En la denominada Ruta del Vino, cuya difusión es impulsada y apoyada por el Ente Tucumán Turismo (ETT), se conjugan emprendimientos con características propias y de mucha tradición como la Bodega Chico Zossi y la Estancia Río de Arena.
En el recorrido de la Ruta del Vino hay una parada ineludible si se quiere hablar de la historia de la actividad: la Bodega Chico Zossi. Está ubicada en el kilómetro 4308 de la Ruta 40. Su historia data de 1900 y este emprendimiento familiar ya va en la cuarta generación, según lo explica Baltasar Chico Zossi. “Mis abuelos comenzaron, siguió mi padre, luego yo, que sigo con la producción junto a mis hijos”, comenta con orgullo. Luego muestra las variedades malbec, malbec roble, rosado, torrontés, cabernet y torrontés dulce, mientras prepara la degustación junto a dos de sus hijas.
“Hemos mejorado la calidad de nuestros vinos, en especial el torrontés y el malbec, además de realizar pruebas con los espumantes, que es otro avance que realizaremos en nuestra producción y que estará listo en breve”, sostuvo.
Explicó que la elaboración comienza en marzo con la molienda, que demora entre 20 y 30 días, luego sigue el prensado y la primera fermentación, en la cual, por ejemplo, se elabora el torrontés. Señaló que esta variedad es única debido al clima especial de la zona. “Se intentó insertarla en Mendoza sin éxito y hasta a una distancia de dos kilómetros de acá, varían sus cualidades”, expresó.
Baltasar y su familia son excelentes anfitriones y, entre degustación y charla, se cuelan anécdotas de la familia a lo largo de tan extensa vida productiva. Un lugar recomendable.
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El concepto de hotel, bodega y restaurante
Otra parada de la que el turista debe disfrutar es la Estancia Río de Arena, cuyo propietario es Roberto “Pelín” Carro. Ubicada en el kilómetro 4295,5 de la Ruta 40 en la zona conocida como El Bañado, la estancia ofrece variadas alternativas al turista, porque le suma a la posibilidad de adquirir y degustar vinos de las variedades torrontés, caberte Sauvignon y malbec, el hecho de poder disfrutar de una carta de comidas típicas en su restaurante, y la de descansar en sus cómodas habitaciones.
El entorno rural le da un clima de tradición e historia. La bodega, construida con ladrillos de adobe cocido y madera de la zona, se convierte en una acogedora parada para el viajero que tiene en el propietario un anfitrión dispuesto a contarle los procesos productivos, además de la historia del emprendimiento. La producción alcanza los 25 mil litros, de los cuales no todo se envasa porque una parte se vende en la modalidad a granel. Los vinos se comercializan en el lugar, en dos vinotecas de San Miguel de Tucumán, Los Olivares y Los Peludos, y en algunos restaurantes.
Roberto comenta que sus ancestros españoles ya tenían amor por la producción vitivinícola y que, luego de que su padre se dedicara a la caña de azúcar, él retomó esta tradición que lo apasiona. “Le dedico todo mi tiempo, porque me gusta seguir el proceso desde el cultivo hasta que ver la cara de placer de quien prueba este vino. Es una sensación de satisfacción difícil de explicar, como los matices más delicados que tiene esta bebida”, finaliza.
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