Por Manuel Rivas* / Novedades literarias / Comentario. El primer libro del escritor de Bella Vista Luis Alberto Ibarra, “Numen de tapera” es un poemario que alcanza una estética cercana al lector, en donde las metáforas surgen con autonomía de la inspiración del autor.
El poeta y un título enigmático
Luis Alberto Ibarra es un poeta por naturaleza, que refleja en sus versos aquello que le es cercano a su corazón, lo que le trae recuerdo, lo que le genera alegría, tristeza, melancolía o enamoramiento. Hay en sus composiciones una rica variedad.
Su primer libro, “Numen de tapera”, nos abre interrogantes desde su propio título. El autor, en una entrevista reciente rememoró un poema que escribió para su casa y por el fallecimiento de su madre, señalando que le costaba mucho regresar.
“Crecí en un hogar muy humilde y me costó salir adelante, pero nunca reniego de eso. Elegí Numen de tapera, porque esta inspiración viene desde abajo. Conocemos bien a fondo esa parte, no sé si llamarle triste, pero es hermosa de la vida”, expresó el autor.
Un libro, parte de un sueño mayor
El autor de este poemario sostiene que “este pequeño libro es parte de un sueño que quiere alzar vuelo y se aferra a las alas del amor. Quizás el título suene como algo compasivo, pero es todo lo contrario. El crecer en un hogar humilde me enseñó a rescatar las cosas más hermosas”.
Su prologuista, Stella Maris Incola Crespo, nos anticipa: “beberemos el vino espiritual de esta obra. Recorreremos un camino consustanciado con el universo, ese “todo” nacido de él que nos contiene, ello expresado en una poética intimista”.
En el comentario de contratapa, Alejandra Burzac Sáenz, directora de la Editorial Trascendernoa, nos lleva de la mano sobre el significado de Numen y su uso a lo largo de la historia, para luego dejarnos una pregunta sobre esa palabra: “¿es sagrada, es mágica, humana, demoníaca o divina?”
Los decálogos del amor
El libro está dividido en siete partes, la primera de las cuales recibe el título de “Decálogos del amor”, en donde hace gala de su veta romántica iniciando su “Numen de tapera” con el poema “Génesis”, que alude al nacimiento de su poesía a través del amor.
Como todo poeta, se siente dueño del amor como bien de la humanidad, como materia prima de versos que pronto dejarán de ser suyos, en el momento en que alguien los escuche recitados o un lector tropiece con estas composiciones.
De esta primera parte, que impacta y conmueve al alma enamorada o no, el autor bellavistense nos comparte los poemas “El amor”, en donde lo sublime nace de lo cotidiano; luego, en “Cómo no amarte” y “Tu imagen”, sostiene ese tono sencillo y eficaz.
Buenos recuerdos y Ella
Las dos partes que siguen a la inicial mantienen ese hilo conductor del amor. La segunda se conforma, aparentemente, de poemas escritos en algún momento de la vida del autor, que quedaron como testimonio poético personal, pero de alcance universal.
Allí se suceden los poemas “Aprendizaje”, “Conjuro”, “Ella”, “Sueño” y “Anhelo”. En tanto que, en la tercera parte, titulada Ella, parecen composiciones más cercanas. Se inician con “Presagio” y sigue con “A veces”, “Insomnio”, “Fuimos pájaros”, “Tu boca” y “Te amo”.
En “Tu boca” los versos nacen con naturalidad y profunda intimidad: “Tu boca / nido de sueños / manantial de vida / augurio de besos // Tu boca / plantío de jazmines / río de aguas cristalinas / cerezo que se abre al viento //…”
“Bella Vista, corazón de azúcar”
No podía estar ausente de su poder creativo su terruño. Es por ello que la cuarta parte de este poemario, “Caminos y raíces de mi tierra”, se refiere justamente a su lugar, Bella Vista y a lo que nos representa como habitantes de este suelo argentino.
“¡Bella Vista! / Mujer morena / pollera verde y amplia / ojos de miel, nido de esperanzas”, sostiene en algunos versos del poema dedicado a la ciudad que tanto ama, y a la que el poeta califica como “ciudad de pájaros / corazón de azúcar”.
En “Sueños de libertad”, habla del origen, de las civilizaciones ancestrales, de la conquista, de nuestros héroes libertadores, de los males de nuestro país, pero deja un mensaje de esperanza, aquella que ruge desde el verdadero sentimiento de pertenencia.
Los merecidos homenajes
Como hombre agradecido del pasado y del presente, Luis Alberto Ibarra –nombre surgido de la pasión de su madre por el radioteatro-, reserva un espacio para los “Homenajes”. Abre el recuerdo nada menos que con Isauro Arancibia, en el conmovedor poema “Reminiscencias”.
Posteriormente, prosigue con “Inercia”, para Alfonsina Storni; “Gallardía”, dedicado a los héroes de Malvinas; “Oasis”, en homenaje a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y “Gratitud”, para el poeta bellavistense Lucho Díaz.
En este último homenaje se permite decir: “…Las palmeras se inclinan a buscarte / hermano Lucho / los gorriones te extrañan por las tardes / y en su trinar gritan tu nombre / Ojalá algún día… También los hombres”.
La Pandemia y El universo y sus bellezas
Como todo poeta, Luis Alberto Ibarra, y su particular sensibilidad no pueden dejar de referirse a la reciente pandemia que azotó a la humanidad. Lo hace con los poemas “Desconcierto”, “Quizás” y “Volveremos”.
Por último, en la última parte, “El universo y sus bellezas”, descubre en las simples cosas aquello que en esencia es más importante. Lo hace en “Luna”, “Magia y melodía de lluvia”, “Primavera”, “Rosa”, “Otoño”, “Cautivos”, “Plaza”, “Mi sombra”, “Destino” y “Ocaso”.
En el poema final, “Árbol” la voz poética alcanza una altura esencial: “Yo si tengo que elegir / me quedo con los pájaros / Ellos creen que soy nido / guitarra, flores o manzanos / Yo… orgulloso de ser árbol”.
En definitiva, “Numen de tapera” es un libro más que recomendable para quienes aman la buena poesía.
*Fundador y director de Diario Cuarto Poder. Profesor en Letras e Historia, periodista y escritor.