Lejos de toda urbanidad. Sea el punto cardinal que se mire donde uno se encuentre en el paraje Cuatro Bocas, en el departamento 9 de Julio, al noroeste de la provincia de Santa Fe y en el límite con Santiago del Estero, puede ver el horizonte sin obstáculos mayores. En ese contexto creció Lucas Alario, nombre y apellido dueño la centralidad informativa de los últimos días. No hay dimensión que pueda exponerse para dar cuenta de la distancia que separa todo lo que se habló de su salida de River, de las formas, del dinero que había en juego, de las porciones millonarias que corresponden a Colón y a San Lorenzo de Tostado, con lo que sucede en su pago. Allí se respira un aire menos viciado. Casi desinteresado. Todos parecen tener una anécdota con el ahora jugador del Bayer Leverkusen y todos se encienden al contarla. Pero se destaca una: Alario desarrolló, entre otras virtudes, una personalidad que sus últimos movimientos dejaron a la vista de todos: “En los momentos importantes no duda”, afirman quienes lo conocieron.
Nadie sabía en la pequeña ciudad de Tostado quién era este chico que se manejaba con timidez pero también con seguridad. “Hay un pibe que la rompe pero nunca jugó en cancha de once, me dijeron. Y el que dudó fui yo, je”, le dice a Clarín José Luis Negro García, DT que recibió a ese “flaco alto” en San Lorenzo de Tostado, cuando “Pipa” tenía edad de séptima división y su familia pasó de vivir en el campo a la ciudad. “Lo puse por izquierda y quedé boquiabierto: la rompió. Eso que no era su puesto. Era así, no dudaba. Cuando se ponía un objetivo lo cumplía. Y con los años lo confirmó”, agrega. Lo que más lo impresionó por entonces fue el salto para cabecear, aunque eso desprenda otra historia. “Yo lo llevaba a competir a los juegos Evita y se destacaba en casi todas las disciplinas atléticas, en especial en el salto”, refuerza la teoría Mario Ramos, profesor de educación física de Pipa en la escuela de Enseñanza Media N° 332 de Tostado.
Todo esto contó con un pulido final del Alario goleador, cuando por necesidad -la peor crisis de Colón en su historia consecuencia de la gestión de Germán Lerche- se convirtió en el 9 titular. Entonces a la técnica francescolliana que tenía le agregó un tren superior moldeado por el juego entre los dos centrales y la soledad estratégica más absoluta. Responsabilidad absoluta del técnico Diego Osella, quien antes de llegar le manifestó al por entonces presidente Eduardo Vega que no busque delantero, que se quedaba con Alario.
San Lorenzo, el club más popular de esta ciudad de 15 mil habitantes ubicada a 330 kilómetros de la capital provincial, lo recibió a Lucas a los 12 años hasta los 17 cuando se fue a Colón. “Pasamos cosas turbias en la negociación con Colón pero luego pudimos recomponer la situación y hacernos valer como club formador”, explica Luis Acosta, presidente del club tostadense, dueño de un 20% de ese famoso 40% de los derechos económicos que tenía Colón. “Veremos qué vamos a hacer con el dinero. Ya recibimos plata de las dos compras de porcentajes que hizo River (30% y 30%) y avanzamos con obras importantes pero tampoco podemos realizar una obra monstruosa porque después hay que mantener esa estructura”. Por la venta al Leverkusen, a River le quedan 18,5 millones, unos cuatro millones a Colón y a San Lorenzo, alrededor de 800 mil dólares, el equivalente a 13 millones de pesos.
Fuente: Clarín