José López no solo funcionó como el eslabón perdido que conectó el sistema de coimas en la obra pública con la esfera más jerárquica del kirchnerismo. Además, desnudó un entramado de relaciones entre una parte de la Iglesia y el poder político.
Con las monjas del Convento dando explicaciones en la Justicia y con el ex obispo de la Diócesis Mercedes-Luján, Rubén Héctor Di Monte, el amigo de López, fallecido, todo indicaba que el agua había llegado a su punto más alto. Ahora, desde el Vaticano creen que puede caer otro ex obispo: Monseñor Oscar Sarlinga.
Sarlinga siempre fue particular pero Di Monte lo quería casi como un hijo. En 1990 fue el ex obispo quien dio su ordenación como sacerdote y 13 años después también fue Di Monte quien le dio la consagración episcopal, en 2003 en la Basílica de Mercedes por decisión de Juan Pablo II, y con un ascendente Jorge Bergoglio, ya cardenal primado de la Argentina, como testigo. Así se transformó en el segundo de Di Monte, en su obispo auxiliar y en su soldado ejecutor.
En noviembre de 2015, y al cierre de la peregrinación de Luján, Sarlinga no pudo más con las presiones, y en coincidencia con el cambio político, presentó su renuncia. El Vaticano lo investigaba por malversación de fondos, lavado de dinero, abuso de poder y comportamientos inapropiados. Esa investigación aún continúa abierta.
¿Cuál es la relación del kirchnerismo, Di Monte, Sarlinga y Planificación? En febrero de 2006, Benedicto VXI designó a Sarlinga como obispo de la Diócesis Zarate-Campana y Bergoglio entendió todo. El entonces cardenal y figura máxima de la Iglesia Católica Argentina, enfrentado con el kirchnerismo, visualizó la jugada de distintos sectores de la política, Iglesia y empresarios: levantar la figura de Sarlinga, que se constituía como el obispo más joven de la Argentina, presentarlo como lo nuevo y así descabezar desde el Vaticano la conducción de Bergoglio. La jugada no prosperó, Bergoglio salió fortalecido y Sarlinga se refugió en Di Monte y su plafón kirchnerista. Desde ese momento Sarlinga empezó a construir relaciones con importantes empresarios y funcionarios de Planificación a los cuales les ofreció todas sus herramientas eclesiásticas. Así, de un momento a otro, el joven obispo pasó a moverse en autos de alta gama, a comer langostinos, caviar, usar piedras preciosas y a brindar con champagne.
Fuente: Infobae