“Querido Papá Noel. Todos los años te pido algo para compartir con mis amigos. En el 2015 te pedí que mi papá tuviera trabajo porque se quejaba todo el día que no nos alcanzaba para llegar a fin de mes. El año pasado fue una bicicleta así podía llevar a mi vecino Abel que siempre llega tarde al cole”, comienza la carta de Pedrito, un ejemplo de madurez para sus 8 años, quien vive en un hogar modesto pero lleno de amor en Haedo, el tranquilo barrio de Zona Oeste con casas bajas, vecinos que aún toman mate en la vereda, chicos que juegan a la pelota en la calle entre el paso de un auto y otro. No estamos hablando de un paraíso terrenal pero sí de un lugar que mantiene las costumbres de otra época, donde el almacenero todavía le fía a los vecinos. De ahí que llamó tanto la atención que un chico criado como cualquier otro de la zona,le hiciera un pedido tan especial a Papa Noel.
“Por eso este año te quiero pedir que, en vez de traerme la pelota que usa Messi para meter goles en el Barcelona, me traigas una molotov como las que vi que tiraban los señores con la cara tapada en la tele”, expresa en la carta que encendió la alarma de sus padres, de las autoridades del colegio y que, en minutos, se hizo viral luego de que su hermana le sacara una foto y la subiera a su perfil de Facebook. Juana es la típica adolescente que está pegada todo el día a su celular. Mientras contesta mensajes que le llegan sin cesar a su Whatsapp, nos cuenta las repercusiones: “colgué la carta antes de irme a dormir y nunca pensé que fuera a pasar lo que pasó. Cuando me levanté tenía 135 mil likes, 256 mil compartidos y mensajes de miles de personas solidarizándose con la difícil situación de mi hermanito”.
Si su hermana está angustiada ante la locura que se generó en las redes y entre los vecinos -que vieron revolucionada la calma del barrio con la llegada de los móviles de los canales de televisión en busca de un testimonio- la sorpresa de los padres no es menor. Eso mismo nos cuenta Delia, su madre, quien no sale de su asombro: “Llamaron de todas partes. Desde Verónica Magario, convencida que Pedrito es un arma secreta de Cambiemos al cual están preparando para postularse como intendente de la Matanza en un futuro, hasta el Ministro de Educación, que de manera muy didáctica nos explicó la importancia de una sesión especial del gabinete psicopedagógico de la escuela para que le hagan un test a mi hijo con el fin de corroborar si tuvo un impacto real o fue producto de una fantasía alimentada por los últimos acontecimientos que nos tuvieron a todos pegados al televisor”. En realidad no debería sorprendernos, ya que los chicos aprenden de lo que ven y no de lo que les contamos los adultos.
“Yo cuando sea grande quiero ser como el señor de remera roja y pelo rasta que defendió a los jubilados con una pistola hecha por él mismo. Un capo. Así que si sos tan bueno, me gustaría que me dejes en el arbolito una igual para defender a mi mamá y a mi papá cuando sean jubilados y no tengan qué comer. También la Molotov por si la pistola no funciona. Te quiero mucho, Pedrito” termina la carta que debería hacernos reflexionar acerca del país que les queremos dejar a nuestros hijos. No se trata de ponerse en moralistas, sino de intentar entender lo que sucedió en una de las semanas más críticas de los últimos años y de qué manera impactó en aquellos que tienen menos recursos para enfrentar el delirio en el que nos sumergimos como sociedad.
Para que exista un agitador tiene que haber alguien que lo permita. De ahí que el Gobierno sea uno de los grandes responsables de la violencia que se generó en las puertas del Congreso. ¿Culpable? No. Responsable. Y lo es, por dos razones muy simples: la primera, por creer que aquello que negocia con los gobernadores, los legisladores que les responden lo van a sostener en el recinto. Una actitud muy inocente para un país tan peronista. La otra razón es la incapacidad que tiene para explicar ideas supuestamente geniales, como vendría a ser la reforma previsional. Si uno va a meterse con los jubilados, debería ser extremadamente cuidadoso ya que los jubilados no son una masa amorfa, sino nuestros padres, nuestros abuelos y, en un futuro cercano, lo seremos nosotros mismos.
¿El Gobierno lo hace a propósito para dejar en evidencia a los violentos? Hay que ser cínico para pensar eso, ya que el descontrol de esta última semana sólo le sirve a quienes viven del caos y no a un Gobierno que necesita de manera imperiosa de la inversión para salir de un descalabro económico heredado y, sobre todo, para consolidar su política de libre mercado. Si un empresario extranjero vio la cantidad de cascotes que impactaban en los pocos Policías de la Ciudad que custodiaban el Congreso, seguramente nos tachó como su próximo destino. ¿Y los empresarios locales? No saben, no contestan.
Este país no desapareció del planeta Tierra porque el Papa Francisco tiene línea directa con Dios e intercedió para que no perdiéramos la personería jurídica como Estado. Si no, no se entiende. ¿Qué fue del mes de Diciembre típico, aquel donde la violencia era producto del hambre y no de un grupo de agitadores pagos con la plata que nos robaron en los últimos años? Lo increíble es que sabemos quienes fogonean estos destrozos, los mismos que los financian y aun siguen sueltos dando cátedra, abogando por la inclusión social, desde sus recién estrenadas bancadas en el Congreso de la Nación.En serio. Si todavía no desaparecimos como país, debe ser fruto de las gestiones de Francisco o porque somos un experimento científico global para ver hasta dónde se puede tirar de la cuerda sin que se corte. Noche de paz, noche de amor. Hoy más que nunca.