Le ganó 1-0 a Patronato con un gol en contra de Balboa. Los de Gallardo llevaban ocho partidos sin ganar como visitante.

Ahora, ya no queda otra: todo lo defectuoso del River reciente se puede limpiar el miércoles. Ese es el día. Y ese es El Partido: la Supercopa ante Boca, en Mendoza. La visita a Paraná tiene el alcance recortado de un partido ajeno a la intensidad que tendrá el Superclásico. De todos modos, ese grito final, ese gol en contra de Balboa sobre la hora que garantizó el 1-0, le sirve como impulso para la gran cita.

Había un compromiso que River debía cumplir de entrada, una especie de examen para despejar dudas sobre su juego y sobre su pera -en términos de box-, por esa debilidad que expuso en su sector defensivo. Y comenzó en ese sentido. Juan Quintero se hacía manija del equipo en ofensiva y junto a Enzo Pérez le tiraban toda la chapa técnica al conjunto paranaense. El colombiano flotaba entre la.mitad de la cancha y el área grande de Patronato y movía a su equipo y compeometía a los rivales. Pero duró poco. El mismo tiempo que le llevó a Gallardo salir eyectado del banco a comenzar a dar órdenes.

Porque Patronato le empezó a dividir la pelota y le salteó el mediocampo para que sus figuras sobresalientes -Ribas y Balboa- se jueguen un literal mano a mano con los centrales. Se desprendía de la formación inicial que la defensa River de anoche iba a tener que contar con la ayuda de Zuculini porque si Maidana o Pinola miraban hacia sus laterales, ni Mayada ni Casco eran soluciones para bancar la brava parada. Allí empezó a padecer el partido River.

Es más, a los 21, Balboa quedó solo dentro del área para ejecutar a Armani pero su disparo se fue desviado. Desde allí, pasados los 25 minutos, el partido fue y vino de un lado para el otro con cierto vértigo. Mora pareció responder desde afuera la chance del local pero su remate se fue afuera y rápidamente Patronato lo ponía a defender a River con centros picantes al área. Se entiende: con la dupla de delanteros que tiene, debe explotarlos, sacarles el jugo. Y lo hizo bastante bien el equipo entrerriano en el primer tiempo.

Justo sobre la hora del primer tiempo, Bertoli evitó que un bombazo de Mora se transformara en el primer grito. Esa jugada tardía parecía un impulso para el segundo tiempo: daba la sensación que otro desarrollo, más atractivo, con más situaciones de peligro era posible, que River podía ofrecer una imagen mejorada. Pero pasó casi todo lo contrario.

Patronato obligó a Armani a que demostrara por qué está en River con dos atajadas superlativas. Pareció aquel que levantó la Libertadores con Atlético Nacional de Medellín. La primera, una tapada increíble a Balboa, luego de que le quedara un rebote para fusilarlo casi en el área chica; y en la otra, respondió muy bien ante un remate desde afuera de Rivero Tras estos sacudones, River quedó expuesto. El primero en notarlo fue Gallardo. A los 20, ya habían entrado Martínez, Fernández y Scocco por Auzqui -de bajísimo nivel-, Pérez y Quinteros, respectivamente. El mensaje parecía inequívoco:no le gustaba lo que su equipo estaba ofreciendo.

Sin embargo le costaba encontrarse a este a River con su pasado atractivo, con esos meses donde el funcionamiento era un reloj, la eficacia resultaba un arma de grueso calibre y la idea no se discutía. Los rendimientos individuales, ademas, estuvieron lejos de su mejor expresión. Y hasta el gol en contra, ese rebote afortunado, ese desahogo, da cuenta del concepto. Más allá del resultado, claro.

fuente: clarín

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