Le amputaron la pierna cuando tenía 13 años. El año pasado contó su historia y miles de personas se unieron para ayudarla. Su vida cambió pero de la forma que menos imaginaba
Muy pocos, en San Juan, conocían su historia completa. Quienes la habían visto sabían lo que veían: una chica a la que le faltaba una pierna y que, todas las tardes, se paraba en la terminal de ómnibus apoyada en sus muletas y se quedaba hasta vender todos los budines de la bandeja.
Nadie sabía que esa chica había perdido a su mamá el mismo día de su nacimiento. Ni que habían tenido que amputarle la pierna cuando iba a la primaria para salvarla de un tumor de 16 centímetros que crecía abrazado a su fémur.
Podían intuir, quienes la veían, que la nena que la agarraba de la muleta era su hija. Lo que tampoco sabían es que la chica de los budines era mamá soltera y que ya no podía alzarla porque sentía que su cuerpo, a los 26 años, la estaba “abandonando”.
Muchos, y a lo largo de todo el país, conocieron su historia en septiembre de 2017, cuando María Emilia Correa armó un perfil en Facebook llamado “Una pierna para María Emilia”. Después de 15 años de usar muletas, un médico le había contado que existía una pierna ortopédica que podía cambiar radicalmente su vida.
En ese primer posteo, María Emilia contó que el dolor era tan grande que, cuando se iba a dormir, sentía que le habían “pegado en el cuerpo con un palo durante todo el día”. Dijo, además, que vivía preocupada porque no sabía cuánto tiempo más iba a aguantar los dolores “sabiendo que mi hija solo me tiene a mí”.
“Mi intención era que me ayudaran a juntar firmas o a hacer presión para que la obra social me cubriera la prótesis. Me angustiaba mucho saber que había algo que me podía cambiar la vida pero que no iba a poder alcanzar”, cuenta ella a Infobae desde San Juan, donde vive.
María Emilia estaba acostumbrada a luchar para salir adelante. Su mamá había muerto en 1991, cuatro horas después de su nacimiento, producto de una hemorragia incontrolable. Se crió con su papá y fue él quien la trajo a Buenos Aires a hacerle la biopsia que confirmó lo que temían: su nena de 11 años tenía cáncer infantil.
Hubo cirugías, sesiones de quimioterapia y alivio. Pero unos meses después, cuando todo parecía estar mejor, detectaron metástasis en la pierna. La amputación fue en marzo, el mismo mes en que María Emilia cumplía 13 años. No hubo tregua: un tiempo después, cuando volvieron a llevarla al hospital, el cáncer había llegado a los pulmones.
“Mi papá nunca hizo diferencia con mis hermanos, nunca me tuvo lástima. ¿Querés comprarte esa campera que te gusta? Bueno, trabajá y comprátela. Eso me enseñó a salir adelante, nunca me quedé esperando a que mi papá me limpie o a que mi papá me compre”.
Sabía que la prótesis Genium X3 -la mejor que existe en el mercado- le permitiría subir y bajar escaleras, caminar en terrenos inestables, reducir el esfuerzo que necesitaba para trasladarse y prevenir futuros daños en la postura. Sabía que costaba al menos 1.500.000 pesos pero pedir ayuda económica para comprarla ni se le había ocurrido.
No había forma de imaginar lo que terminó pasando: en pocos días la página llegó a los 50.000 seguidores, le insistieron para que abriera una cuenta -“Dale, que entre todos podemos”, le dijeron- y el 6 octubre de 2017 se animó: un mes después grabó un video llorando. Acababa de juntar todo el dinero: la pierna ya estaba en camino.
“Fue muy emocionante, mucha gente me sigue escribiendo. Me dicen que soy una mujer fuerte, aunque yo me llamaría más bien luchadora, porque en la vida me he encontrado con un montón de trabas que me hicieron frustrar, que me dieron mucho miedo y me dieron ganas de tirarme en una cama a llorar, como a cualquier otra persona”, dice.
Algunos le dijeron que se sintieron identificados con el camino de ripio que había recorrido en su infancia. Otros, con lo que te pasa cuando tenés que luchar contra las obras sociales. Hubo mujeres que se sintieron identificados con las dificultades que debe atravesar una mamá sola. Para todos, como sea, terminó siendo un ejemplo de fortaleza.
“Casi todos me agradecen, me dicen que los he ayudado a seguir adelante, o a darse cuenta cuando se quejan por pavadas”, sigue ella, con pudor. Pero el final feliz de la historia no termina ahí.
Aquella primera publicación llegó a los 44.000 comentarios públicos y hubo otros miles en privado. María Emilia fue contestando uno por uno, y entre todos ellos, encontró uno de un joven que le llamó la atención.
“Me decía que siempre me veía acá en San Juan pero nunca me había hablado porque no sabía ni cómo me llamaba”. El joven había leído su historia y había unido los puntos: ahora le decía que su familia la seguía en Facebook, que todos querían conocerla y que quería organizar un asado con todos para ella.
“Empezamos a chatear a la distancia, porque yo me había ido a Córdoba a hacer la rehabilitación. Había muchos mensajes, pero él tenía algo especial. Era divertido y yo lo veía muy laburador. Sentía que era una persona a la que nunca le iba a ir mal porque siempre buscaba la forma de tirar para adelante. Me hizo acordar a mí cuando vendía budines”.
Hace exactamente un año, María Emilia aceptó la invitación al asado. El 12 de marzo -el día en que cumplió 27 años y el aniversario de la muerte de su mamá- se pusieron de novios. En julio se enteró de que estaban esperando un hijo. Camilo Riveros nació la semana pasada y ahora María Emilia nos habla mientras su hijo descansa.
La prótesis cambió su vida y su forma de ser madre: “Hace 6 años, cuando nació mi hija, me costó un montón. Siempre dependí de alguien que me la llevara hasta el auto, porque yo estaba con muletas. Me he caído con ella a upa. Vos como mamá no soltás a tu bebé, ella no se lastimaba pero yo sí. Cuando creció tuve que dejar de alzarla. O si se iba corriendo a la calle, no podía salir a buscarla. Ella me tenía que ayudar a mí”.
“Esta vez tuve un embarazo espectacular, caminé hasta que nació. Y ahora lo tengo en brazos, puedo trasladarlo sin riesgo de caerme. Gracias a eso hago una vida de mamá normal, como si tuviera una pierna natural, y Camilo no va a tener que vivir lo que vivió Maitena”.
La prótesis tiene varias funciones y una de ellas refuerza y traba la rodilla cuando ella levanta peso. “Por eso te digo, no me siento una mujer más fuerte, ahora me siento una mujer más libre”.
Su pierna dejó de ser un tabú que se interponía a la maternidad, a un trabajo, en una cita. Dejó de sentir vergüenza y de usar pantalones largos. Se permitió enamorarse, formar una nueva familia, mostrar su cuerpo como es y recuperó la alegría: “Nunca más me dolió nada”, dice.
“Lo que más me gustó de esta lucha fue saber que existen personas honradas que acompañan, que ayudan y que te hacen sentir bien sin pedir nada a cambio. Hubo meses en los que sentí mucho miedo y lo que más me ayudó no fue la plata sino la felicidad y el agradecimiento. Me ayudaron mucho y creo que yo, sin querer, ayudé a muchos a ser más fuertes”.