En su discurso de apertura del año judicial, el titular de la Corte anunció mecanismos para evaluar la tarea de los jueces y un nuevo sistema de contrataciones.
Las expectativas por un giro en el contenido y el estilo del mensaje respecto a su antecesor no se vieron defraudadas este martes cuando el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz, inauguró el año judicial en el Patio de Honor del palacio de la calle Talcahuano. En menos de media hora, el titular del máximo tribunal admitió una “crisis de legitimidad” del Poder Judicial, advirtió que para revertirla es necesario que la tarea de los magistrados pueda ser evaluada, y afirmó que la Corte ya comenzó a hacerlo.
Además, pidió previsibilidad en el sentido de los fallos y mostrar que los jueces son “refractarios a todo interés personal, ideológico, político y de cualquier otra naturaleza que no sea el interés de realizar el imperio del derecho”, y en un poco disimulado golpe al modo en que a su criterio Ricardo Lorenzetti manejó la Corte, Rosenkrantz criticó las “estridencias y personalismos”.
Desde la disposición de las sillas -con los jueces de instrucción detrás de los camaristas- hasta el clima del acto, el cambio de jefe se palpitó desde el primer minuto de la ceremonia. Un contraste que de ninguna manera señala a bendecidos ni réprobos, pero que recuerda los beneficios de la alternancia y la renovación en la cima de los poderes públicos. Con una gestión controvertida en algunos aspectos pero sin duda luminosa en otros, Lorenzetti comandó la Corte y proyectó su sombra sobre todo el Poder Judicial durante doce años.
Rosenkrantz no se distrajo en rodeos ni lisonjas. De entrada nomás, recordó que “la legitimidad del Poder Judicial es esencial”, y admitió que en esa materia el presente es preocupante: “Toda crisis de legitimidad es en gran parte una crisis de confianza. Los argentinos están perdiendo la confianza en el Poder Judicial. Hay dudas de que nos comportamos como verdaderos jueces de una democracia republicana. La solución requiere entonces que revirtamos esta percepción y, para ello, los jueces debemos mostrar, todos y todos los días, que sí somos verdaderos jueces de una democracia republicana”, disparó.
19-03 Apertura del año judicial con el discurso de Carlos Rosenkrantz presidente la Corte Suprema.. Foto: Andrés D’Elia
“Tenemos que entender que pertenecer al Poder Judicial no es un privilegio. por el contrario, nos impone deberes y responsabilidades”, continuó ante un centenar de magistrados que lo escuchaban en silencio. “Para servir a nuestra comunidad como jueces, no debemos buscar el poder. Como he dicho varias veces, la percepción de que somos poderosos (por oposición a la de ser justos y rectos) no ennoblece sino que mancilla nuestra investidura.” Más silencio.
Tras el golpe a la boca del estómago, el titular de la Corte buscó levantar los ánimos ofreciendo soluciones para “recuperar la legitimidad”. Reiteró que los jueces deben ser evaluados: “La magistratura es un trabajo del que dependen la libertad y el patrimonio de nuestros conciudadanos y, por esa razón, debe estar sujeta a reglas de evaluación claras. Nuestro comportamiento, tanto jurisdiccional como administrativo, debe poder evaluarse públicamente mediante estándares objetivos. El poder judicial no ha avanzado lo suficiente en ese sentido“, fustigó.
Apertura del año judicial en Palacio de los Tribunales. Foto: Andrés D’Elia –
En esa línea, Rosenkrantz enumeró tres medidas que la Corte implementó para mejorar: la digitalización de los trámites de los expedientes, que a su vez permitió la creación de una gigantesca base de datos, con “información empírica objetiva que, correctamente analizada, permite que seamos evaluados”. Esa tarea ya comenzó a realizarse en forma experimental la semana pasada, a través de un software que permite examinar el flujo de causas, el tiempo que demora su tramitación, el promedio de causas sentenciadas y discrimina las razones que la Corte emplea para resolver.
“En poco tiempo más podremos examinar la productividad, en términos cuantitativos, y en base a información empírica, hacer comparaciones con los parámetros que deseemos (año a año, mes a mes, por temas). Convenientemente desarrollada, esta estrategia puede expandirse a todo el Poder Judicial de la Nación“, explicó el titular de la Corte.
Apertura del año judicial con el discurso de Carlos Rosenkratz presidente la Corte Suprema. Foto: Andrés D’Elia
Rosenkrantz también celebró la creación de una agenda de causas trascendentes, inaugurada a fines del año pasado -“otorga previsibilidad”- y un proyecto de reglamento de compras y contrataciones, que “permitirá que el manejo del dinero público se pueda evaluar fácilmente en base a reglas objetivas también dictadas de antemano.”
Aunque profundos, los cambios que propone el titular de la Corte para mejorar la imagen de la justicia no son “dramáticos” ni “revolucionarios”, sino “incrementales”. En sus palabras, se trata de “trabajar un poco mejor cada día”. “Las mejoras incrementales nos ponen al margen de la necesidad de grandes líderes, a los que en la Argentina somos tan adeptos, y van en la línea de la convicción de que lo que hace falta, más bien, es una épica de los cambios modestos y graduales.” Una definición de fondo, que no necesariamente refleja el sentir de todos sus compañeros en el máximo tribunal.
“La desconfianza creciente de nuestros ciudadanos ha nacido en parte porque se empieza a generalizar la sospecha de que servimos a intereses diferentes al derecho. Los jueces debemos mostrar que somos refractarios a todo interés personal, ideológico, político y de cualquier otra naturaleza que no sea el interés de realizar el imperio del derecho. Suena crudo pero es así”, levantó la voz Rosenkrantz, y también la mirada. “No podemos mostrar que estamos a la altura de nuestras responsabilidades con una sola decisión, ni con dos o tres decisiones. No podemos siquiera mostrarlo en uno o dos años.”
Otra de las definiciones potentes del discurso fue la advertencia de que “para ser coherentes todo el tiempo debemos pagar un precio alto pues debemos estar dispuestos a vivir con la falta de popularidad que algunas de nuestras decisiones pueden generar. Sabemos que no todo lo que la Constitución o las leyes establecen es popular o cae bien”, dijo Rosenkrantz, y mentó su admiración por el juez de la Corte estadounidense Felix Frankfurter y los juristas argentinos Genaro Carrió y Carmen Argibay, la fallecida ex jueza de la Corte.
“Para mostrar coherencia todo el tiempo en todas nuestras decisiones, es crucial que expongamos siempre con claridad todas las razones por las que decidimos como lo hacemos. Lo que importa -y lo que debe importar- no es meramente el resultado de la decisión, esto es, quién gana y quién pierde, si gana el gobierno o la oposición, si gana la izquierda o la derecha, si gana el actor o el demandado. Lo que importa es que el resultado de un pleito venga determinado por las razones jurídicas que lo justifican”, reflexionó.
“Nuestras decisiones deben están estructuradas por principios. Significa también que estamos comprometidos, en casos futuros, a aplicar esos mismos principios aunque el resultado sea impopular o antipático.” Para Rosenkrantz, “este es el punto central para recuperar confianza y legitimidad.”
“La confianza no se ha perdido totalmente y que recuperarla es perfectamente posible. Exige paciencia y un trabajo sostenido. Hay que prescindir de estridencias y personalismos“, repitió antes de despedirse, entre la esperanza y la admonición.