Scaloni y su cuerpo técnico consideran al delantero del Manchester United como una pieza a seguir de cerca pensando en 2026. El paso a paso para rodearlo de identidad albiceleste, aún sin la carnada del Mundial Sub 20 por delante.
Aunque haya nacido en Madrid y lo acompañe un acento español inconfundible, Alejandro Garnacho es, tal vez, el proyecto más cautivante de la selección argentina campeona del mundo. El extremo, de 18 años, deslumbra con su potencia y velocidad meteórica en el Manchester United, al punto que una gloria de los Diablos Rojos como Paul Scholes arriesgó: “Es como un Cristiano Ronaldo joven”.
En el complejo de Ezeiza saben que el atacante puede representar la próxima “bala de plata” para la Albiceleste en un futuro cercano. Tan cercano como el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá. Para ello, apuestan a arroparlo, a inyectarle la identidad y mística que se respira en La Scaloneta; para prepararlo, claro, y también para que no se rinda ante los cantos de sirena que puede escuchar desde España.
Hijo de un español (Álex) y de una argentina (Patricia Ferreyra Fernández), ya contaba con presencias con la selección ibérica Sub 18 antes de que el departamento de scouting de la AFA lo señalara como un valor a tener en cuenta y que Lionel Scaloni lo citara directamente al combinado Mayor en 2022 para ver su comportamiento y talento desde cerca, que sintiera el ambiente de la selección argentina y hasta se retratara junto a Lionel Messi, un iman ineludible como elemento de seducción. “Los sueños realmente se hacen realidad”, escribió entonces en su cuenta de Instagram, como epígrafe de la foto cumbre, más allá de que su espejo sea Cristiano Ronaldo, de quien fue compañero en el United.
Como símbolo de la integración al grupo, al igual que las otras promesas citadas para aquella ventana de marzo de 2022 (como Nicolás Paz, por citar otro nombre), debió atravesar el “bautismo” en la concentración: se vio obligado a subirse a una silla para entonar una canción de Ozuna, o al menos intentarlo. Se trata de una práctica muy común en los planteles europeos, cuando llega una incorporación.
Aquel desembarco no estuvo desprovisto de algún contratiempo. “Lo pidieron para jugar contra Venezuela y había que sacarle el pasaporte. Vino con un permiso de menor con el que no sé cómo hicieron para sacarlo de Inglaterra. ¿Sabés lo que era eso? Mal redactado, todo. Fuimos al aeropuerto donde te hacen el pasaporte en una hora y nos dijeron ‘esto no va’. Le digo ‘esto se tendría que haber hecho de otra forma, tu viejo debió hacerlo mejor’, y él me miraba. Me pregunta, ‘¿por qué mi viejo? Mi mamá y mi papá están comiendo pizza en la calle Corrientes. Vinieron de visita’. Lo llamé al padre y le dije ‘dejá de comer que tenemos que hacer el pasaporte de forma urgente’”, relató Omar Souto, histórico gerente de selecciones nacionales, sobre el obstáculo salvado.
“Le enseñaron a tomar mate y salió todo bien. Ya está adaptado al grupo. Pienso que la Selección mayor lo volverá a tener en cuento con vistas al próximo Mundial”, concluyó en una entrevista con TNT Sports.
Claro que a su regreso a Manchester -que le pagó 420.000 euros al Atlético de Madrid por su ficha- tras esa primera experiencia su crecimiento resultó exponencial. Ganó rodaje, hizo honor a las oportunidades e irrumpió con una fuerza impensada. Volvió a vestir de albiceleste en el torneo Maurice Revello (ex Esperanzas de Toulón), entró en la prelista de la Selección para el Mundial de Qatar, pero no pasó el corte definitivo de 26 futbolistas. Y, si bien existieron especulaciones sobre sus chances ante las bajas de último momento de Nicolás González y Joaquín Correa, esas plazas fueron para Ángel Correa, un histórico del ciclo Scaloni, y Thiago Almada.
Tal vez, en ese instante, se dio el principal momento de zozobra pensando en su futuro. “El miedo era que España lo llevara al Mundial”, señaló alguien desde la AFA con conocimiento de causa. Encima, ante la noticia de que no era elegido para la excursión a Doha, cometió un pecado de juventud: en redes sociales le dio “me gusta” a una respuesta de un tuit en apoyo a Almada. “No convocaron a Garnacho porque es español”, manifestó el mensaje del usuario @cabifyyy que likeó el futbolista de 18 años. Acto seguido, publicó una imagen de un festejo suyo con el United, en el que exhibió su casaca con el dorsal hacia adelante, al mejor estilo CR7. Sin embargo, Luis Enrique tampoco lo citó. Y a lo largo del camino de Argentina en Qatar volvió a apoyar a su patria adoptiva, la identidad que le transmitió su mamá.
“Nací en Madrid, pero mi madre es argentina, al igual que toda su familia, y es un honor poder representar a Argentina, igual que lo fue en su momento representar a España”, supo declarar. Ese trabajo a fuego lento encabezado desde Ezeiza para asegurarse sus servicios y hacerlo sentir cobijado volvió a tambalear este verano. Es que Javier Mascherano lo quería para disputar el Sudamericano Sub 20, pero la cesión para los clubes no era obligatoria y el Manchester no lo habilitó a viajar. El entrenador lo apalabró para contarlo en el Mundial de Indonesia, el anzuelo resultó efectivo, y Garnacho acompañó en redes al equipo, que tropezó sorpresivamente en fase de grupos y no logró el pasaje para el certamen ecuménico (tampoco para los Juegos Panamericanos).
A pesar de la oportunidad dilapidada de enfundarlo con la indumentaria de la Selección, el operativo no se movió un ápice del plan original. Una vez por semana, algún integrante del cuerpo técnico de la Albiceleste lo llama o mensajea, o le pregunta cómo está, tal como sucede con el grueso del grupo estelar. Y tiene cerca, muy cerca, a un embajador campeón del mundo: su compañero Lisandro Martínez. El defensor lo “adoptó”; si hasta en los guiños virtuales lo llama “hermanito”.
Y el mayor respaldo por parte de Scaloni y su equipo llegará en las convocatorias. Garnacho será parte del proceso pensando en 2026. Posiblemente no esté en la nómina de los amistosos de marzo, uno en el Monumental (al parecer, ante Panamá) y el otro en el Interior del país (Córdoba, San Juan y San Luis son tres provincias con las que la dirigencia encaró conversaciones): salvo que haya lesionados, en la misma aparecerán los 26 héroes que consigueron la tercera estrella para Argentina y los que se perdieron la gesta por cuestiones físicas (los mencionados Nico González y Joaquín Correa, más Giovani Lo Celso). No obstante, a partir de junio, si sostiene su nivel, está en condiciones de convertirse en habitué.
“Es un fenómeno, tiene todo para ser un jugador importante”, advierten quienes conocen los rincones del hogar de la Selección. Y quieren que el uniforme oficial de su velocidad supersónica sea celeste y blanco.
fuente: infobae