Desde hace más de cuatro meses Belén espera en una celda minúscula de Tucumán. Está allí por un crimen que no cometió, por el que no existen pruebas, mientras diferentes organizaciones sociales se movilizan de manera constante reclamando por su liberación.
La muchacha, de 27 años, espera una respuesta de la Corte Suprema de la provincia, que tiene hasta tres meses más para dar su veredicto. El caso ocupó algunas de las principales portadas de noticias, pero la vorágine de lo cotidiano fue fagocitando su exposición y, en la actualidad, si no fuese por la fuerza de su familia y el acompañamiento de las entidades, no tendría una voz que pueda pedir por ella.
Durante la última entrega de los Premios Platino, el caso volvió a repercutir, cuando la actriz argentina Dolores Fonzi mostró un cartel pidiendo libertad para la joven tucumana.
Belén llegó el 21 de marzo de 2014 a la guardia del hospital Avellaneda de San Miguel de Tucumán por una hemorragia vaginal intensa que apenas le permitía moverse. Luego de una revisión, el médico fue contundente: “Era un aborto espontáneo”. Belén, aseguró y asegura, que desconocía estar embarazada.
“El caso Belén nos llega de manos de una organización con la que venimos trabajando estrechamente hace muchos años, Católicas por el Derechos a decidir”, explicó a Infobae Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
El aborto natural es un problema más común de lo que se cree. De cada 10 embarazos, de 1 a 2 terminan prematuramente, ya que el embrión no puede sobrevivir por sí mismo fuera del útero en una etapa tan temprana de la gestación. Además, se produce al principio del embarazo; de hecho, 8 de cada 10 casos suceden durante el primer trimestre de gestación.
Diferentes organizaciones mantienen el caso de Belén en el debate público Diferentes organizaciones mantienen el caso de Belén en el debate público
El profesional pidió cinco días de internación. Ella creía que la pesadilla terminaba, que la reclusión la ayudaría a salir adelante, pero estaba equivocada. Era solo el comienzo. Cuando despertó su madre estaba allí, sosteniendo su mano, en una fría sala atestada de doctores, enfermeros y policías, que la revisaban y llenaban actas.
Durante las primeras horas de esta primera reclusión, personal del hospital público encontró en uno de los baños un feto e inmediatamente asumieron que era de ella, la denunciaron. Todo sin tener ninguna prueba, testigos, filmaciones o siquiera un análisis de ADN o, al menos, la intención de realizarlo.
Fuente. Infobae