“Por suerte me crucé con gente buena”. Leonardo Maximiliano Orellana (22) es de los pocos argentinos que creen en la gente. La suya es una confianza que se vuelve contagiosa. Especialmente después de que cuenta su historia: hizo malabares durante más de 10 años en las calles de Luján para juntar algunas monedas con las cuales comer y cuando se cansó, decidió buscar ayuda para mejorar su vida. Entonces se paró en una esquina ataviado con un traje de payaso y un cartel pidiendo empleo. Llamó la atención de los vecinos y lo consiguió: el viernes disfrutó de su primer día de trabajo en un comercio de la ciudad.
“Estaba harto de estar en la calle. Y empecé a pensar el mejor modo de que la gente me viese”.
“Tenía que llamar la atención así que me conseguí un traje de payaso y me paré en la esquina donde siempre hago malabares, 25 de Mayo y Moreno con un cartel en el que pedía ayuda”, cuenta el joven que nació en San Juan pero desde los cinco anduvo por varios lugares de la Provincia con su familia y luego solo.
Con su atuendo particular y un cartel más que elocuente: “Payaso busca empleo”, Leo llamó la atención de la gente que lo conocía de verlo hacer malabares y lo llamaba “El pelotita”. Pero la imagen trascendió los límites de Luján. Un automovilista que pasaba le sacó una foto y la viralizó. En las redes recibió el cariño de los vecinos que lo conocían y lo veían día a día lanzando al aire sus pelotas de colores a cambio de algunas monedas.
Y mitad a través de la red, mitad por el contacto en aquella esquina, llegó la ayuda que necesitaba. “Pasamos con mi socio con el auto y lo vimos disfrazado. Pero después lo vi en Facebook y me llamó la atención. Entonces le propuse que diésemos la vuelta manzana y le ofreciésemos un trabajo en el depósito”, cuenta Juan Calcagni, quien junto a Lucas Espínola tiene un negocio de venta de materiales de construcción sobre la avenida Carlos Pellegrini.
Calcagni confiesa que conocía a Leo de haberlo visto en la calle haciendo malabares, pero no pensó en ofrecerle un trabajo hasta que no lo vio con su disfraz y su pedido de ayuda. Así lo explica: “Hace muchos años que anda en las calles. Siempre con mucho respeto. Nunca pidió monedas, te preguntaba si tenías algo para él. Así que es un gusto poder ayudarlo y darle una oportunidad. Acá va a estar en regla y va a tener un sueldo y una obras social”.
El viernes a la tarde Leo terminó su primer día de trabajo. “Estoy aprendiendo a hacer placas antihumedad. Los jefes, Juan y Lucas, y los compañeros son muy buenos. Estoy muy contento de que me den la posibilidad de progresar. Ojalá otros chicos y jóvenes puedan tenerla también”, reflexiona con una sonrisa a toda prueba.
Fuente: Clarín