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Alberto Fernández incluyó una frase breve y casi perdida en uno de sus recientes discursos para decir que las medidas que el Gobierno viene tomando en estos días estaban previstas antes de las PASO. En otras palabras, que no serían una reacción precipitada por el impacto de la derrota. “Teníamos previsto tomarlas de antemano”, dijo.

Tal vez advertía que no tendría mucho efecto la aclaración. En definitiva, el problema no es únicamente el sentido electoral de los anuncios sino además su concepción. Todo nace de la mirada reduccionista -hasta ofensiva- sobre el mensaje electoral y especialmente, sobre las causas de la pérdida de votos considerados “propios”.

Cambios necesarios

Los cambios y reacomodamientos de ministros constituyen junto a las nuevas medidas la primera respuesta de campaña. La lectura del oficialismo sobre lo ocurrido en las elecciones primarias de hace diez días incluye elementos obvios, como el efecto corrosivo de la agudización de la crisis económica y social junto al deterioro más amplio generado por la mala administración de las restricciones frente al coronavirus. El cimbronazo fue profundo por las cifras nacionales de la derrota, por la caída en la provincia de Buenos Aires y por la significativa pérdida de votos en comparación con 2019 e incluso con 2017. Eso parece restringir el foco sobre votos descontados como propios.

El oficialismo ajusta ahora la campaña de manera elemental. Lo exponen los anuncios que parecen indicar el fin de la pandemia y las decisiones sobre salario mínimo, modificación de la escala de Ganancias para trabajadores en relación de dependencia, bono para jubilados y posiblemente una nueva entrega de IFE.

Tales decisiones, en la lógica que se deja trascender, apuntaría no a la disputa con la oposición -en sentido amplio, es decir, a los dos tercios del electorado que no votó al oficialismo-, sino básicamente a recuperar a una franja que había optado por el Frente de Todos hace dos años y que esta vez engordó el “no voto”. Por supuesto, la baja participación es al mismo tiempo un dato inquietante para Juntos por el Cambio.

La mirada del oficialismo apunta, en el plano territorial, a los ocho distritos que renuevan senadores nacionales y a la provincia de Buenos Aires. Pero quedan expuestas además dos señales de subestimación. La primera, ofensiva, expresa que la respuesta para reconquistar voluntades es “poner plata en el bolsillo”.

Hay datos prácticos y no exclusivamente conceptuales que han puesto en crisis ese criterio.

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