal hubiese pasado a formar parte del anecdotario político si no se tratara de protagonistas identificados, el primero con el “alperovichismo puro”, y el segundo en su rango de “cara visible” del intendente Germán Alfaro en el recinto.
El origen de la polémica se remonta a la renovación de autoridades del Concejo Deliberante, que el alfarismo perdió ante la oposición, que logró imponer con los votos de Fuerza Republicana, una mesa de conducción presidida por Armando Cortalezzi.
Poco después comenzó una escalada de choques entre el oficialismo y la oposición municipal, que tuvo como “pato de la boda” al presupuesto.
Teniendo en cuenta los cálculos relacionados al funcionamiento, en especial los salarios -que consumen gran parte del presupuesto- se estableció que el monto para el órgano legislativo pasara de 240 a 320 millones de pesos. Sin embargo, el intendente consideró que ese monto no correspondía y vetó el presupuesto, en medio de polémicas y críticas, debido a que ese incremento había sido aprobado por unanimidad, con la participación de los ediles que supuestamente le respondían.
El tiempo le dio la razón a los miembros del Concejo Deliberante, porque ante la imposibilidad de pagar los salarios, el Ejecutivo municipal tuvo que remitir 76 millones de pesos, a fin de que el conflicto no lo perjudicara.
Con ese panorama, los ánimos, más allá de tranquilizarse se caldearon y potenciaron. En ese clima se dio la sesión en la que el concejal Dante Loza, en plena discusión justamente por falencias e irregularidades de forma del veto del intendente Alfaro al presupuesto, se levantó de su banca y se dirigió a su par Rodolfo “Johny” Ávila, a quien le propinó un par de golpes. La intervención de otros concejales posibilitó que se separara a los ocasionales contendientes en plena sesión.
Pese a que Loza, quien será sancionado por sus actos, reconoció que fue desproporcionada su reacción y la atribuyó a problemas familiares que había tenido ese día, la situación desnudó la reacción a un modo de presión establecido desde la gestión de Alfaro hacia quienes se presentan como opositores, ya sea políticos o sindicales (ver recuadro aparte).

La “cara visible del intendente”
El concejal Ávila representa la cara del intendente en el recinto, no sólo por su condición de edil de Cambiemos, sino porque Alfaro le confía algunas misiones específicas dentro del funcionamiento del Concejo Deliberante, incluso por sobre la figura del titular del interbloque de Cambiemos, Agustín Romano Norri, quien en momentos del escándalo por sus dichos sobre Eva Duarte de Perón, se jactaba de su influencia sobre las decisiones del “lord mayor”.
Justamente las expresiones de repudio realizadas por Romano Norri, en torno al episodio entre Loza y Ávila, generaron repudio en diversos sectores políticos, por la sanción recibida en ocasión del escándalo suscitado por sus dichos contra la “abanderada de los humiles” y símbolo del justicialismo. “No se trata justamente de la persona adecuada para realizar críticas”, deslizó un edil capitalino. La situación fue noticia nacional y convirtió al recinto legislativo municipal en la caja de resonancia de una pelea aún mayor, que tiene como meta y horizonte las elecciones de 2019. Este año promete ser político, mientras que el que le sigue será netamente electoral.

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