Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / Entrevista a Pablo Donzelli. Compartimos un interesante diálogo con el escritor en torno a su nuevo libro “Pasar el Infiernillo” y la labor editorial que realiza en paralelo con La Papa.
Manuel Rivas (MR): —¿Se puede estar más roto que Camilo, el personaje principal de “Pasar el Infiernillo”, en el inicio de la nouvelle? ¿Cómo construiste esa situación?
Pablo Donzelli (PD): —Claro que sí. Cada persona sufre sus dolores en forma particular y hay duelos y duelos. Aquí hay pérdida pero la posibilidad de aprendizaje, el futuro por delante. Quizás más que nada este duelo sea por un viejo Camilo que rompe el cascarón de su antigua piel y eso es traumático, todo pasa a ser nuevo. Para pensar la escena inicial quise representar y presentar un personaje hecho mierda, su peor momento. Y de ahí construirse de nuevo.
MR: —La obra se divide en diez capítulos o días ¿la elección fue arbitraria o responde a alguna razón en especial?
PD: —Me gustan los números redondos, la verdad. No conozco de la cábala para saber los significados de los números pero el 10 en la espalda de los jugadores de fútbol me dice mucho. En este caso, sólo se trató de porque era un número redondo.
MR: —De los personajes con los que se encuentra Camilo ¿consideras a alguno esencial para su redención?
PD: —Camilo se va encontrando con personajes que tienen algo para decirle, creo que de algún modo tiene que ver con el viaje de El principito y sus distintos encuentros. A diferencia del libro de Antoine de Saint-Exupéry puede haber personajes más queridos que otros pero en su conjunto le van diciendo lo que necesita escuchar en una forma lineal a través del viaje, sin que uno sea más especial que otro.
MR: —Lo onírico se cuela, a veces, en “la realidad” del relato, ¿buscas desdibujar los límites?
PD: —Ahora que me lo preguntás la respuesta es sí, en doble dirección. Lo onírico intenta integrarse a la “realidad” y la “realidad” coquetea con lo onírico. Pensemos en esto: ayer anduve en bicicleta y a la noche soñé que volaba. Hoy de estas dos acciones tengo sólo una cosa: el recuerdo. En este presente tanto el andar en bicicleta como volar están hechas de la misma sustancia. Anduve en bicicleta, lo recuerdo. Volé, lo recuerdo.
MR: —¿La leyenda del avioncito de papel de Adriano puede transformarse en leivmotiv de la historia?
PD: —Si, puede ser una de las frases más importantes, pero me gusta más la imagen del avioncito de papel, y que lleve mensajes. A Rosalba Mirabella, quien hizo la ilustración de tapa e interiores lo cual le agradezco enormemente, parece que también le llamó la atención al punto que lo dibujó entre otros detalles.
MR: —¿Los peligros de la jungla se pueden asimilar a una metáfora de la ciudad?
PD: —Los peligros de la selva no son geográficos, más bien me parece que se trata del miedo a conocerse profundamente uno mismo, aceptar las debilidades y convivir con ellas. Más que la jungla me interesa el contraste entre la propuesta de quedarse quieto en ese lugar iluminado donde no le va a pasar nada, pero tampoco ganará nada y la posibilidad para adentrarse en una oscura selva donde toda clase de peligros acechan con la promesa de algo mejor. Y la decisión que toma Camilo.
MR: —¿Cuáles son los infiernos y tentaciones que subyacen en el entorno del protagonista?
PD: —De alguna manera el infierno, ese infierno, porque puede haber otros a futuro, está atrás, y tal vez avanzando. como dice la canción:
El que siga un buen camino tendrá sillas
Peligrosas que lo inviten a parar.
La tentación pueden ser las sillas.
MR: —¿Qué sentido le das a Amaicha en el final de la travesía?
PD: —Si bien en todo el libro no menciono ningún lugar geográfico, es fácil darse cuenta que la historia desemboca en Amaicha del Valle. Ya lo describí en una novela anterior, cuando uno llega por la ruta viene bajando y si sigue empieza una leve subida hacia Cafayate. Si entra al pueblo toma un descenso. Es la imagen de un embudo, y la revelación de que es un buen lugar para los años de serenidad y descanso.
MR: —Tu libro está listo y disponible, ¿vives esta situación con la misma tensión que cuando publicas a otros autores?
PD: —Completamente no. Una vez presentado el libro de la editorial La papa empieza otro trabajo: la exhibición y venta del libro. Eso dará un panorama de si lo realizado estuvo bien, pero ya estás con la elaboración de un nuevo libro. Dicho de otra manera, la obra en la editorial es el catálogo y siempre está en proceso, con sus aciertos y errores. En cambio el autor entrega su obra y ya no hay movimiento posible para él mientras los lectores terminan el ciclo con su propia interpretación y lectura. La ansiedad es absolutamente diferente. Aquí cabe aclarar que Pasar el Infiernillo es una coedición junto a Libros Tucumán. Creo que ese es el camino para las editoriales tucumanas y de la región, la coedición.
MR: —¿Te sentís propiciando, a través de La Papa, el encuentro de una generación huérfana del bache generacional que ocasionó la dictadura?
PD: —La pregunta 10, como los capítulos de la nouvelle. Siento que todo se dio naturalmente, creo que la principal razón es que llegamos a la madurez y es más fácil verse a uno en el contexto. A la distancia se puede comprender mejor las cosas que dejaron marcas, y hasta la misma construcción de la “verdad”. A esta altura, con la posibilidad de reunirnos, analizamos nuestros recorridos, los puntos en común y las diferencias. Y por suerte, la manera de colaborarnos. El libro El puente, 25 cuentos de autores tucumanos, por iniciativa de Fabián Soberón, es el fruto de eso.
MR: —¿Cuáles son los temas que tienes pendiente de abordar en tus obras?
PD: —La verdad que no sé si tengo temas pendientes de abordar. Ojalá aparezcan, ojalá siga convencido de que tengo algo por decir. Todos tenemos algo que decir me parece, cada uno elegirá el formato.
MR: —¿Es un momento de reactivación literaria tras la pandemia o una sensación generada por la vuelta a la presencialidad?
PD: —Estoy interesado en el campo literario hace 25 años, desde que vi en una biblioteca de la casa de Javier Kirschbaum y que pertenecía a Gustavo Bravo Figueroa La oruga en el pizarrón de Eduardo Rosenzvaig. En esos 25 años el campo literario tucumano viene creciendo en forma constante, probablemente ayudado por las nuevas tecnologías. El empuje de las editoriales universitarias también, Edunt y Humanitas son un gran viento a favor, la creación del Mayo de las Letras por parte de María Blanca Nuri y su consolidación con las siguientes gestiones de cultura, la Feria Itinerante del libro impulsada por Daniel Mora, todos vientos a favor. Hoy hay autores viviendo de la literatura, hay por lo menos cuatro editoriales logrando ser sustentables y dos revistas digitales de literatura que se mantienen muy bien. Dos festivales que crecen año a año. Lo que se vio en el Filt (Festival Internacional de Literatura de Tucumán) los últimos días de julio fue increíble, nada que envidiar a ningún otro festival. Todo esto creo que es fruto de un proceso mucho más largo. Tal vez la pandemia un poco lo retrasó pero con un elástico que al cortarse permite el impulso de la fuerza retenida.
MR: —La Papa logró publicar una obra por mes ¿cuál es la clave para lograrlo?
PD: —La clave es la palabra empeñada. Este año necesitábamos con Facundo Iñiguez, el responsable de que La papa editorial pase de lo virtual a lo físico, hacer stock de libros y se nos ocurrió hacer el Club de libros. Quienes confiaron en nosotros se suscribieron y reciben todos los meses un libro. Vamos a cumplir la promesa de entregar al menos 10 este año (de nuevo el 10). Ya vamos 6 con Pasar el Infiernillo que estamos llevando a domicilio por estos días.
MR: —¿Qué proyectos puedes anticipar, tanto personales como editoriales?
PD: —En cuanto a la escritura no puedo anticipar nada, por el momento la actividad editorial me está absorbiendo casi todo el tiempo y no encuentro la pausa y el silencio necesario para empezar un proyecto literario nuevo. En comunión con esto es que esperamos para el año que viene poder presentar y rescatar por lo menos dos obras muy importantes para Tucumán.
El número 14 me gusta más, es la fecha de mi cumpleaños y el número de mi camiseta de fútbol. En la quiniela es el borracho. Confieso que me fijé también cuando estaba en la décima pregunta qué significaba el 10 pero no me gustó. De eso también trata Pasar el Infiernillo, en la posibilidad de cambiar el destino si no nos gusta lo que vemos.
*Periodista, profesor de Letras e Historia y escritor.