El empresario Federico Álvarez Castillo, dueño de la prestigiosa marca de indumentaria Etiqueta Negra, fue protagonista de la primera gran polémica del año luego de que un animal fuera arrojado desde un helicóptero y cayera en su casa de José Ignacio, ubicada en un barrio cerrado.
Las imágenes del hecho, grabadas por el propio hombre de negocios con un teléfono celular, se viralizaron en redes sociales y provocaron un fuerte rechazo. La indignación virtual derivó en la apertura de una causa judicial, que quedó bajo la órbita de la fiscal de Maldonado, Ana Carolina Dean, que estaba de turno en el momento en el que sucedió el hecho.
La funcionaria judicial reveló algunos detalles de la declaración que brindó el propietario de la finca ante la Policía local. En su relato, Álvarez Castillo aseguró que estaba con su familia en el domicilio cuando escuchó un fuerte estruendo. Al salir al jardín -prosiguió- se encontró con un cerdo en la pileta. Pese a la sorpresa, decidieron sacar al animal del agua, asarlo y comerlo.
Los dichos contradicen las versiones públicas difundidas anteriormente por la familia. En un principio, Álvarez Castillo habló de un cordero -no un cerdo-, dijo que no sabía quién lo había arrojado y calificó el hecho como un “acto vandálico” y una “broma de mal gusto”. La pregunta que surge es obvia: ¿por qué decidió asar y comer un animal del que no conocía su procedencia?
El otro punto de conflicto es más concreto. El dueño de la casa reconoció que fue él quien filmó el video que se viralizó en redes y en aplicaciones de chat. Además, del registro surge que había personas que vieron toda la secuencia y se rieron después del impacto del animal con el agua, por lo tanto no pareciera ser del todo verosímil la versión de que la familia estaba dentro del hogar y se exaltó con el ruido.
“Todavía no pudimos establecer si el animal estaba vivo o muerto y será difícil establecerlo porque lo único que tenemos es el video. Aparentemente, según surge de las imágenes, estaría sin vida, pero no lo sabemos”, precisó la fiscal Dean.
La funcionaria judicial dijo que todavía no fue identificado el helicóptero ni sus ocupantes. A partir de ese dato se podrá establecer si el vuelo había sido registrado de acuerdo a las leyes que rigen la actividad aeronáutica en el vecino país. Independientemente de ello, Dean adelantó que en principio la conducta investigada no configura ningún delito. “Resta determinar si hay alguna infracción desde el punto de vista aeronáutico”, evaluó en declaraciones a radio Mitre.
El caso se inició por una denuncia de los vecinos de Álvarez Castillo, quienes dijeron que no era la primera vez que sucedía algo así. De hecho, ayer se reveló que el helicóptero involucrado en la maniobra ya había arrojado otro animal en el jardín de un empresario brasileño que estuvo este verano en Punta del Este.
Este medio reconstruyó la verdadera historia detrás de la caída del cerdo. La familia sabe qué pasó y tiene indicios claros sobre la identidad del hombre que ejecutó la repudiable broma, pero por ahora opera una suerte de pacto de silencio entre los protagonistas.
El hecho comenzó a gestarse durante una conversación informal que mantuvo el hombre de negocios con un amigo, otro empresario que no solo suele veranear en Punta del Este, sino que tiene múltiples inversiones en la ciudad de Carmelo.
Palabras más, palabras menos, el interlocutor invitó al dueño de la firma textil y a su familia a compartir una comida. “Juntémonos, hagamos un cordero, quedate tranquilo que yo lo consigo y te lo mando en Uber”, prometió. Álvarez Castillo aceptó la propuesta. No era algo nuevo para ellos: quienes conocen a los protagonistas de esta historia dicen que ya habían compartido otras comilonas durante la temporada estival.
“¿Cómo me lo vas a mandar por Uber?”, repreguntó el anfitrión de la velada. “Vos quedate tranquilo, que yo ahora te lo llevo en Uber”, le contestaron. Por el tono de la voz que oyó y por la confianza que los une, Álvarez Castillo sospechó que su amigo estaba preparando una de sus habituales bromas.
Algunas horas después descubrió de qué se trataba, pero no lo tomó de sorpresa: un helicóptero Robinson 44 se posó sobre el techo de su casa y arrojó un animal que cayó en una pequeña pileta doméstica. De las imágenes se desprende que tuvo tiempo de tomar su teléfono celular y grabar toda la secuencia, que fue tomada desde el inmueble. La reacción de los que estaban allí no fue la de personas que estaban asustadas.
El “chiste” generó un escándalo que trascendió la lógica ola de indignación virtual. La Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestructura Aeronáutica (DINACIA) y las Fuerzas Armadas uruguayas iniciaron una investigación de oficio. Se encontraron con una dificultad: no hay un plan de vuelo registrado. Fuentes aeronáuticas aseguraron a este medio que es habitual que durante el verano haya personas –generalmente argentinos– que despeguen y aterricen en sus chacras para realizar trayectos cortos sin cumplir con las formalidades que prevé la ley.
Expertos en aviación explican que la maniobra es muy peligrosa y está prohibida. El dueño de la aeronave podría recibir fuertes sanciones y el piloto, inhabilitado para volver a volar en territorio uruguayo. Años atrás, una compañía que arrojó panfletos desde el aire para promocionar una fiesta sufrió la rigurosidad de las autoridades aeronáuticas del vecino país.
Por lo pronto, la familia decidió dejar la casa donde sucedieron los hechos. Y este miércoles, un local de Etiqueta Negra de La Plata fue blanco de un escrache.