En 12 años en el poder, el alperovichismo sólo enfrentó una sola interna frente al Movimiento de Unidad Popular (MUP). Ahora enfrenta expresiones contrarias.

“Volver, con la frente marchita”. A veces es difícil el camino para el retorno al poder. El que podría dar fe de ello en estos momentos es el actual senador nacional y ex gobernador de la provincia, José Alperovich.
La decisión de apadrinar y tratar de llevar adelante una lista a diputados nacionales en las próximas elecciones legislativas de octubre, le traen algunos dolores de cabeza, porque se generó un espacio de oposición dentro del Partido Justicialista, en donde hasta no hace mucho tiempo su palabra y decisión no tenían discusiones. Sectores militantes tradicionales, espacios juveniles con experiencia y territorio, le discuten el armado de las listas oficiales y piden pista. La autoridad del senador se pone en discusión cuando trasciende que nadie quiere “listas a dedo”, en directa alusión al deseo de Alperovich de imponer a Pablo Yedlin y a Sara Alperovich como puntas de lanza de los candidatos.
Pero lo que más llama la atención son las pintadas que se atribuyen a grupos de militantes con más tradición en el partido creado por Juan Domingo Perón, en las que con expresiones fuertes se requiere que no haya “ni ruso, ni rusa, ni rusita. Ahora Peronistas”. Esta parece ser una reacción de consecuencias imprevisibles, toda vez que hasta el momento ninguna autoridad partidaria se refirió a los disensos que se expresan en las paredes y en las reuniones que realizan aquellos que tienen la intención de formar frentes internos para reclamar representatividad. Tienen en contra que en estos doce años de “alperovichismo” muchos de los referentes que asomaban como potenciales recambios quedaron en el olvido. Los pocos que sobrevivieron tienen los temores propios de enfrentar a quien fue el mandamás en estos doce años. Sin embargo, muchos de ellos están siendo empujados por la militancia.
Alperovich parece no darles importancia, pero ha multiplicado en los últimos días las reuniones con funcionarios de Gobierno, en especial con el Ministerio del Interior a cargo de uno de sus incondicionales, Miguel Acevedo, los delegados comunales y los intendentes. Trata de buscar adhesiones y quiere la misma lealtad que cuando ocupaba el “Sillón de Lucas Córdoba”.
Desdeña a las organizaciones kirchneristas, como si nunca hubiera estado al lado de Néstor y Cristina, y respeta a quienes tienen manejo territorial, a quienes prefiere sumar a enfrentar. ¿Será acaso la soledad del poder lo que le preocupa al senador? ¿Tendrá desconfianza en la lealtad peronista? Son preguntas que muy pronto tendrán respuesta, por lo menos en 2017.

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