Por Julio Denis* para Diario Cuarto Poder | El coronavirus ha cambiado la forma de vivir nuestra realidad y miles de tucumanos acompañaron desde sus casas a la virgen de la Merced, en la primera procesión que no se da por cuestiones relacionadas a la pandemia de Covid-19.
Cada 24 de septiembre se celebra a la Virgen de la Merced. El nombre de esta advocación mariana alude a la misericordia de Dios con sus hijos, que nos ha dejado en la persona de la Virgen María una auténtica madre.
Para nosotros los tucumanos, esta fecha es más que emotiva, ya que además de además de tener una carga emotiva desde lo religioso, también lo tiene desde el patriotismo, ya que este 2020 se cumplen 208 años de la Batalla de Tucumán.
Este año los festejos tuvieron que trasladarse a la virtualidad, debido a la peor pandemia que el pueblo argentino haya tenido que vivir en su historia.
Cómo bien lo hizo el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Sánchez, en su tradicional homilía, es imposible no trazar un punto de comparación entre aquella gesta histórica comandada por el General Manuel Belgrano y asistido por la Virgen de la Merced, con la actual lucha contra un enemigo invisible que ya se ha cobrado miles de vidas en nuestra Nación.
De igual modo en que la virgen de la Merced inspiró al general Manuel Belgrano, al Ejército del Norte y al grupo de “decididos” que se les sumó aquella jornada heroica del 24 de Septiembre de 1812, el arzobispo de nuestra provincia, monseñor Carlos Sánchez, rogó a la patrona de Tucumán que vuelva a inspirar a los ciudadanos para que triunfen en las batallas que se libran en estos tiempos.
El mensaje de monseñor Sánchez y las “batallas de estos tiempos”
El arzobispo de Tucumán expresó en su mensaje: “Madre de la Merced gracias por tu presencia maternal siempre, por tu ternura y protección en los momentos difíciles de nuestra vida”.
“Jesús, sin dejar de ser Dios, asumió nuestra humanidad; nacido de una mujer y sujeto a la ley para redimir a los que estaban sometidos a la ley. Él, con su muerte redentora nos recata de la cautividad. Y María participa de una manera especial en la redención: acompaña a su hijo en la obra de la redención de la humanidad hasta el pie de la cruz. Ella es testigo del amor de su hijo Jesús, que llega a entregar la vida y redime, rescata, salva y concede vida eterna”.
En este tiempo de pandemia aumentó el dolor, el miedo y el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. ¡Cuántos hermanos contagiados, cuántos internados, cuántos fallecidos sin que hayamos podido despedirlos como hubiésemos querido, cuántos desesperados!
Pero hermanos, tenemos una madre, Jesús nos ha dejado una madre. Está siempre, en cada situación, consolando, animando, sosteniéndolos y orando por nosotros. Es la que nos recibe en los momentos de profundo dolor, es tierna madre. ¡Cuánto consuelo habrá experimentado Jesús al ver a su madre al pie de la cruz!
Que ella pueda sostener nuestros pasos, pueda siempre decir a nuestro corazón: “¡levántate!, mira adelante, mira el horizonte”, porque ella es madre del pueblo y esperanza nuestra. Miremos a María de la Merced y nos dejemos atraer por sus ojos limpios, por sus brazos extendidos y por su corazón lleno de misericordia.
Madre de la Merced, redentora de cautivos, ayúdanos a presentar hoy la batalla, no sólo contra esta pandemia del coronavirus, sino especialmente contra las cautividades del poder, las riquezas, las adicciones, la indiferencia y la manipulación de los que deben ser tratados con dignidad, como hermanos. María, madre del Pueblo, esperanza nuestra, ruega al Señor por nosotros para que seamos una patria de hermanos. Como Manuel Belgrano soñó noche del 24 de septiembre de 1812.
Cada uno debe hacer su parte
Está claro que al igual que hace 208 años no sólo hace falta encomendarnos a los brazos de María, sino que, como aquellos patriotas, cada uno de nosotros debe hacer su parte, sumar los esfuerzos para que ocurra el milagro.
Seguramente la manera de “hacer nuestra parte” es hoy muy diferente a aquella época, pero está claro que seguir los protocolos, usar el barbijo es una gran manera de cuidarnos. No faltará quien diga que la respuesta siempre está en la ciencia y que de religión no hay nada en ello, pero estará equivocado, ya que la sólo idea de buscar una solución que no existe todavía está más que ligado a la mismísima fe.
Hoy la Iglesia vive tiempos difíciles, con ataques contra su doctrina y justamente hoy más que nunca es que vemos la tarea de los religiosos asistiendo a los más necesitados, no vemos a quienes los critican mover más que un dedo para tipear en redes sociales.
La pandemia ha cambiado las reglas del juego y la vida de todos está en riesgo. Pongamos de pie, mostrémosle al mundo de que estamos hechos como allá en 1812 y juntos luchemos contra el coronavirus. Seguramente el milagro llegará y quizás en poco tiempo podamos superar esta etapa oscura de la historia mundial.
Sigamos el ejemplo de Manuel Belgrano que, al frente de 1800 hombres no todos debidamente equipados, hizo frente a las fuerzas de Pio Tristán que lo duplicaban en hombres y armas. La tradición oral relata que la mañana del 24 el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen y solicitó la realización de un milagro a través de su intercesión.
*Periodista y columnista