La cuarentena expuso falta de sintonía entre el Presidente y los jefes provinciales. El punto es si además genera un clima de desconfianza. La cuestión de los presos abre otro frente: un debate con impacto social.
Son horas de intensas negociaciones en el Congreso para volver, finalmente, a sesionar. “Lo importante es que recuperamos el diálogo”, sintetiza un diputado de Juntos por el Cambio después de días de batalla y con crujidos internos. En el oficialismo creen que se amplió el margen para los entendimientos, aunque los cruces ásperos de la semana pasada dejaron tambaleando además y de hecho los puentes que transitan los sectores más acuerdistas de la oposición. Es una cara cambiante de la política, que a la vez registra un dato de alerta: el paso en falso sobre los “recreos” para la cuarentena y la polémica por las excarcelaciones de presos quiebran por primera vez ese clima de paz o armonía política en época de coronavirus.
Lo ocurrido en muy pocos días muestra también cierta endeblez de las principales coaliciones, la que gobierna y la que dejó de hacerlo para pasar a ocupar el espacio mayor de la oposición. Las medidas para contener la pandemia –y los consensos que requerían, junto a la afirmación presidencial- habían acotado sino anulado el espacio para las disputa oficialismo-oposición y también disimulaban las pulseadas domésticas. El quiebre a la vista desnuda otra vez los problemas de arrastre.
En el Congreso se venían cruzando esas tensiones, con distinto foco sobre la reanimación de la vida legislativa. En el Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner hizo dos jugadas fuertes que exponen su lugar dominante en el Senado y su proyección gravitante en Diputados, donde el juego oficialista se expresa en el protagonismo de Sergio Massa y el peso de Máximo Kirchner. Le dio potencia al proyecto, aún no formalizado, para gravar a los grandes patrimonios y cargó contra la Corte Suprema para colocarse a la vez como llave de las sesiones a distancia. En JxC, el temblor fue reflejo de discusiones todavía sin saldar sobre el tipo de coalición y la relación con Olivos.
La semana pasada, todos habían mostrado sus armas o su capacidad de pelea. Con aristas llamativas y hasta contradictorias, pero clásicas. Alberto Fernández seguía firme en su política de cuarentena y sumaba videoconferencias con los gobernadores, que exhibían un frente de consenso y, por efecto directo, de contención política frente al desgaste inevitable del aislamiento y las duras consecuencias sociales y económicas. El Congreso, en cambio, mostraba batallas que incluso terminaron conspirando contra las líneas de acuerdo. La oposición fue cerrando filas frente a sus propios conflictos y esta semana arrancó con negociaciones más serias para salir del empantanamiento.
El clima de enfrentamiento, con sello de CFK hacia fuera y operaciones cruzadas en Diputados, volvió a desarmar lo poco construido con sectores más propensos a los entendimientos en la oposición. Linealmente, se refiere a la franja más ligada a Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y el radicalismo porteño con eje público en Martín Lousteau. Pero jugó en contra el manejo forzado de algunos operadores oficialistas, que colocaba en lugar de derrota a Mario Negri, en cierta medida a Cristian Ritondo y menos a Maximiliano Ferraro. Esa misma mecánica oficialista ya ha dejado sin aire a otras movidas supuestamente acuerdistas, desde la designación en alguna importante embajada hasta tratativas en el Ejecutivo.
El ámbito de batalla en el Congreso aparecía como la contracara de una relación más fluida entre Olivos y los jefes de distrito, comprometidos con sus respectivas gestiones. Las necesidades financieras y no sólo sanitarias están a la vista en medio de la crisis agravada y de enorme profundidad por los efectos de la cuarentena. Se calcula que las provincias han perdido ingresos en un promedio cercano al 45 por ciento. Y más aún los municipios. Una cadena de necesidades.
Pero algo parece haber fisurado el cuadro, al menos en términos de confianza o sintonía. Según el relato coincidente de fuentes oficialistas y opositoras, el Presidente sorprendió el sábado a los jefes provinciales con su mensaje sobre un recreo diario en medio del aislamiento. El anuncio venía postergado un par de horas y también los gobernadores esperaban la difusión para ver si había novedades respecto de los anticipos. Y fue una, la de las salidas diarias de una hora, la que provocó intensos contactos.
No importa mucho quién llamó primero. Pero apenas una hora después del mensaje, estaban hablando Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. El gobernador bonaerense habló con sus colegas Juan Schiaretti y Omar Perotti. También hubo contacto con el Presidente y, dicen, por cuerdas separadas con el ministro Eduardo Wado de Pedro. Finalmente, el domingo a la tarde, Buenos Aires, Capital, Córdoba y Santa Fe difundieron el comunicado informando que no habría recreo por el momento. Fue un hecho inusual, en todo sentido, también político. Se cerraba así un día en que miles de personas habían paseado como si fuera lo recomendado.
Casi en simultáneo, entraba en escena otro tema de impacto social: la posible excarcelación de centenares y hasta miles de presos. Nadie se sorprende por la situación del sistema carcelario, provincial o federal, en ninguna materia, incluida la sanitaria. Motines y huelgas de hambre se sucedieron en los últimos días, en medio de la pandemia. Y las reacciones corrieron de atrás, sin previsiones y por lo que se ha visto, mal manejas.
Al margen del debate de fondo, la reacción oficial, empezando por el Presidente; las respuestas de algunos jueces y las versiones sobre un intento de excarcelaciones masivas, con arresto domiciliario, generaron un cuestionamiento fuerte, creciente y finalmente orgánico de la oposición. No sólo eso, volvieron a exponer diferencias, algunas sustanciales, en el propio oficialismo. Massa advirtió sobre el accionar de los jueces y Sergio Berni directamente condenó la salida de presos a sus casas.
Entre hoy y mañana quedará en claro si los diputados logran consagrar el acuerdo que anoche asomaba muy avanzado para volver a sesionar. Sería un sistema mixto, presencial con jefes de bloque y autoridades de la Cámara, y virtual para la mayoría de los legisladores. El Senado también analiza su camino. Habrá que ver cómo se las arreglan para modificar sus reglamentos. Si hay trato, oxigenarían un clima que habían complicado antes que nadie. No son los únicos jugadores y todavía no escriben la agenda de los debates que vienen, dominados por temas impositivos. Pero el panorama ya es otro y tal vez adviertan los síntomas de fatiga social que sí estarían advirtiendo en las cercanías del Presidente. Ese registro sobre los humores también juega en el paño de la política.
fuente: infobae